Una crisis europea
La crisis de Yugoslavia es la gran preocupación de los austriacos, pero sigue siendo emocionalmente remota para el resto de los europeos occidentales, preocupados en agosto por el sol, la playa y el sexo. La guerra es algo de lo que la gente no quiere oír hablar.Los austríacos tienen buenas razones para temer una guerra en Yugoslavia, en su frontera sur. Si Serbia logra anexionarse las regiones de Croacia de mayoría serbia, lo que parece muy posible que ocurra -no hay más que ver el fracaso, hasta el momento, de los intentos de mediación de la Comunidad Europea-, será el primer acto de agresión militar que haya tenido éxito desde la II Guerra Mundial.
Las implicaciones simbólicas y políticas de este hecho serían inmensas. El gran logro de la posguerra europea ha sido el rechazo a la guerra como instrumento de engrandecimiento nacional. Éste era el fin de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, y el de todas las instituciones comunitarias que la siguieron. Si el desafío a este principio tiene éxito, sería el fin de los 46 años de paz y reconciliación europea que han seguido a la II Guerra Mundial (y que uno consideraba como el logro que define nuestro tiempo). Algo nuevo (y viejo) empezaría.
Al éxito de Serbia probablemente seguiría la división de Bosnia-Herzegovina. Se constituiría una Gran Serbia, una menor y más amarga Croacia y (durante un tiempo) una Eslovenia autónoma en la frontera sur de Austria. Esa frontera era también la frontera de Europa: la frontera de la guerra fría, que separaba la Europa democrática de la Yugoslavia no alineada, pero comunista, tras la. cual se hallaba el bloque comunista.
Los sucesos acaecidos desde 1989 en la Europa del Este y en la URSS parecían haber levantado esa frontera y ofrecer la perspectiva de una Europia totalmente democrática. Serbia está volviendo a imponer la frontera político-moral, y la consecuencia será su propio aislamiento. La separación de Austria de Eslovenla y Croacia, hasta 1918 provincias austriacas, fue arbitraria; la frontera histórica era. la que separaba Croacia de Serbia y BosniaHerzegovina, antiguas posesione
La opinión pública austríaca es fundamentalmente favorablea un reconocimiento internacional de la independencia de Eslovenia y Croacia, al igual que la opinión alemana -lo que ha provocado la respuesta de Belgrado en el sentido de que la amenaza para,el mundo no es el nacimiento de una Gran Serbia, sino la perspectiva de una Gran Alemania, un "IV Reich", citando a la prensa serbia-; Viena hubiera reconocido la independencia de Eslovenia si, a principios de julio, la Comunidad Europea no la hubiera advertido en contra por temor a complicar la crisis.
Y los temores de la CE eran también los de Estados Unidos: una Yugoslavia violentamente desintegrada en Estados autónomos, pero inviables, ¿no cuestionaría las fronteras y minorías europeas -y soviéticas-?
El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher, ha observado que desde que Serbia es la que obstaculiza el alto el fuego y alimenta la crisis es a ella a quien se debe pedir cuentas. Sin embargo, sancionar a Serbia no es especialmente práctico. Yugoslavia ha sido un único país, y en sus aspectos más esenciales tiene una única economía.
Está también la propuesta de una intervención militar europea. Es algo imposible de llevar a cabo sin correr el riesgo de una involucración directa en el combate. Sin embargo, el impacto de una iniciativa militar europea podría constituir un serío golpe para el actual Gobierno serbio. El líder nacionalista serbio, Slobodan Milosevic, no tiene a su lado a un pueblo un¡do. Muchos serbios patriotas ven claramente adónde está llevando Milosevic a su país y piensan que terminará en un desastre. Sería útil demostrarles que realmente es así.
La crisis es consierablemente más grave de lo que la mayoría de los europeos ha querido reco nocer. Insisto en que es una crisis europea; no es un tema en el que los Gobiernos europeos puedan mirar a Washington para encontrar una solución. Tiene lugar en el mismo sitio en el que se inició la guerra civil europea de 19141918, con el mismo protagonista, Serbia, y el mismo problema: el choque del nacionalismo serbio con un orden político balcánico establecido, pero no satisfactorio.
El principio que debe ser afirmado para poner fin a esta crisis es el de que los poderes europeos, actuando colectivamente, se niegan a tolerar un expansionismo territorial conseguido mediante la agresión militar. Es el principio por el que se reconstruyó la Europa occidental de posguerra y por el que se creó la Comunidad Europea. Es el principio de seguridad colectiva defendido por todas las potencias occidentales desde 1945. Es la razón de la fundación de la UEO y de la OTAN, y la causa de la intevención de Occidente en Corea en 1950. Es el principio sobre el que se formó la coalición que intervino en Kuwalt e Irak a principios de este año.
Por una vez, la analogía con Múnich es válida. Evidentemente, hay algo de razón en las quejas de Serbia contra Croacia. También los sudetes germanos tenían razones para quejarse del trato que les daba la mayoría checa en la Checoslovaquia de 1918, pero eso no justificó que Alemania se anexionase Sudeteland ni la consecuente destrucción de la independencia de Checoslovaquia. Las condiciones en que viven los serbios en Croacia (o Eslovenla, o Bosnia-Herzegovina) no justifica el desmembramiento de esas naciones en favor de una expansión territorial de Serbia.
Mucho se ha escrito sobre el peligroso precedente que para el resto de Europa y la Unión Soviética sería el que Croacia y Eslovenia se separaran de Yugoslavia, pero se ha dicho muy poco acerca del precedente, mucho más peligroso, que sería permitir que Serbia ampliara su territorio por medio de la subversión política y de la agresión militar.
Los principios de no agresión y del rechazo europeo colectivo a cualquier tipo de apoyo a una agresión militar son esenciales para la creación de una Europa verdaderamente nueva que incorpore los Estados ex comunistas. La crisis provocada por Serbia, dado que es una crisis interna de Europa y de Occidente, es mucho más importante que lo que lo fue la guerra del Golfo.
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