Michael Johnson fue la estrella en Montjuïc
Esa pequeña zancada es casi un insulto, pero Michael Johnson desafía las convenciones de la velocidad. El atleta estadounidense fue la estrella de la noche en Montjuïc. Johnson ganó la final de los 200 metros con la autoridad de siempre y con una marca de altura: 19,88 segundos. Su único enemigo fue el desagradable inquilino del estadio Olímpico: el viento contrario. La final del Gran Premio no reservó grandes cosas. El cansancio era notable, tanto como el desinterés en unas gradas casi vacías. El soviético Serguéi Bubka y la alemana Heike Henkel vencieron en las clasificaciones globales de esta competición anual.
Johnson sólo tiene problemas con su apellido. Es el otro, por definición. Sólo un récord del mundo le quitará la sombra de Ben Johnson. Por lo demás, el velocista estadounidense es una maquinita corredora, un tipo que desafía todas las convenciones estéticas. Los expertos dicen que un especialista de 200 metros debe ser longilíneo, de zancada larga y amplia elevación de las rodillas, alguien como el gran Tommie Smith, uno de los héroes de México 68. Y aquí llega Johnson: el tronco duro como un palo, el molinillo de su braceo, esa zancada cortita y una elevación ridícula de sus rodillas. Una zancada tan limitada obliga a tocar el suelo más veces que sus rivales. Es un desgaste atroz. El contacto es rozamiento. Se pierden energías y velocidad y se multiplica el riesgo de una lesión. Todo eso es la teoría. Michael combate las leyes físicas con la estadística. Sólo ha perdido una carrera de 200 metros en los dos últimos años y es el único velocista que ha bajado del muro de los 20 segundos en las tres últimas temporadas. Lo ha logrado en ocho ocasiones, las mismas que Carl Lewis. Johnson es un atleta sólido que ejecuta su trabajo sin concesiones. Es difícil sacarle una sonrisa y una entrevista. Actúa con la misma contundencia en la pista como fuera de ella. Es el ejemplo más acabado del profesional. El atletismo es un trabajo. Johnson nunca defrauda. Se le paga para ganar, y gana.
El récord
En Barcelona quería atacar el récord del mundo del italiano Pietro Mennea (19,72s), Era un asunto conplicado. Mennea consiguió la plusmarca mundial con la ayuda de la altitud de la ciudad de México. Johnson tenía en contra tina temporada extenuante, una pista situada al nivel del mar y el viento contrario. Sin embargo, atacó la prueba con decisión. Como una dinamo, comenzó a patear el suelo con su furia habitual, mientras mandaba a paseo a todos los teóricos del atletismo. Plis, plas, plis, plas: una maquinita. A la salida de la curva, tenía a todos sus rivales muy lejos, y, sus rivales eran los más selectos del mundo. Estaban el brasileño Da Silva, el namibio Fredericks el británico Regis. Ninguno de ellos pudo combatir con Johnson.
Su recta fue tremenda. Johnson tiene una capacidad increíble para mantener la velocidad. Esta cualidad le convierte en el mejor atleta del mundo en los 200 y en .tos 400 metros, la prueba asesina por excelencia. Johnson ha declarado que en los Juegos Olímpicos del año que viene quiere intentar la proeza de ganar los 200 y los 400 metros, algo que no ha conseguido nadie, más que nada por la densidad de los horarios olímpicos y la saturación de tantas carreras en las piernas de los atletas. Pero Johnson es de hierro. Duro y muy erguido, corrió los 80 últimos metros en busca del récord mundial. No lo consiguió, pero dejó la mejor marca mundial del año como regalo para el estadio.
"Ésta no ha sido una de mis mejores carreras técnicas", declaró. "No he corrido con la facilidad que acostumbro. Quizá por eso no he podido batir el récord del mundo. Este año he corrido mucho más rápido que el anterior, por tanto, no descarto superarme la próxima temporada. Puedo lograr el récord del mundo porque me corresponde".
No hubo demasiada pasión en el resto de la jornada. Demasiado cemento en Montjuïc. Los grandes astros cumplieron los pronósticos sin excesos. Merlene Ottey demostró una vez más que esta pista es muy rápida. La jamaicana ganó los 100 metros con 10,87 segundos. Ahora tendrá que demostrar que es capaz de correr tan rápido en las pruebas de máxima dificultad, como los Juegos Olímpicos. Es la asignatura pendiente de una velocista extraordinaria.
Heike Henkel también cumplió en salto de altura y se adjudicó la victoria absoluta del Gran Premio, aunque confesó que su sueño es la medalla olímpica: "En mayo comenzaré a prepararme para Barcelona, aunque estoy muy satisfecha de la temporada".
Bubka y la lesión
Serguéi Bubka también venció en el salto con pértiga (5,85 metros), pese a los evidentes defectos de su lesión en el pie. Bubka no está en estos momentos en condiciones de asaltar su plusmarca mundial (6,10 metros). Desde hace un mes tiene dificultades para superar los 5,90 o 5,95 metros. En Barcelona ganó porque su superioridad sobre el resto de los pertiguistas es tremenda. Sus dos intentos sobre 6,11 metros fueron una anécdota. Nadie podía esperar que el atleta soviético batiera el récord del mundo en su actual estado físico.
El último de los intocables fue el argelino Nurredine Morceli, En los 1.500 metros se encontró con todos los viejos dinosaurios de la distancia: el marroquí Auita, el alemán Herold, el inglés Cram, el keniano Rono y el español José Luis González. Todos ellos actuaron de secundarios. Morceli no tiene problemas en esta distancia. El inglés Peter Elliott dijo después del Mundial que el argelino era formidable, lo mejor que había visto en su vida. Sin aspavientos, domina la prueba en cualquiera de sus facetas. En Barcelona ganó una carrera de ritmo medio, después de ejecutar una última vuelta espectacular. Morceli sacó casi dos segundos a Auita, Herold, Yates y Cram. No importa el diseño táctico de la carrera. Morceli siempre suele sacar 10 metros al segundo clasificado.
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