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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nacido viejo

LA PONENCIA parlamentaria encargada desde hace un año de estudiar el futuro de las Fuerzas Armadas y del servicio militar debía elaborar un modelo adaptado a las necesidades de la defensa del año 2000. No es probable que lo haya conseguido. Y ello tanto en el aspecto de la estrategia defensiva general, sometida hoy a condiciones internacionales radicalmente nuevas, como desde el punto de vista del indispensable consenso social.El modelo de servicio militar al que ha dado luz verde el Congreso, con los votos de socialistas y populares, tiene, es cierto, una música distinta a la del actualmente vigente. Pero el libreto es esencialmente el mismo. Se reducen a nueve los 12 meses actuales de servicio militar, y se potencia la dimensión profesional de las Fuerzas Armadas con el objetivo de que la mitad de sus componentes sean, en su día, voluntarios (profesionales) y la otra mitad procedentes del cupo obligatorio. Pero la cuestión es si este modelo mixto no llega demasiado tarde y si no responde, antes que a criterios actualizados de estrategia defensiva, a principios militares válidos en otro tiempo, pero absolutamente desfasados hoy. Porque, en definitiva, el modelo que se propone como propio del año 2000 es el mismo que desde hace lustros está vigente en la mayoría de los países europeos y al que ha sumido en profunda crisis la nueva configuración del escenario internacional y la irrupción fulgurante de la guerra tecnológica.

Desde el punto de vista de la capacidad disuasoria, que el pensamiento militar más avanzado vincula a ejércitos reducidos en número pero bien dotados y operativos, parece evidente que la mejor solución es la profesionalización integral de las Fuerzas Armadas. Y no está claro que su coste real sea mayor -al menos mientras no se disponga de estudios serios y no de aproximaciones parciales- que el que exige el mantenimiento de decenas de miles de reclutas a los que se obliga a interrumpir el trabajo o los estudios. Sin embargo, lo que sí parece claro es que las inversiones de Defensa destinadas a tecnología militar y a la formación de especialistas serían más rentables que lo que son hoy de acuerdo con algunos de los fines a los que se aplican.

Desde sectores de la Izquierda sigue justificándose la fórmula del servicio militar obligatorio basándose en la siguiente argumentación liberal clásica del siglo XIX: el ejército es "la nación en armas" y no una casta profesional. Pero desde entonces acá, la evolución de la sociedad ha impulsado una creciente especialización social, identificada con un mayor bienestar. El argumento de que la profesionalización tendría el efecto de canalizar hacia las Fuerzas Armadas únicamente a los sectores sociales más desfavorecidos podría aplicarse a la policía o a la Guardia Civil, o a otros servicios esenciales para la comunidad. Hoy el debate sobre la igualdad se plantea más bien en términos de movilidad social: que la enseñanza gratuita y la igualdad de oportunidades permitan al hijo del sargento elegir mañana una profesión diferente a la de su padre, y no que todos deban ser sargentos durante algún tiempo.

Las encuestas más solventes entre los jóvenes de 16 a 24 años muestran, de otra parte, que su visión negativa del actual servicio militar obligatorio es compatible, en la mayoría de ellos, con su predisposición a comprometerse personalmente en la defensa de España en caso de agresión. Los actuales reformadores militares, sin embargo, no parecen hacer mucho caso de esta predisposición y de los valores sociales y culturales que la sustentan.

Con ello se corre el riesgo de extensión del actual movimiento de deslegitimación del servicio militar, por más que el nuevo modelo pretenda responder a algunas de las causas que han motivado ese rechazo. En cualquier caso, el problema subsistirá mientras no sea evidente una modificación radical en el trato dado al recluta durante su permanencia en filas, causa indirecta del elevado número de suicidios y de traumas diversos de la personalidad que se registran durante esos meses en los que los jóvenes son convertidos en soldados.

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