_
_
_
_
Tribuna:EL MAPA DE ESPAÑA / 11 - CASTILLA-LA MANCHA / y 2
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El parto de las mil cabras

Foto: Cristina García RoderoHoy el Albacete está en primera tras 70 años de pugna. Mi antiguo amor albaceteño lleva casada 14 años con un rico farmacéutico de la calle de Pizarro.

En el ámbito del intercambio, viajando estos días por los entornos de Puerto Lápice, subió al coche un tratante de ganado cuya misión era vender 17, cabras por un precio entre las 3.000 y 4.000 pesetas la cabeza. Pero en el fondo le traía sin cuidado la operación, siendo la hora que era y teniendo en cuenta que ese mes llevaba ganado más de lo necesario. En Mora, cerca de Toledo, existe una asombrosa construcción, sede del Ayuntamiento, que se define así: "Se trata", dice una guía sobre esa entelequia, "de un edificio historicista compuesto por dos plantas más un torreón semicircular en el chaflán. La planta baja consta de ocho huecos en un paño y dos en otro, todos del mismo tipo; de arco de herradura cuyo trasdós es lobulado. En el chaflán se sitúa el acceso, de arco de herradura enmarcado por alfiz. Las dos plantas se separan por una imposta a base de verdugadas de ladrillo dispuesto a soga en dientes de sierra". ¿Cuánto vale este párrafo? ¿Tres mil, cuatro mil? ¿Cinco mil cabras? ¿Cómo no enamorarse de esa escultura fonética y hacer el amor en un alero sostenido por ménsulas de alarde mudéjar? ¿Qué garganta, qué cuello puede ofrecer más? ¿Aquella chica de Albacete, la mujer del tratante de cabras? ¿Wisconsin, Hamburgo, Igualada, Polop, Ribadesella? Castilla, en su versión manchega, es el desmentido de la tópica concupiscencia mediterránea. Nunca hasta tropezar con la muchacha de Albacete había conocido una chica de nariz mejor trazada. La chica, en efecto, era tan bonita que la proclamaron Miss Turismo 1969 entre los veraneantes de Santa Pola. Salíamos una tarde sí y una no, porque, de otro lado, aquel estudiante de piloto dejaba su camisa en el pañol del bote y cruzaba a nado la bocana con una perfección que a mí mismo me enamoraba. La noche en que la eligieron Miss yo estaba sentado a su lado. Esperaba que me tendiera la mano para salir al baile de honor. Pero se incorporó en un improviso y fue a buscar la mano de aquel tipo espigado y moreno, dos mesas allá. El viernes pasado traté en vano de localizarla. Habían pasado más de 20 años.

Pero volví a recordarla intensamente en las lagunas de Ruidera, un estuche forrado de agua verde que pone sus cucharas de brillo entre las provincias de Ciudad Real y Albacete. En ese paraje, hoy rodeado de chiringuitos con chuletas a la brasa y ensaladas, se aúna perversamente la idea del campo y el mar. Por un lado, priva la sensación de ha2larse junto a una playa ortopédica; por otra, presiona el augurio de que el agua ha adquirido una buena relación con el lugar. Una avenencia decisiva entre las pupilas de algún animal celeste y la rudeza de la era.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

De acuerdo, Castilla-La Mancha no tiene playa. Pero la playa ya no impresiona a nadie. En Pastrana, un lugar donde la plaza principal se llama desde la eternidad La Hora, existe un pub llamado El Ambigú, donde un cartel sobre fondo azulado reza: "Se prohíbe fumar con aditivos". Las castellano-manchegas no son ni eran aquellas ayas jóvenes que se imaginaban The New York Times y algunos fotógrafos costumbristas. Canturrean el rap junto al palacio ducal como una concesión al gusto, son dueñas de una estirpe que desafía con merecida altivez a otras.

Mucho más, al sur, en Ciudad Real, existe un enclave, especie de paraje encantado, Las Virtudes. Tiene de excepcional ese rodal que allí puede verse una plaza de toros cuadrada. En uno de sus flancos hay erigido un santuario, especie de enfermería espiritual para el torero muerto, y en su frente se alza un cotarro de encinas, refugio para el flameado espíritu del toro.

No es esto el fin. El surrealismo del coso cuadriculado se reproduce después en otro pueblo, Viso del Marqués, donde existe, en pleno corazón campestre, un archivo y museo dedicado a la Marina. Su promotor no fue otro que don Alvaro de Bazán (de la famosa empresa Bazán), al que un camarero de Daimiel me definió como el Schwarzkopf de hace cuatro siglos.

Epitafio de caballero

Don Alvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, venerado por el pueblo, nació el 12 de diciembre de 1526, y su epitafio, dentro de la iglesia principal, reza así: -Vencedor de los turcos en Lepanto y Albania. De los moros en Túnez y la Goleta. De los portugueses en Setúbal y Lisboa. De ingleses y franceses en Las Terceras. Terror de los infieles, peleó como caballero, escribió como docto, vivió como héroe y murió como santo en Lisboa". Pero dirá usted: ¿cómo un marino de tal alta talla establece su residencia a la vera de Despeñaperros? ¿Qué le impulsaba a apartarse del mar? La respuesta popular es ésta: Viso del Marqués se encuentra en un punto geométricamente equidistante de Madrid y de Lisboa, de Cádiz y de Cartagena. El gran marqués de Santa Cruz se estacionaba allí porque aquél era el punto geográfico que le permitía atender con prontitud cualquier llamada imprevista que le llevara al mando de las flotas. El marqués, además de guerrero, héroe y docto, era honrado. No en vano se le calificaba de santo. En la parroquia consagrada a la Virgen cuelga sobre el coro un gran cocodrilo disecado y con unos 5.000 años de antigüedad que don Alvaro transportó desde Egipto, hace casi cinco siglos, con el solo fin de ofrendarlo a su patrona.

¿Conquistar a una chica de Albacete? Los manchegos se sienten tan seguros de ser manchegos que, según declaración de un paisano de Tembleque, no necesitan reivindicación alguna. "Nosotros somos manchegos. ¿Para qué hacer proclamas? ¿Quién lo va a discutir?". En pocos ámbitos de España se constata mejor conciliación entre el ser y el estar. Los castellano-machegos se encuentran, en general, a bien con su demarcación. Se acunan, crecen, se amanceban, fuman y trasiegan con su habla y su mapa. Los pueblos manchegos han hecho con su reciedumbre una realidad superviviente. Las villas seudoprimitivas de la Serranía y la Alcarria han dotado a su residencia de una teoría tan elemental como planetaria, y los antiguos pueblos de La Mancha han anclado el planeta allí.

España es un catastro policromado que llega hasta el mar. Pero también, para los castellanos, es verdad -aunque no sea cierto- que la costa, la pinada, las batallas navales o la idea de nación que todo lo abarca les corresponde ancestralmente. Aquí no hay playa, pero el almacén de todos los bártulos para montar las fiestas patronales o las guerras parece pertenecerle. Aunque ya no exploten el negocio sacral y dramático.

¿Tierras macho? ¿Tierras sin bodies de seda? Muchos hombres y mujeres de Castilla-La Mancha no presumen de nada. Desconocen la grandilocuencia tanto como la presunción o la falta de fe. El olor del espliego, el aire de los molinos, los campos mentolados de alfalfa, los desiertos sembrados, restituyen como una ensoñación la espiral de una riqueza en el más allá. Son creyentes a fuerza de dar con la vista en el terrón, ateos por la impenetrable violencia del cielo, a un palmo del tejado.

Campos cuadrados, plazas mayores en cuadrado, castillos techados al ras. Lo escueto tras lo escueto. El desnudo tras el desnudo. La realidad baja o celeste doblada por la entidad de lo patente. Todo exorno es barrido por el lenguaje, toda metáfora es superada por la dicción del término preciso. Sólo el mar ausente y su léxico encantado se asemeja al océano castellano y sus jovadas, glebas, alfabas, heredades, hacenduelas.

Si estos habitantes fueran mutilados en su idioma, la guía de sus orígenes (Hueva, Almadén, Luciana, Ayna, Malpica, Zaorejas, Riopar, Yémeda) se desvanecería consigo. Su patria se cuenta entre la vastedad del campo, la lona de un cielo plano y una dialéctica de ovejas o cabras, siempre aptas para un enorme y enamorado parto de palabras. Hectáreas y hectáreas de palabras. Una extensión que El Quijote mismo malguarda. ¿La albaceteña? Sigo el camino hacia Motilla del Palancar, me adentro en Cuenca, duermo en la capital, y al día siguiente, de camino a Beteta, paso por Solán de Cabras y recorro un balneario recoleto donde se congrega la enfermedad y la edad, la paz y el desengaño, el fin y la reconstrucción del mundo. Bebo allí un vaso de agua y leo con lentitud su invisible contenido en minerales. Un aporte curativo que posee, pero no enseña más que en la profundidad del sabor; tal como sucede con los cuerpos del amor joven, abastecidos hoy con la riqueza de incurables olvidos.

Mañana- Murcia Datos sobre la existencia Juan José Millás

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_