Verano con gamberros

Hace 19 años que voy de vacaciones a una maravillosa urbanización de Benidorm. Es un lugar paradisiaco, con tres piscinas y una amplia zona ajardinada.Hasta ahora, uno disfrutaba de sus vacaciones en este maravilloso lugar, en el más amplio sentido de la palabra. Podías ir a los lugares de diversión y volver a tu apartamento a descansar cuando te apeteciera. Ahora sólo puede hacerse lo primero, ya que lo segundo está vedado por lo siguiente: es la moda que grupos numerosos de gamberros, a la salida de las discotecas y a diario, como si de un ritual se tratara, tengan como lugar de encuentro de final de la noche las piscinas de la urbanización.

Allí permanecen de dos a seis de la madrugada entre chapuzones, gritos y gamberradas de todo tipo. De vez en cuando también se oye algún grito desesperado de alguna persona que creía que después de un largo año de trabajo se había merecido un descanso. Pero todo es inútil. No hay normas, no hay ley que impida estos atropellos.

Da igual que tengas que partir temprano de viaje a tu lugar de procedencia, sabes que tendrás que hacer los cientos de kilómetros sin haber podido dormir. Para estos salvajes no hay ninguna norma de respeto ni a las personas ni a las cosas, eso está muy por detrás de su objetivo, divertirse por encima de todo.

¿Culpables? Sí, sus padres, que se lo permiten. Yo me pregunto: ¿qué educación darán estos jóvenes en el futuro a sus propios hijos?

Por mi parte, todo lo que puedo hacer, como pienso que pueden hacer todas las personas a las que esas situaciones no les gusten, es, no volver a lugares que, aunque maravillosos, han

sido tomados por los gamberros, aun consciente de que éstos nos vetarán muchos sitios con su mala educación, salvajismo y falta total de principios-