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Exquisitez y tosquedad

Todo en Skolimowski es brillante, inteligente, mundano, cínico. Es un incrédulo que cuenta historias en las que no cree, pero finge creer. De ahí el carácter nada ejemplar, sino todo lo contrario, de La llave de las 30 puertas, filme inmoral, incluso obsceno, pues está hecho convincentemente por una cineasta que carece por completo de convicción al hacerlo.No se lo cree y, desde su mirada escéptica, con auténtico refinamiento, quiere que los demás hagan el esfuerzo moral de credulidad que él se autoexime de hacer. Y el libérrimo Skolimowski se convierte así en un exquisito opresor.

Por el contrario, el tosco Nikita Mijalkov, cineasta mucho menos dotado formalmente que Godard y, Skolimowski, cuenta entre tropezones, con arritmias y, escaso refinamiento, una parábola no sólo sincera, sino verdadera, en su emotiva Y. sentimental Urga. Ama a la gente y lo transmite. Le gusta reír y hace participar en su risa. Es un llorón sentimental y quiere compañeros de lágrimas. Nada más que eso: una película tosca, menor, pero sincera y por ello hermosa. Más hermosa que las, mucho más sabias, delicias formalistas del despojo solitario que queda de Godard y de la jugarreta fría, cruel y tramposa del inteligentísimo Skolimowski.

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