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Crítica:FESTIVAL DE SALZBURGO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Muti, un huracán de vitalidad

Con Muti llegó el ardor. El fogoso director italiano infundió a Così fan tutte mucho más que un soplo de brisa mediterránea: fue un huracán. La energía, en cualquier caso, fue inmensa, pero contenida. Muti delineó con mimo los valores tímbricos, dio una gracia alada a los aspectos rítmicos, sorprendió en los acordes y acompañamientos. Su Mozart fue equilibrado, radiante, transparente y seductor. Excelente.La Filarmónica de Viena se contagió del clima impulsivo y sonó maravillosamente. Así, Cosi se siente como lo que es: la ópera más perfecta, corrosiva y moderna de Mozart. A ella se incorporan un año tras otro los mismos o parecidos cantantes: M. Marshall, con dificultades en el aria del segundo acto, pero sin faltar a ninguna cita desde el estreno de esta producción, en 1982; A. Murray, cada día con mayor plenitud vocal e interpretativa; A. Searabelli, algo lineal y sin el timbre más idóneo; G. Winbergh, de emisión bella, un punto velada y con tendencia a la lentitud; T. Hampson, pleno de facultades; A. Corbelli, correcto, sin excesiva perversión para su papel.

Così fan tutte

De Mozart. Orquesta Filarmónica de Viena. Director musical: Riccardo Muti. Director escénico: M. Hampe. Escenografía: M. Pagano. Salzburgo, 1 de agosto.

El público de Salzburgo disfruta de lo lindo con este concepto de la belleza tradicional y elegante. Se le avecinan nuevos tiempos, más convulsos, probablemente más enriquecedores.

El avance de programación de 1992, primer año de la era Mortier, no puede ser más estimulante: San Francisco de Asís, de Messiaen, dirigido por Pekka Salonen, con puesta en escena de Peter Sellars y con José van Dam como protagonista; La mujer sin sombra, de Strauss, con Solti; De la casa de los muertos, de Janacek, con dirección musical de Abbado, escénica de Grüber y escenografía de Eduardo Arroyo.

No es casualidad que la línea de continuidad mozartiana esté representada por Riceardo Muti en una nueva producción de La clemencia de Tito.

Y es que por su propia apuesta de futuro en su visión de las óperas de Mozart durante la última década, Riccardo Muti se ha convertido en una figura emblemática, en un puente entre dos épocas.

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