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Sáhara

Rosa Montero

Siempre hay canallas que aprovechan los estados de confusión y de barullo, los acontecimientos populares o las catástrofes para abusar del prójimo sin que se note mucho. Un ejemplo perfecto de esa indecencia humana lo ha dado ahora Hassan de Marruecos, que creyó que, en el revuelo y la consternación del golpe ruso, iba a poder destripar unos cuantos saharauis impunemente.Y lo peor es que casi ha acertado. Resulta curiosísimo observar el distinto rasante que el Primer Mundo aplica para juzgar las cosas. Aún recuerdo córno hervía la sangre en Occidente, córrio lloraban los presidentes y los generales (esas criaturas siempre tan sensibles) y cómo se desesperaban los padres de la patria ante los atropellos cometidos en Kuvíait por los iraquíes. Y sí, sin duda Hussein es un maldito criminal y una bestia parda, pero realmiente no sé cómo catalogar a nuestro amigo Hassan, famoso por sus mazmorras de tortura, ese Hassan que, como Hussein, incumple de manera flagrante los mandatos de la ONU y masacra civiles. Con ayuda del fino armamento que España le vende, por supuesto. Quiero decir que también es un energúmeno, y, sin embargo, ahí le tienen, hecho todo un rey, y un aliado occidental, sin que los sensibles cuidadores del orden internacional se le cabreen. Claro que los saharauis sólo tienen coraje, no petróleo.

Son pocos y son pobres, de ahí el silencio general. Un silencio que amenaza con reventarnos los oídos. Sobre todo los oídos de los españoles, que colonizamos y explotamos a los saharauis durante casi 100 años, para luego venderles y abandonarles como quien arroja un papel viejo. ¿Y qué hacemos hoy, bailar a dos aguas? Si ahora no apoyamos de verdad a los saharauis pondremos la guinda a una historia de infamia.

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