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Tribuna:SOBRE LA POLÍTICA INDUSTRIAL COMUNITARIA
Tribuna
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Un fantasma proteccionista recorre Europa

Las recientes declaraciones de la primera ministra de Francia, Edith Cresson, poniendo en guardia a Europa contra la aspiración, más o menos secreta, de invadir Europa por parte de los japoneses (comercialmente, se entiende) ha tenido la virtud de suscitar entre nosotros el debate sobre la necesidad de que la Comunidad Europea cuente con una política industrial que permita a nuestra industria competir en igualdad de condiciones con la japonesa, lo que remite, igualmente, al debate sobre la conveniencia y las características de las políticas industriales de cada uno de los Estados miembros de la CE.Un cierto maleficio No se puede negar, en efecto, que sobre la política industrial ha pesado hasta ahora un cierto maleficio que hacía sospechosos a quienes la practicaban o simplemente la defendían, de abrigar intenciones fraudulentas contra la libre concurrencia, a los ojos de los principales medios económicos europeos y mundiales.

En Europa, este clima de opinión tenía su principal foco de irradiación en lo que se ha venido denominando familiarmente en los ambientes diplomáticos la liga hanseática, refiriéndose a los países nórdicos de la Comunidad y al Reino Unido, aunque hay que reconocer que la CE profesa doctrinalmente esos mismos principios, ya que el Tratado de Roma no se refiere a la política industrial más que de manera indirecta y para proscribir toda ayuda que deforme la competencia. Otra cosa son las prácticas, tanto de la Comunidad, como de sus Estados miembros.

La agresividad industrial, tecnológica y comercial de los japoneses -y la evidencia de que en algo debe de haber influido sobre ellas la política industrial desarrollada durante decenios por su Gobierno a través del MITI- puesto de manifiesto la necesidad de una intervención activa por parte de los Gobiernos y de la Comunidad Europea, en lo que el presidente del Consejo de Vigilancia de Philips denominaba hace unos días, con motivo de la celebración del quinto aniversario del programa Eureka, una política industrial abierta".

Esta es, a mi juicio, la más saludable de entre las muchas declaraciones de industriales relevantes escuchadas estos días, en lo que debe considerarse como una llamada de atención acerca de la necesidad de propiciar una situación de igualdad de condiciones entre la industria europea y sus competidores. Otras voces parecen querer ir mucho más allá y pretenden negar la identidad europea hasta a productos de marca japonesa elaborados íntegramente aquí, por nuestra gente y bajo nuestras reglas, lo que viene a ser como querer pescar en río revuelto. Una cosa es pedir iguales oportunidades, reciprocidad, equilibrio en los intercambios e, incluso, periodos de adaptación, y otra muy distinta es pretender volver al proteccionismo, que es tanto como decir al pasado aislacionista.

Ese es, precisamente, el fantasma que recorre Europa en estas vísperas del mercado único, cuando se da por descontado que desaparecerán por fin las barreras y obstáculos que todavía dificultan la libre circulación de personas, servicios, mercancías y capitales. La proximidad del comienzo del annus mirábilis de 1993 -junto a la difícil coyuntura económica por la que atraviesa la industria, después de varios años de auge económico que habían permitido olvidar la necesidad de mantener la tensión en el proceso de ajuste competitivo está provocando movimientos de inquietud que sólo pueden ser contrarrestados legítimamente con un compromiso efectivo de los poderes públicos europeos de practicar una política industrial decidida, a nivel comunitario, -estatal, regional y local.

Intercambios

Pero, ¿de qué política industrial se trata? Ya que el problema consiste en que la maldición a la que antes me refería está, en parte, justificada porque mucha gente entiende por política industrial precisamente la vuelta al proteccionismo y a las prácticas restrictivas de la competencia llevadas a cabo abiertamente y de manera sistemática por los Gobiernos en otras épocas. Evidentemente, no es eso de lo que se trata cuando varios países -entre los que se encuentran Francia, Bélgica y España- plantean la necesidad de incluir en el Tratado de Unión Política un precepto que legitime la política industrial de los Estados miembros y haga posible una política de esta naturaleza en la propia CE. Antes al contrario, de lo que se. trata es de una política industrial compatible con el resto de las políticas comunitarias y, por tanto, abierta a los intercambios internacionales.

La política industrial de los noventa, en el contexto del mercado único, debe utilizar instrumentos internacionalmente aceptados, para resultar compatible con las reglas que rigen el comercio internacional. Por eso tiene que ser, fundamentalmente, horizontal y no construida ad hoc para paliar problemas de competencia sectorial o empresarial.

Debe centrarse en el fomento del avance tecnológico, porque, de esta manera, contribuye a impulsar el crecimiento del bienestar global, ya que existen reglas en la comunidad internacional que permiten la utilización libre de los descubrimientos, transcurridos los plazos establecidos para el uso exclusivo de la propiedad industrial e intelectual (los descubrimientos pasan a denominarse genéricos). Al mismo tiempo, debe limitar el apoyo financiero público a una parte del esfuerzo de los particulares, para no reducir en exceso o anular el riesgo empresarial en la toma de decisiones, y para eliminar la amenaza permanente de competencia desleal.

El carácter fundamentalmente horizontal de los instrumentos utilizados por la nueva política industrial no implica que, en su adaptación a las necesidades sectoriales o territoriales específicas, deban descartarse configuraciones ad hoc, que respondan a las necesidades planteadas por el Estado de la industria, por los proyectos de cooperación entre: empresas y por la necesidad de: adaptación competitiva del correspondiente sector o área, que: tienen siempre su propia historia. y problemática. De hecho, una. de las características que debe: reunir la nueva política industrial es su carácter cohesivo, modulando la intensidad de la intervención pública para tener en cuenta el grado de atraso o modernización de las distintas áreas, de manera que se impulse la convergencia económica.

Esta nueva política de carácter global no implica que queden automáticamente desechadas las actuaciones de política industrial iniciadas en anteriores etapas de la evolución de la economía europea, como aquellas en que se aplicó la planificación y el intervencionismo estatal y el liderazgo de la empresa pública, o la de reconversión y apoyo público a los llamados campeones nacionales. En esto, como en otras parcelas de las políticas públicas, todo es progresivo, aunque sí cabe decir que la tendencia a sustituir las viejas políticas es inexorable, pese a que no pueda hacerse de manera drástica.

Sin embargo, no cabe hoy ni tan siquiera imaginar el momento en que podrá prescindirse de políticas de planificación en un sector, como el energético, que sigue dimensionándose a escala nacional y para el que los simples mecanismos del mercado resultarían sumamente imperfectos y no garantizarían el abastecimiento adecuado; por no hablar de las infraestructuras fisicas y de comunicaciones, de titularidad abrumadoramente pública. Asimismo, la reorientación de las políticas practicadas en los grandes sectores que fueron objeto de planes de reconversión debe fac!litar en esta etapa su adaptacion competitiva, evitando abandonos que pudieran echar a perder todo el esfuerzo realizado.

Por otra parte, el peso y el papel de la. empresa pública en la economía viene determinado por una tradición considerablemente homogénea en la mayoría de los países europeos.

Cinco áreas

Cinco, son las áreas en las que el nuevo enfoque de la política industrial basa su actuación:

a) La. creación de un clima favorable a la competitividad: cuidando las envolventes financiera, fiscal y de infraestructuras, propiciando un marco institucional homogéneo con el del entorno, y practicando políticas macroeconómicas que conduzcan en breve plazo a la convergencia económica internacional.

b) La adopción de una política activa y beligerante de recursos humanos, que cubra desde el sector superior o de investigación hasta la formación continua en las empresas, priorizando la adaptación de los sistemas de formación profesional a las necesidades de la industria. Al mismo tiempo, la política de recursos humanos debe facilitar la adaptación flexible de los efectIvos laborales a las necesidades de producción.

c) La modernización tecnológica, el fomento de la investigación y su aplicación al desarrollo de productos (I+D), la adaptación medioambiental, y la información y la difusión de los avanceis técnicos para minimizar el desfase entre la aparición de la tecnología y su adopción por la industria.

d) La política de competitividad a través de la diferenciación de los productos y su adaptación a las demandas y necesidades del consurnidor, incorporando sistemas de gestión de la seguridad, el diseño y la calidad industriales.

e) La política de internacionalización de las empresas, propiciando el dimensionamiento idóneo, las alianzas estratégicas, la formación de redes de comercialización y la inversión exterior necesaria para aprovechar las complementariedades tecnológicas, Financieras y productivas.

En puridad, sólo las tres Últimas caben dentro de la denominación de políticas industriales y de conipetitividad, pero todas ellas lo son. El agente económico sobre el que pueden aplicarse estas actiaaciones es el disponible en cada país. Cuando se dispone de grandes empresas trasnacionales, su capacidad de arrastre beneficia a todo el proceso. Cuando no es así, es imprescindlble enfatizar la acción de fortalecimiento del tejido industrial, fomentando la constitución de una red difusa de infraestructuras de servicios reales a las pymes, que facilite el que éstas, mediante la cooperación competitiva entre ellas mismas y / o con las grandes empresas de su entorno, asuman un papel de mayor protagonismo en la búsqueda de ventajas competitivas para la industria del país, y encuentren a través de la especialización su propia vía de exparisi6n y &

Álvaro Espina es Secretario de Estado de Industria.

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