Le invito a escuchar un cuento
Vargas Llosa, en su artículo Piedra de toque del 16 de junio, escribe acerca de la narración oral y de contadores que andan por ahí, repartidos por el mundo, practicando un antiquísimo arte que es de todos y consustancial al ser humano: el arte de contar, de viva voz, cuentos, anécdotas, historias.Comenta que no sabe si existe un movimiento de contadores de cuentos en nuestra lengua. Escribo esta carta para asegurarle que sí, lo hay.
Érase una vez una isla del Caribe a la que llamaban Cuba. En esa isla, allá por el año 1975, alguien comenzó a contar haciéndose cargo de una tradición heredada de chamanes, juglares y cuenteros tradicionales. Quiso que el cuento se hiciese voz, gesto y palabra viva, que renaciese en arte. Ese hombre se llamaba Francisco Garzón Céspedes.
Y como contar es algo que para vivir necesita gente, y movimiento y vida, decidió un día salir de su isla y desembarcar en el continente; Venezuela, Colombia, México escucharon, y de los oídos nacieron narradores. Ahora, por toda América Latina gente cuenta y gente escucha.
Pero aquí no acaba el cuento.
Además de realizar, desde 1989, festivales iberoamericanos de narración oral escénica, además de dar talleres para enseñar el arte de hacer palabra viva una historia, este hombre decidió viajar más lejos. Y llegó a España. En Agüimes, en Valencia y Madrid ha enseñado y contado, ha sembrado semilla de contadores. En la Primera Muestra de Narración Oral Escénica Contar con Madrid, narradores de Argentina, Colombia, Costa Rica, Cuba, México, Venezuela y España dieron calor al invierno.
Y yo, que escribo esto, que escuché bajo un árbol cuentos vivos, hace ya algunos años, en la Universidad Central de Venezuela, estoy irremediablemente contagiada del virus. Tanto que cuento y enseño a contar a quien quiera hacerlo en el idioma que escribo, pienso y siento, en el idioma que compartimos, señor Vargas Llosa, le invito, si quiere, a escuchar un cuento.-
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