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Perdieron el 'Orient Express

La novillada fue un lujo y los novilleros no la aprovecharon. Fue como si les hubiera pasado de largo el Orient Express. Perder el tren es dejar escapar una preciosa oportunidad, según expresa la sabiduría popular, pero perder el Orient Express a lo mejor significa que esa oportunidad es única en la vida. Ahí es nada, el Orient Express: lujo asiático, pompa y boato, buenos ligues, la Mata-Hari parpadeando por allí, una de espías al caer la noche, emoción e intriga... Algo bueno daría cualquiera por verse viajero en el Orient Express.Los tres jóvenes espadas de la terna seguramente habían soñado muchas veces con una oportunidad así, valga la comparación; con que les salieran en Las Ventas novillos de bonita estampa cuya casta fuera un lujo asiático, para desarrollar con pompa y boato todo el discurso de su toreo y poner la plaza boca abajo.

Ortigao / Belmonte, Millonario,

AguileraNovillos de Luis Jorge Ortigao Costa, bien presentados, bonitos y lustrosos, encastados, de excepcional nobleza. Juan Carlos Belmonte: bajonazo escandaloso (silencio); seis pinchazos, estocada caída -aviso con retraso- descabello y se acuesta el novillo (silencio). El Millonario: estocada trasera escandalosamente baja y pinchazo (silencio); estocada trasera (protestas y palmas cuando sale a saludar por su cuenta). Paco Aguilera, de Priego de Córdoba, nucvo en esta plaza: estocada trasera ladeada (petición minoritaria y vuelta con algunas protestas); pinchazo, otro perdiendo la muleta, estocada, rueda de peones -aviso con un minuto de retraso- y se acuesta el novillo (aplausos y saludos). Plaza de Las Ventas, 1 de septiembre. Media entrada.

Y el sueño se convirtió en realidad. Sólo que, posiblemente, los jóvenes espadas no llegaron a enterarse. Los seis novillos portugueses que saltaron a la arena venteña embestían prontos, pastueños, con una nobleza excepcional y, sin embargo, no acabaron de hacerles el toreo verdadero.

Paco Aguilera, que debutaba en Madrid, se aproximó un poco más que sus compañerosa ese toreo puro soñado en las duermevelas de vísperas, pero la docilidad absoluta y la excesiva invalidez de su primer novillo restaron méritos a la faena. Los lances que instrumentó de recibo, primero arqueando la pierna para fijar al novillo, luego cargando la suerte en las verónicas, provocaron un buen revuelo, y gustó en conjunto su estilo con la muleta. Aunque hubo algún reparo: se le apreciaba a Aguilera cierta tendencia a no torear reunido; a vaciar los pases hacia los espacios exteriores, distanciando al enenilgo. Este defecto se le apreció con mayor claridad en el sexto, que tenía mucha casta y le desbordaba continuamente. Mediada la faena, Aguilera logró encontrar la distancia y ligó varias tandas de derechazos, mas el estilo que había apuntado en su anterior trasteo no lo volvió a repetir.

El Millonario también tuvo novillos de calidad excelsa y les dio muchísimos pases, casi todos aseados, casi todos citandofuera de la línea del pitón, con desigual temple. Con menos temple aún instrumentó el toreo Juan Carlos Belmonte, y no se entiende demasiado esta falta de habilidad para embarcar las embestidas, pues planteaba las suertes en los terrenos adecuados, a la distancia precisa, ofreciendo el medio-pecho, según los cánones dictan. En cambio no hizo caso alguno de los cánones para prender banderillas.

Lo más lamentable de todo no fue que los jóvenes espadas torearan con imperfecciones. A fín de cuentas son novilleros, y esta etapa primeriza sirve precisamente para corregir defectos. Lo más lamentable de todo fue la mentalidad pegapasista y derechacista con que pisaron el ruedo de Las Ventas.

Aquello de echarse rápidamente la muleta a la izquierda ("la mano de los billetes", decían los castizos) y armar un alboroto ya en los primeros compases de la faena, ejecutando con entusiasmo la suerte fundamental, ni siquiera se les pasó por la imaginación. Asumiendo plenamente el conservadurismo y la espantosa vulgaridad de la mayor parte de las Figuras, se ponían a pegar derechazos, una tanda de derechazos tras otra, docenas de tandas de derechazos. Sólo al final ensayaban tres o cual iro naturales, sin capacidad para embarcar adecuadamente por ese pitón ni ganas de estarse quietos -se exceptúan unos de frente que dio Aguilera en su primer novillo-, y volvían a montar espada y pañosa con el empeño obsesivo de seguir pegando derechazos. ¿Pegaron derechazos? Les llegan a dar un duro por cada derechazo que pegaron y llenan la caja fuerte del Banco de España.

Malo es que un joven novillero deje escapar el tren de la oportunidad, que no tiene hora Fija y llega de tarde en tarde. Pero peor es aún si se trata del Orient Express- pues, por Madrid, pasa una vez en la vida. Si pasa.

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