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Un divorcio de 50.000 millones

Gardini acepta la liquidación de los Ferruzzi y su fracaso en la reforma del grupo familiar

Casi 600.000 millones de liras (más de 50.000 millones de pesetas) en efectivo e inmuebles, pero ni una sola empresa, son la compensación de Raúl Gardini, de 58 años, por asumir su fracaso en el intento de coronarse rey de un grupo de dimensión internacional estructurado sobre la química. Náufrago bajo los vientos de la familia Ferruzzi y del Gobierno de Giulio Andreotti que no ha querido perder su poder industrial en la aventura empresarial más importante registrada en Italia durante la última década.

El acuerdo de liquidación de los 42 años de servicios prestados por Gardini y del 23% de su mujer, Idina, en el grupo Ferruzzi, sanciona el divorcio con sus cuñados y cuñadas del campesino que llegó a corsario. Desolación y asombro en Ravena, donde los Ferruzzi han sido el modelo de familia rica, discreta y unida. Pero el acuerdo plantea también un interrogante urgente al peculiar capitalismo familiar italiano sobre si las grandes decisiones de gestión de un grupo como Ferruzzi, que factura al año más de un billón y medio de pesetas, pueden en los albores del siglo XXI estar sometidas a los temores, ambiciones y cambios de humor de la parentela.Entre los siete supervivientes históricos que todavía forman parte de las 22 familias con voz y voto decisivos en la industria privada italiana, sólo Giovanni Agnelli, el presidente de Fiat, ha hecho todo lo necesario para separar claramente las circunstancias familiares de la gestión de las empresas.

Serafino Ferruzzi, fundador del que hoy es el segundo grupo de Italia, dejó una herencia antitética cuando su jet se estrelló en 1979. Su único hijo, Arturo, controlaría el 31 % del holding y el resto se repartiría en cuotas del 23% entre sus tres hijas, Franca, Idina y Alessandra. De este modo, Raúl podría dirigir los destinos de la sociedad con el apoyo de una sola de las hermanas. La propiedad quedaba absolutamente cerrada para los gestores, incluso para Gardini, casado con Idina Ferruzzi, que era parte de la familia.

Pero Gardini era también el heredero natural de la gestión del viejo Serafino frente a un Arturo Ferruzzi siete años más joven, que ha sido considerado siempre persona poco ambiciosa. En virtud de un mandato trienal de los cuatro vástagos de Serafino, Raúl Gardini asumió aquel grupo que, entonces, centrado en la agroalimentación, facturaba algo más de 100.000 millones de pesetas y no tenía cuentas consolidadas. Así empezó a actuar libremente en los negocios con tanta audacia como había demostrado en las partidas de poker del Bar Nazionales de Ravena.

Ahora se ha sabido que Alessandra, la menor de los Ferruzzi, de 31 años, que hizo estudios de economía, se negó en 1985 a renovar el mandato de Gardini, aun estando casada con Carlo Sama, que ha sido hasta hace pocos meses el brazo derecho de Raúl. El motivo de esa negativa era el desacuerdo de Alessandra con la compra de Montedison.

"Sólo a un ladrón se le despide de esta manera", ha dicho Gardini en medio de unas negociaciones tensas, que han dado oportunidad para que la prensa airee historias de familia, como los amores de Arturo Ferruzzi con la constructora boloñesa Cristina Busi, mientras su mujer legal, Manuela Serena Monghini, cuida de la suegra; o la supuesta rivalidad entre Ivan Gardini y Massimillano Ferruzzi, el joven hijo de Arturo; o la desolación de Elisa Fusconi, la viuda de Serafino Ferruzzi, que ha roto un silencio de años para expresar su "gratitud y afecto" por Raúl.

Pero lo cierto es que el fracaso de Gardini tiene poco que ver con querellas estrictamente personales. Se ha estrellado contra la familia y el Estado, en tanto que pilares básicos de la economía italiana. Ahora, con su liquidación multimillonarla y la ayuda de su amigo francés Jean-Mare Vernes, intentara una nueva carrera desde Francia. El tiempo dirá si le espera un futuro dorado o si tendrá que sentarse en la fila de los outsiders junto a Marlo Schimberti, el ejecutivo de la Montedison que, intentando también rescatar la empresa de las familias, abrió la puerta por la que se coló Gardini para iniciar su irrestible ascensión.

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