Trabajadores del mundo... ¡informaos!
Domingo 1 de septiembre de 1991. Leo en EL PAÍS un artículo escrito por un experto en política internacional. Es estadounidense y se llama William Pfaff. Después de llamar periodistas" (sic) a Marx, Lenin y Trotski, y Jesuitas" (sic) a todos quienes participaron de sus ideas, nos invita a hacer recuento de muertos, mentiras y corrupción moral: cosas en las que, parece ser, el marxismo se lleva la palma.El objetivo del artículo es, evidentemente, dar publicidad y contenido a un hecho ocurrido días atrás en la URSS, y que el propio Praff nos narra: "-Una pintada sobre la tumba de Lenin añadía a la inscripción de 'Trabajadores del mundo..." la siguiente conclusión garabateada: '¡Perdón!".
Pero, el mismo día 1 (bromas de la vida), las noticias que llegan de los Estados Unidos hablan de 250.000 trabsajadores que se manifiestan para pedir seguridad social y educación (!).
Ciertamente, la derecha progresista debe reconocerlo, el camino adecuado no es el de una revolución sangrienta ni tampoco una dictadura. Pero a este lado del mundo, al que tanto gusta hablar de libertad, parece costarle demasiado entender que los hombres no nacen libres: se hacen; que nadie se hace a sí mismo (salvo las entelequias); que la sociedad determina a sus individuos (sean esclavos o independientes). Por eso (puff) aún hay cosas que el señor Pfaff no debería tirar la basura tan alegremente, no sea que la derecha, aquí conservadora, haga eterno ese extendidísimo engaño. Sin ir más lejos, del texto de Trotski que este señor nos trans-
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mite (y que él considera increíble) me permito rescatar esto: "Sólo el estudio de la anatomía de una sociedad y de su fisiología hace posible una reacción a los sucesos, basada en previsiones científicas en vez de conjeturas de diletantes".
Si quienes tienen hoy el deber de informar a la opinión pública, sean políticos o periodistas, ocultan este tipo de verdades científicas (sociología, psicología, ecología), entonces estarán poniendo trabas a la información de los trabajadores: único modo de que éstos sepan hasta qué punto tienen derecho a una educación, a un lugar digno donde vivir y, un día, llegar a ser una persona independiente de las otras (en la medida en que esto sea posible).
Este no es un asunto (Pfiff) sin impórtancia, sino precisamente, señor Pfaff, el quid de la cuestión.- José Manuel Arce García.
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