Señor
El otoño está servido, señor. Mírelo, recién salido del horno, moreno y crujiente como la piel de usted, que vaya una color que nos trae este año, parece un bizcocho -me refiero al otoño-, un poco abierto por arriba, evocando esa herida sexual de la bollería fina, de la repostería de altura. El otoño nos ha salido muy bien este verano, debe empezar a consumirlo ahora que tiene la temperatura justa. Acercad un poco más el otoño al señor. Mire, Los Beatles cantarán en Moscú, sin Lenon, claro; podríamos sugerirles una adaptación de la Internacional en la que han estado trabajando los de marketing, los de marketing dicen que la melodía sigue sonando a himno, pero que la letra evoca algunos trabajos de Machín o de Juan Guerra, el de la bilirrubina. Habría que hacer retoques, claro, pero para los de marketing es éxito seguro y temen que los que vendieron el muro a pedacitos estén ya desguazando la Internacional para comercializarla en forma de pendientes o algo así. Por cierto, observe esta parte del otoño, señor, es la vacuna antigripal. Si la mira con lupa podrá ver que en cada comprimido, con caracteres microscópicos, aparecen pedazos del manifiesto comunista. Un trabajo de chinos, sí. Se los puede tragar con agua de Vichy o de república báltica, usted verá. ¿Esta esquina, dice? Es el viaje de monseñor Suquía a Cuba, en visita pastoral, por supuesto. ¿Se imagina a Fidel como refugiado de Fraga? Es que el otoño nos ha quedado cojonudo, señor, y disculpe la expresión dictada por el entusiasmo. Pruebe, pruebe un poco de las peleas de Anguita con Sartorius sobre la disolución del PCE. Es un trozo exquisito, no me extraña que se haya fijado. Por cierto, que los cadáveres embalsarnados de Lenin en metacrilato son rnagníficos. Serán unos llaveros de gran éxito, señor. Me alegro de que todo esté a su gusto, señor.
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