País de las mil terrazas
Un día por la mañana, lejano ya, el que fuera historiador de una taberna -la del torero-pintor Antonio Sánchez, viva aún en la peatonal Mesón de Paredes-, el renombrado costumbrista Antonio Díaz Cañabate dijo, a través de las ondas, una bobada así: "Me gustaría vivir en el monte para hablar con los pastores". Peor para él. Lo cierto es que aquel sinsentido enganchó al oyente, que era un servidor, y así pudo escuchar de la misma boca: "Madrid es el país de las mil terrazas. De hecho, cada madrileno es una terraza". Ni más, ni menos.Los madrileños, en agosto, simplemente porque es el mes de agosto, se van de terrazeo, aunque,el calor achicharre. Por eso hoy nos vamos de terrazas, pero de terrazas singulares. Esto es: abiertas en agosto, agradables y donde se almuerza y se cena en plan sobresaliente por lo menos.
Hay que toparse necesariamente en el número 53 de la avenida de Bruselas con Bruselas, donde un asturiano, Luis García, ha inventado un rectángulo fabricado de setos salteados de pinos y coronado por un armazón-estructura que despliega un toldo si es necesario para calmar el sol o despistar unas gotas de agua, inimaginables en esa cosa que llaman cielo. Como en su restaurante del sótano (un cierto estilo inglés, tiznado de belle époque, ya creado en 1962), en la terraza hay un servicio tentado a veces por la exquisitez, una vajilla, un bonito en escabeche de cosecha propia y una carne y un pescado emblemáticos. Hay en la cocina tres chef que dan cuenta de lo dicho y mucho más. Hay uná bodega preñada de añadas. Y hay que reservar, porque la carne y el pescado y el verde circundante atraen por la noche al mujerío, con maridos o novios, eso sí. Luis García da un puñetazo suave encima de la mesa para que se entere hasta Dios "que yo no reparo a la hora de comprar el producto". Dato a saber: hasta se come por menos de mil duros, comilones a parte. Otro tanto ocurre al otro lado de Madrid, en la casa de Campo, en el antiguo pabellón de Vizcaya, donde, a modo de caserío vasco, asienta Currito, con sus pimientos del país, con los chipirones de Potera, con sus chuletones y besugos a la parrilla gigantesca, con sus sardinas y ¡anchoas de Santurce, a donde van y vienen a diario dos furgonetas cargadas con la cosa de la casa rnatriz. Y con su invento, el foie-gras en escabeche. José Miguel Muñoz cuida ahora este inmenso jardín hecho de árboles enormes, estampillados por la Cruz de Crutziaga, una de las cruces que en Euskadi indicaba el camino de Santiago. ¿Hace falta hablar del chacolí divertido de la casa? Pero se puede contar igualmente con "toda la España vinícola, representada en nuestra bodega". Lo dice el amo.
Un gazpacho distinto
En todas las terrazas advierten sobre el gazpacho y sopas frías. ¡Pues no más! Pero en el Mesón, la responsable advierte: "El nuestro es gazpacho extremeño, que es distinto". Esta terraza, casi tan grande como la Europa de los Doce, está más allá del centro de Nladrid, a 14,500 kilómetros por la carretera de vuelta de Colmenar Viejo; es la terraza adosada al Mesón, fundado en 1933, donde un día se echaron a perder el rey, Juan Carlos y el entonces presidente italiano, Pertini. Salvo los domingos noche todo el agosto de los calores hacen su tortilla paisana y los asados, y lo que muchos no imaginan: quizá la mejor paella de Madrid. En este descanso del cuerpo y del alma se puede comer tirando a barato, como ocurre en otro santuario del extrarradio, llamado Ginebra, restaurante y terraza que hace de mojón en el kilómetro 3,300 de la carretera de El Pardo. Dice Juan Unzurruzaga, el que manda: "Aquí, además, sólo tenemos por vecinos a los reyes de la Zarzuela". En este comedor del verano quemante se comen carne y pescados "al horno de carbón, subráyelo". Y chipirones, y marmitaco, y más y más. Y por menos de 3.000 pesetas. A decir en vez alta que los dependientes reparten chales y jerséis nada más que pinta la noche. Hace frío.En este "país de las mil terrazas", habría que mentar como "palabras mayores" del mes de agosto a Fortuny, ese palacio-restaurante que tiene su jardíncomedor. Y el maravilloso patio-terraza del hotel Miguel Angel. Y la bonita y ruidosa terraza del hotel Ritz. Es cosa de mucho, muchísimo, papel.
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