La fortaleza rebelde
Los serbios de Croacia se preparan para una larga guerra
¿Vienen a hacer un reportaje sobre los terroristas?", pregunta un miliciano del puesto de control a la entrada de Knin. "Estoy cansado de que me llamen terrorista. Nunca he matado a nadie, pero si la situación sigue empeorando no tendré más remedio que hacerlo. No nos llame terroristas, estamos aquí para defender a la población", exclama antes de dejar pasar al vehículo. Después de trabajar seis años como policía en la vecina localidad de Zadar, tuvo que marcharse por negarse a firmar una declaración de fidelidad al nuevo Gobierno croata que suponía la renuncia a su identidad como serbio. Ahora pertenece a la policía de Knin.Desde el mes de agosto del año pasado Knin es la capital de la autoproclamada provincia autónoma serbia o Krajina, que agrupa a diversos pueblos de mayoría serbia en una franja del sur de la República de Croacia. Aquí comenzó la guerra civil entre serbios y croatas, que se ha ido extendiendo a otros territorios limítrofes entre las dos repúblicas. Knin es hoy una ciudad tranquila, pero para ello se ha convertido en una fortaleza militar. Sus 10.000 habitantes, serbios en su inmensa mayoría, no parecen inmutarse ante el continuo trasiego de vehículos militares y de movimiento de tropas.
El frente de combate está a menos de 50 kilómetros, aunque cada día se producen choques en nuevos puntos de Krajina entre la milicia serbia y la policía croata, que intenta romper las defensas de esta provincia rebelde. En la pequeña aldea de Ostrovica sus pocos habitantes relatan que el miércoles pasado detectaron la llegada a la zona de un elevado contingente de policías croatas. Tras un primer enfrentamiento, los pobladores ocuparon una posición estratégica en lo alto de un cerro, al que se llega tras media hora de subida. Armados de viejos fusiles -alguno conserva la inscripción del año 1893-, dos ametralladoras, unas pocas pistolas y abundante munición, una quincena de hombres atrincherados mantiene la posición desde la que se controla buena parte del territorio de Krajina. La mayoría son jóvenes, pero hay también algún cincuentón empuñando el fusil. Apoyados desde otras posiciones de la milicia serbia, intercambian ráfagas de ametralladora con los policías croatas que ocupan un pueblo en la llanura.
Bajo el ruido de las balas, el mayor de todos ellos asegura estar "dispuesto a morir por Yugoslavia y por la defensa de nuestro pan". Acusa a los croatas de estarles hostigando para impedir las labores de la cosecha y estrangularles económicamente. La carretera a Ostrovica está cortada y ahora sólo se puede llegar por un camino de cabras. "Tengo 50 años. Hasta la llegada de la democracia de Tudjinan me movía por donde quería. Viajaba por todo el país en mi camioneta. Ahora no salgo ni por casualidad", dice el propietario de la única tienda de comestibles-bar-central de teléfonos, que, como todos los hombres del pueblo, lleva siempre consigo un arma.
Fusiles viejos
En los distintos pueblos de la Krajina autónoma los miembros de la Defensa Territorial distribuyen armas y municiones entre los campesinos, aunque muchos de ellos sólo poseen una escopeta de caza o un vetusto fusil de la I Guerra Mundial. La Defensa Territorial está formada por los reservistas del Ejército, mientras que la milicia o policía de Krajina agrupa a ex policías expulsados por las autoridades croatas y a voluntarios. Todos ellos están bajo las órdenes de un solo mando. La única solución que se vislumbra es la guerra abierta. En un año se han constituido campos de entrenamiento y se han creado ya algunas unidades especiales. Como la de comandos de Benkovei, especializados en infiltrados en las líneas enemigas. En un campo de tiro, varios francotiradores hacen prácticas con fusiles con mira telescópica. Aseguran no ser profesionales a excepción de los instructores. Uno (le los milicianos explica en perfecto inglés que trabajaba en una agencia de turismo en Split hasta que tuvo que marcharse. "No podía seguir. Los que hasta la llegada del nuevo Gobierno croata eran mis amigos dejarian de serlo. La situación se hizo insostenible. Hasta mi novia, empezó a decir que era croata y yo serbio, y la relación se acabó".
Lazar Macura, ministro de Información de Krajina, explica orgulloso que sus fuerzas están bien equipadas y entrenadas. "La primera instrucción militar corrió a cargo de ex miembros del Ejército yugoslavo", dice. "Después contratamos a verdaderos profesionales con experiencia en distintas guerras en todo el mundo".
Las arimas llegan por diversos, conductos, según explica el ministro Macura: "Algunas las compramos a traficantes, incluso croatas, otras las obtuvimos a través del Ejército y otras las coinpramos en el exterior". Y agrega: "Hace un mes no teníamos armarnento pesado, pero tras lo ocurrido en Eslovenla sí. Deduzca usted mismo la fuente".
"Krajina nunca será parte de Croacia", proclama Macura. "Esto es Serbia", dice el miliciano del puesto de control. "No somos terroristas, somos gente del pueblo que defendemos lo que es nuestro. ¿Le parece a usted que somos terroristas?", insisten milicianos y campesinos. Al oscurecer, mujeres y niños se dirigen al bosque donde pasarán la noche por temor a un ataque contra sus casas. Mientras tanto, la prensa, radio y televisión croatas repiten sIlin cesar la palabra terrorista paira referirse, sin distinciones, a los serbios.
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