El año de Fujimori
UN AÑO después del tsunami, el maremoto político que llevó a la presidencia a Alberto Fujimori, un peruano descendiente de japoneses por los cuatro costados, no han cambiado mucho las cosas para los habitantes del país andino. Siguen padeciendo en igual medida el terrorismo de las guerrillas, unido al de suspropias Fuerzas Armadas y policiales; sufren la miseria galopante, y, por si fuera poco, han recibido la plaga del cólera, que en medio año ha causado casi tantas muertes,como la violencia política.Fujimori ganó las elecciones a base de prometer que no aplicaría una política económica de choque, como preconizaba, de forma abierta y tal vez ingenua, su contrincante, el escritor Mario Vargas Llosa. Pero, pocos días después de asumir el poder, Fujimori decretó el llamado fujichoque, lo contrario de lo que había predicado en su campaña. Sin duda, no le quedaba a Fujimori otra alternativa, tras la envenenada herencia recibida del Gobierno de Alan García, que dejó el poder con una inflación mensual cercana al 100%. En un año, la política económica de Fujimori ha conseguido reclucir esa cifra a un porcentaje que se mueve en tornoal 10% mensual, pero a costa de una recesión brutal y de un incremento del hambre y la miseria, que los peruanos soportan, con admirable estoicismo, no se sabe hasta cuándo.
Con una frialdad implacable, sin la más mínima contrapartida de un plan de emergencia social, el Gobierno de Fujimori ha sacrificado la alimentación de su pueblo, e incluso su salud, a la reinserción de Perú en los circuitos financieros internacionales, que había abandonado, el Gobierno de García con su negativa a pagar la deuda externa. Fujimori se plegó a las exigencias de las autoridiLdes del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), apoyados por el Gobierno de sugancestros japoneses. Su visita a Japón se convirtió en su particular viaje a Damasco: Fujimori, que había prometido el oro y el moro al electorado, se convirtió en paladín de la más dura política fondomonetarista. A su regreso de Japón, mandó a casa a los colaboradores de su equipo inicial que mantenían veleidades populistas o eran favorables a una intervención del Estado en la economía del país. Probablemente, este haya sido el mayor mérito del prirrier año de gobierno de FuJimorí: aplicar a Perú la purga inevitable, sin que el país se incendiase.
Con más de 3.000 muertos en su primer año de gobierno como consecuencia de la violencia imperante en el país, FuJimori amenaza con batir todas las marcas de sus antecesores si se mantiene este ritmo hasta el final de su rriandato. Los organismos de derechos humanos han denunciado los atropellos que a diario se cometen en Perú, donde las Fuerzas Armadas y la policía parecen empefiadas en una competencia criminal con los terroristas, El análisis y la eliminación de las causas estructurales de la violencia, que Fujimori prometió como remedio contra el terrorismo, se han convertido en la realidad cotidiana del "dispare primero y averigüe después", como supremo principio de la estrategia antisubversiva.
A pesar de todo, la impresión general es que el primer año del mandato de FuJimori ha resultado mejor de lo esperado, teniendo en cuenta que se trataba de un hombresin experiencia política, sin más programa de gobierno que el eslogan "Honradez, trabajo, tecnología" y sin un partido sólido que lo apoyase. Fujimori ha sabido, por ahora, conservar su imagen de chinito bueno y, mantener una cierta dosis de confianza entre un pueblo agotado y ansioso de que tenga éxito un Gobierno que saque a Perú de la miseria en que lo dejó postrado un populismo irresponsable. La duda que se abre, y que se plantea como una interrogante dramática, es hasta cuándo durará ese cheque en blanco que FuJimori no ha gastado del todo en su primer año de gobierno.
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