Botín de escombros
Vukovar, desolación a la orilla del Danubio
MIRJANA TOMIC, ENVIADA ESPECIAL, "Si alguien me hubiese dicho hace unos meses que la guerra estallaría en Vukovar le hubiera considerado loco", dice Rade, abogado de 37 años, hijo de madre serbia y padre croata. Rade lleva siete días durmiendo en el sótano de su casa, escuchando la caída de las bombas y de las granadas lanzadas en el centro de Vukovar, una ciudad de 50.000 habitantes a las orillas del Danubio. Su despacho de abogado recién estrenado en un bello edificio al estilo austro-húngaro se convirtió en escombros. Una bomba cayó en la puerta de entrada y otra en el jardín trasero.
Los amigos de Rade -abogados, ingenierios, arquitectos, médicos- abandonaron la ciudad. Los serbios se dirigieron a Belgrado y los croatas a Zagreb. Vukovar era el ejemplo típico de una ciudad de Eslavonia: un 40% de población croata, otro 40%, serbia, y el resto, húngara, checa y rutenia.
Rade optó por quedarse en la ciudad, esperando el desenlace político de la crisis, incrédulo de los odios que la propaganda serbla y otra han sembrado entre la población. Sin embargo, la espera, eso sí, con los hijos lejos de Vukovar, no dio resultados. Los serbios de los pueblos cercanos decidieron liberar Vukovar" con la ayuda del ejército federal,para crear la nueva frontera de Serbia y controlar la orilla del Danubio. Los croatas decidieron resistir, bien atrincherados en el centro.
Desde el domingo pasado, los combates no cesan. Los bombardeos aéreos y las granadas lanzadas desde los buques de guerra destruyeron el centro histórico. Una bomba cayó al lado del museo donde en 1920 se mantuvo el segundo congreso del partido comunista. No hay quien levante los escombros. Los pocos civiles que permanecen en la ciudad no salen de los sótanos y los refugios. Vukovar es una ciudad fantasma, donde se accede sólo por una vía, atravesando los campos de maíz controlados por las fuerzas croatas. El resto de las carreteras está controlado por el ejército y los serbios rebeldes.
Silencio desagradable
El desagradable silencio en las calles, con los negocios cerrados y sin gente, es interrumpido sólo por los disparos intercambiados entre los serbios rebeldes y el ejército federal, por una parte, y las fuerzas croatas, por otra. "No sé cuál es el nombre del cuartel militar en Vukovar. Debe de ser de algún estúpido héroe serbio", dice Novak, en el comando general de la policía, un edificio semidestruido. Desde ahíse controlan las posiciones de los combatientes croatas: policías regulares, reservistas y voluntarios. "Espero que comience pronto el combate por el cuartel, para que podamos incendiarlo todo", dice un joven de 18 años, con una cinta negra en la frente a lo Rambo y un Kalasl-inikov en la mano. "Tranquilo, llegará la hora", responde su jefe. Novak no sabe precisar bajo qué mando se halla la defensa de Vukovar: "Los del comité de crisis de Osijek nunca vienen; Zagreb está lejos y las autoridades civiles huyeron. Somos una empresa autónoma". Novak y sus combatientes en su uniforme de camuflaje conducen flamantes coches sin matrícula. Son los vehículos confiscados a los habitantes de Vukovar: impuesto de guerra.
De hecho, Rade explica: "No he visto a ningún hijo de las viejas familias de Vukovar entre los combatientes.. La mayoría de- los muchachos provienen de la gente que emigró después de la guerra de Krajina Herzegovina, las zonas pobres". Antes del comienzo de los combates, hace ocho días, la Guardia Nacional se repartía los apartamentos abandonados por los refugiados serbios. No filay quien lo impida. Es la ley de las armas.
Antes de que las armas irripusieran su ley en esta próspera ciudad, forzando la huida, los medios de comunicación serbios y croatas sembraban los odios nacionales. El semanario ST de Zagreb y el diario Politika Ekspres de Belgrado elaboraban las listas de los enemigos de sus respectivas etnias. Mucha gente salvó su vida huyendo una vez aparecido su nombre en el periódico.
El hospital de Vukovar, también dafiado por los ataques de la aviación, atiende a todos. En los primeros días hubo 16 muertos y 112 heridos, dice el cirujano Jurij Njavro. "Más de un 60% de los heridos eran curiosos", dice el doctor, "los que miraban desde el portal (le su casa el desarrollo de los corribates". Diez médicos serbios, presionados por sus vecinos o por sus convicciones, abandonaron el hospl tal para atender a los guerrilleros serbios. Sin embargo, aún hoy hay tantos serbios corrio eroatas entre el personal médico. "Por favor, escriba en su periódico que sólo queremos la paz. Que dejen Croacia tranquila", dice la directora, Vesna Bosanac.
El asedio de Vukovar continúa. Los civiles que quedan están presionados para combatir. La policía. croata recluta, sin la aprobación de Zagreb, a todos los hombres croatas, y les obliga a alistarse en los voluntarios. Los serbios, hUyendo a través del Danubio, están detenidos en Vajska, del lado de Serbia, en el centro de refugiados. Las mujeres y los niños pueden solicitar el status de refuglados. A los hombres se les obligaa luchar con los guerrilleros.
Los croatas defienden Vukovar del avarice serbio. Los serbios quieren 1iberar" la -ciudad de los croatas. Antes vivían juntos en la misma ciudad.
"Me despierto por la noche y pienso que lo he soñado todo", dice Rade un día antes de huir: "Quién sabe si volveré a ver mi casa otra vez. 'El que se apodere de Vukovar sólo conquistará escombros a menos que ahora paren la guerra".
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