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El G-7 quiere impulsar la negociación de la Ronda Uruguay

Enric González

Los líderes del Grupo de los Siete han dicho que la cumbre de Londres es un hito histórico, se han dado palmaditas y se han marchado. A miles de funcionarios les queda ahora una frenética carrera contra el reloj para lograr que se cumplan los compromisos contraídos: resolver el Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT) y meter con calzador a la URSS en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial este año.

En la sede del GATT, en Ginebra, la reacción ha sido de estupor. Las negociaciones para liberalizar el comercio mundial llevan meses enpantanadas en un marasmo de complejos problemas técnicos cuya única salida resulta ser una drástica acción política al más alto nivel. Sólo un cambio de posición de la Comunidad Europea en materia de subvenciones agrarias podría desbloquear el problema.En la declaración de los Siete se percibía una cierta comprensión hacia el proteccionismo agrícola comunitario -admitiendo que tiene razones políticas, y no sólo comerciales-, lo que lleva a los funcionarios del GATT a preguntarse si realmente recibirán nuevas instrucciones para reanudar su trabajo a toda prisa. "Los políticos están muy desconectados del actual estado de las negociaciones", declaró escéptico un jefe de delegación en Ginebra al "Financial Times".

La otra posibilidad es que los funcionarios se crucen de brazos y esperen que los grandes jefes resuelvan el asunto en una cumbre especial hacia octubre o noviembre, tal como sugirió el presidente anual del G-7, el premier británico John Major. El director general del GATT, Arthur Dunkel, se apresuró a decir que no, que el trabajo seguía en manos de los negociadores técnicos. Major quería decir que los "jefes" estarían "más atentos" a lo que ocurre en Ginebra, según Dunkel.

Reforma soviética

El segundo gran cronómetro puesto en marcha en Londres es el que debe marcar el ritmo de la reforma soviética. Mijaíl Gorbachov volvió ayer a Moscú con la intención de arrancar a las repúblicas, especialmente a la Federación Rusa, una inequívoca declaración sobre la unidad de mercado en la URSS -condición impuesta por los Siete-, a la espera de la firma del Tratado de la Unión. Fuentes soviéticas explicaron que este nuevo documento debería estar aprobado, así como varias leyes sobre inversión extranjera, en cuestión de una semana. De esta forma, el presidente de Estados Unidos, George Bush, podría comprobar en su visita a Moscú a finales de mes que las promesas y las declaraciones de amor al mercado efectuadas en Londres por Gorbachov empiezan a plasmarse en realidades. Y, al tiempo, se intentaría crear un mayor clima de confianza en la propia sociedad soviética, demostrando que la reforma va en serio. Los indicadores macroeconómicos están en luz roja -la inflación anual supera el 30% y hay riesgo de hiperinflación, y la producción ha caído un 10% respecto al pasado mes de febrero- y exigenmedidas de emergencia.Mientras el presidente soviético pisa el acelerador de la reforma, el director del FMI, Michel Camdessus, debe establecer un Contacto urgente con Moscú para empezar a resolver los casi Winitos problemas técnicos que plantea la adhesión de la URSS. A Camdessus le han pasado una auténtica "patata caliente". Los siete grandes han prometido a la Unión Soviética su integración, pero sin fórmula concreta. Sólo han dicho que enseguida. Es decir, para la asamblea anual del FMI, en otoño, habría que tener algo concreto. Al menos, en lo que respecta a la deuda exterior soviética, 65.000 millones de dólares (más de 6,5 billones de pesetas), cuyo servicio engulle más de la mitad de los ingresos por exportaciones.

Los especialistas del FMI tendrán que analizar la deuda, preparar un proyecto sobre su consolidación y reestructuración -la mayor parte vence en 1992-, allanar la vía de asociación al organismo y hacer sobre la marcha una radiografía de la economía soviética -que carece de una contabilidad inteligible y cuyo marco legal cambia día a día-, para empezar a trabajar en un diagnóstico sobre sus males y en una receta para curarlos, condición previa a los préstamos. Para todo esto, el FMI dispone apenas de tres meses. Muchos técnicos del Fondo y del Banco Mundial tendrán que dejar sus vacaciones.

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