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YUGOSLAVIA, LA CULTURA DESGARRADA

Sarajevo podría ser Beirut

La guerra en Bosnia-Herzegovina envolvería a musulmanes, serbios y croatas

"Lo de ahora entre Serbia y Croacia es Disneylandia, en comparación con lo que podría pasar aquí", dice en Sarajevo el poeta Abdulah Sidran, guionista de las películas de Emir Kusturica ¿Te acuerdas de Dolly Bell? y Papá está en viaje de negocios. En Bosnia-Herzegovina, corazón geográfico de Yugoslavia, viven musulmanes, serbios y croatas. En caso de fatal deterioro de la convivencia -y ya hay 11.000 refugiados procedentes de la Eslavonia en guerra-, Sarajevo sería un nuevo Beirut, y Bosnia-Herzegovina -región de abruptas montañas que albergo eficazmente a los partisanos de Tito-, el más terrible ejemplo de libanización o balcanización.De familia musulmana, Sidran, de 47 años, es hombre guasón y tolerante. Buen bebedor, señala el par de pavos reales que se pasea junto al asiento reservado al fallecido Ivo Andric, en el bar de la Casa de los Escritores: "No son símbolos de las actuales Serbia y Croacia, sino policías antialcohol". Consumidos unos cuantos whiskies, sugerirá como solución al problema yugoslavo una frontera vertical. "Estamos pagando un precio muy caro", dice, "nuestro sistema está roto, lo han roto los extremistas".

Entre los intelectuales bosnios se repite siempre la queja por cómo lo que era Yugoslavia ha reventado. El propio Emir Kusturica, de 36 años, que acaba de terminar su primer rodaje en EE UU -Arowtooth Waltz, con Faye Dunaway y Jerry Lewis-, no oculta la rabia: "El colapso de Yugoslavia es el de una cultura multinacional que, especialmente en los años 80, ha sido increíblemente productiva en cine, fútbol, música, baloncesto, plástica... Ahora están tratando de destruir Bosnia, la fuente de Yugoslavia".

Error

Hijo de partisano, Kusturica quiere desmentina toda costa que lo que desgarra hoy Yugoslavia es, como sostienen eslovenos y croatas, una guerra entre democracia y bolchevismo: "Si Europa se lo cree, estará en un error. Yugoslavia son muchos problemas, pero el básico es la lucha por el poder entre serbios y croatas. Y los representantes políticos carecen de credibilidad".

Kusturica ironiza sobre ciertas posturas que, a su juicio, enmascaran el auténtico problema nacionalista: "Por ejemplo, Eslovenia compraba la leche en Serbia, la embotellaba en Bosnia, le ponía el sello en Eslovenia y la vendía dentro y fuera de Yugoslavia. Después decía que no había mercado libre". Al volante de su Land Rover, bajo el aguacero de una noche de Sarajevo adentro, confiesa: "La gente sensata quiere convencerse de que saldremos de ésta, pero yo me temo que vamos a la guerra".

El agitador cultural Nele Karajlic, miembro del movimiento Nuevo Primitivismo -del que Kusturica y Sidran forman parte, y que está planteándose la autodisolución, para no aburguesarse- también se lamenta: "Vengo ahora de Croacia, y mis amigos allí eran antes gente normal, drogotas, apolíticos: hoy todos dicen lo mismo, Croacia, Croacia. En Sarajevo, en cambio, te sientas con tres personas y hay 10 opiniones".

Sarajevo es hoy el gran centro del rock yugoslavo, con grupos como Bijelo Dugme (Botón Blanco), Merilim, Indexi o Crvena Jabuka (Manzana Roja). En los bares suenan Gipsy Kings y mil ejemplos flamencoides. "La Sarajevo que amo", dice el actor Harris Buriná, del independiente Teatro Tatoo, "es la que sabe vivir con energía de rock y sin hacer distingos entre etnias".

El poeta Stevan Tontic, de origen serbio, quisiera preservar a Bosnia de la catástrofe: "La vida y el trabajo deben estar por encima de esta mierda. Lo importante es vivir juntos. Aquí lo que hay es una venganza de los clérigos y de los nacionalistas contra el comunismo". Y el también poeta, de origen croata, Andelko Vúletic, remacha: "El comunismo está muerto, y crecen los nacionalismos casi nazis, que estaban tapados. Ojalá tengamos tiempo de resolver todo este malentendido".

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