El reto de Leguina
EL TERCER Gobierno de la Comunidad de Madrid inicia hoy su andadura en condiciones bastante más difíciles que los dos anteriores. Quizá por ello, quien lo preside de manera ininterrumpida desde abril de 1983, Joaquín Leguina, ha puesto especial empeño en salir airoso del reto y en hacer pública "su voluntad de permanencia y de estabilidad".Mucha falta le van a hacer a Leguina las dos virtudes para llevar por buen derrotero el nuevo Gobierno, aunque ya ha dado pruebas en la fase previa a su formación de que no le faltan. Sobre todo porque la eficacia del Gobierno regional depende en parte de factores ajenos a la voluntad de quien lo preside. En primer lugar, de que no se rompa el equilibrio interno a que han llegado los distintos sectores de la Federación Socialista Madrileña (FSM). Y, en segundo lugar, de que Izquierda Unida (IU) mantenga su compromiso de apoyo parlamentario. La actitud de IU responde a su estrategia de cerrar el paso a gobiernos de la derecha sin comprometerse en los del PSOE. Sin embargo, no parece que en el caso de Madrid la actitud de IU sea definitiva ni que pueda descartarse, más adelante, su participación en las tareas ejecutivas de la Comunidad, lo que redundaría en el fortalecimiento del Ejecutivo regional al aumentar su cohesión con las fuerzas parlamentarias que lo sustentan.
En cualquier caso, los problemas de Madrid y su región requieren un Gobierno estable y con capacidad de decisión. Después de ocho años de autonomía no se ha resuelto satisfactoriamente el problema de la financiación (hace sólo muy poco que el Estado ha cedido los primeros tributos); sigue creciendo la deuda estatal pendiente por servicios prestados por la comunidad autónoma, y el traspaso de competencias, sobre todo en las áreas de Sanidad, Educación, Trabajo y Transportes, no admite demoras, aunque sólo sea por motivos de gestión.
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