El veraneo de los cateados
Alumnos con suspensos esperan septiembre en internados de lujo o en modestas academias
"Desde las siete de la mañana que nos levantan a las once de la noche, realmente no puedes hacer otra cosa que estudiar", dice Paloma, una alumna de COU que estudia en un lujoso internado para preparar los exámenes de septiembre. "Si no sacas una media de seis, te quedas el fin de semana aquí". Cuando un hijo suspende varias asignaturas, la preocupación de los padres les lleva a buscar un centro de verano donde les ayuden a superar el fracaso escolar. Las ofertas son variadas, desde el internado de lujo y disciplina estricta a la modesta academia de barrio.
Miles de alumnos españoles tienen que soportar durante el verano la pesada carga de los suspensos de junio y atravesar el túnel del miedo hacia septiembre. Esta situación trastoca los planes vacacionales de las familias, y a menudo surgen los nervios y los problemas en el entorno familiar. Sin embargo, los resultados de los exámenes de septiembre indican que son pocos los alumnos que consiguen enderezar en verano el rumbo perdido durante el curso.Nacho, estudiante de COU de 18 años, suspendió en junio tres asignaturas, y a raíz de ello comenzó a tener problemas en casa. Siempre había sido un alumno aplicado. Aprobó todos los cursos de bachillerato en junio, con una nota media de 7,9. "Mi padre pretendía que estudiase 10 horas diarias durante el verano para que me presentase a los exámenes de septiembre. Yo prefería repetir curso y examinarme de selectividad en junio del año que viene para no estropear la nota media y poder elegir carrera", dice Nacho. "Como no llegamos a un acuerdo me puse a buscar trabajo. El 15 de junio encontré un puesto de ayudante de camarero en un restaurante. Tras una nueva discusión con mi padre, me fui de casa", prosigue. "Gano algo más de 80.000 pesetas al mes, y el horario de trabajo -de siete de la tarde a tres de la madrugada- me permitirá asistir a clases el año que viene en el instituto".
'Penados' de lujo
El colegio SEK El Castillo está situado en una moderna urbanización en Villanueva de la Cañada, a 30 kilómetros de Madrid. Tiene piscina, canchas de tenis, gimnasio y unos penados de lujo que estudian una media de 10 a 12 horas diarias. Son estudiantes de EGB, BUP y COU, han suspendido varias asignaturas, y en los meses de julio y agosto, por unas 250.000 pesetas, tienen ante sí la tarea de intentar el aprobado en septiembre.
En El Castillo hay, en verano, 320 alumnos en régimen de internado, aunque los profesores prefieren decir residencia. "Lo de internado tiene connotaciones que no nos gustan", dice Jesús Pérez, jefe de estudios del colegio. Menos de la cuarta parte son alumnos habituales del centro, el resto procede de todas partes de España. "La base de nuestro método pedagógico es el plan personalizado que elaboramos para cada alumno, adaptado a las asignaturas que haya suspendido y con un seguimiento de su trabajo personal. Todo ello en clases de 12 o 15 alumnos como máximo", dice Pérez.
Luis, que cursa tercero de BUP, corrobora: "Aquí te conocen los profesores, no es como en el instituto donde estudio. Allí cada uno va a su rollo. Pero esto es un agobio, en cuanto no estás estudiando ya tienes a alguien encima de ti".
En El Castillo parece haber una obsesión por el estudio. "Al principio nos dejaban salir -con autorización de los padres- los viernes por la noche. Ahora tenemos exámenes cada 15 días, y para no perder clase, los hacemos los sábados por la mañana", dice Paloma, una estudiante de COU.
Jesús Pérez, el jefe de estudios, reconoce que, al supeditar las salidas de fin de semana a los resultados, utilizan el método "del palo y la zanahoria". Aunque especifica que "la disciplina no es impuesta, sino que a los chicos se les hace comprender la conveniencia de unas normas. Tratamos de evitar que vengan a rastras. Es importante que asuman por sí mismos el esfuerzo que se les exige", dice Pérez.
Luis asegura no estar acostumbrado a unas normas tan estrictas: "Por la mínima ya te castigan sin piscina, o sin salida de fin de semana", dice. Sin embargo, Carlos, que también estudia en El Castillo durante el curso, señala: "Las normas en realidad son una tontería y es muy fácil seguirlas. Te da lo mismo encender un pitillo aquí que 20 metros más adelante, donde está autorizado, y así no te la cargas".
El agobio
Un grupo de alumnos de tercero y COU que se dirigen al comedor coinciden en que un verano así es un agobio. Sin embargo, no parecen tomar como una tragedia su estancia en el colegio. Así, Mónica, estudiante de COU, añade: "Esto sólo se parece a un verano de verdad en que hace calor; pero está bien haber venido aquí, porque es la única manera de poder aprobar". Todos hacen propósitos de estudiar más el curso que viene para no repetir la experiencia. Pero Carlos, auténtico veterano, en esas lides, afirma: "Eso mismo dije yo el año pasado. Estaba convencido de que iba a estudiar durante el curso, y ya ves, aquí estoy de nuevo". A pesar de su escepticismo no puede evitar decir: "Del año que viene no pasa".
Un ambiente mucho más relajado en cuanto a la disciplina se aprecia en las múltiples academias especializadas en las recuperaciones de verano. La academia Carranza, en el madrileño barrio de Legazpi, por un precio mucho más módico, 5.000 pesetas por una asignatura y tarifas decrecientes para los que tienen varias, acoge a unos 120 alumnos de las mismas edades y cursos que los de El Castillo, pero ataviados con una vestimenta más colorista que tiene poco que ver con el adusto uniforme colegial de aquéllos.
Ambiente relajado para hacer 'novillos'
Los alumnos que optan por prepararse en las academias no sufren la vigilancia ni los horarios tan penosos de los internados. "A la mayoría los traen sus padres. En general vienen poco preparados y no tienen muchas ganas de estudiar", admite Javier Jiménez, profesor de matemáticas, física y química en la academia Carranza, de Madrid."He repetido primero de BUP y este año me han quedado seis asignaturas de segundo. Le dije a mi madre que me trajese aquí, porque a este paso voy a acabar el bachillerato con bastón", dice Olga, de 17 años. Pero no siempre se encuentran estudiantes con tan buenos propósitos. "En una ocasión avisamos a los padres de un alumno que se había ausentado una temporada. Se presentó en la academia de inmediato pidiendo que le dijéramos a su madre que le habíamos entregado un horario equivocado y que por eso había faltado. Y lo curioso es que a veces los padres defienden a muchachos que vemos que los engañan a diario", dice Jiménez, quien añade: "Otras veces nos encontramos con algún padre que nos pide que utilicemos mano dura con su hijo, pero nosotros no podemos seguir una disciplina estricta. Se nos vaciaría en dos días la academia".
La paciencia de estos profesores es reconocida por Francisco José, de tercero de BUP: "Aquí por lo menos te aguantan y si no entiendes algo te lo explican; en el instituto pasan de ti". Sin embargo su disposición al esfuerzo no va muy lejos. Muchos de ellos han tenido vacaciones en julio. "Es lo menos que puedes hacer, todos hemos aprobado alguna asignatura y por eso ya nos merecemos un descanso", afirma Francisco José.
Las actividades desarrolladas en academias y colegios parecen ser insuficientes para variar el signo de los resultados. A la hora de la verdad es excepcional el caso de los que acuden a tina academia y mejoran su nivel.
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