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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Con el espectáculo por bandera

No siempre se tiene la ocasión de ver dos revisiones, dos, de un mito cualquiera del Hollywood clásico en el breve lapso de 15 días, que son los que median entre el estreno de la versión de Irvin y la que ahora propone Kevin Reynolds. Estrenos que, por otra parte, arrojan luz sobre los modos de hacer del cine norteamericano de ahora: como también ocurría en el caso de Las amistades peligrosas y Valmont, no es inteligente desdeñar las comparaciones, puesto que no se explica lo que hay en una sin entender lo que falta en la otra, y viceversa. Es decir, que en buena lógica del negocio, lo que vende cada uno de los films es sensiblemente diferente de lo que propone su concurrente.Tal vez para resumir -y es mucho resumen- hay que señalar que lo que en Irvin es deseo de interpretación de la historia se convierte en Reynolds en interés por la pura aventura. Por ello, en una línea cercana a la rica tradición del mito artúrico, Irvin insiste en el enfrentamiento entre sajones y normandos -implícito, no obstante, en las sagas y canciones sobre el arquero de Sherwood- y justifica la futura grandeza británica en la conjugación de los intereses de ambos en uno solo, aunque ésta se haga a la luz de los derechos del primer ocupante del territorio, el sajón. De ahí también la presencia de Juan Sin Tierra y la crítica a la voracidad de los feudales normandos.

Robin Hood, príncipe de los ladrones (Robin Hood, prince of thieves)

Directores: Kevin Reynolds, Pen Denshaw y John Watson, según una historia de P. Denshaw. Fotografía: Douglas Milsome. Música: Michael Kamen. Producción: James G. Robinson-Morgan Creek, para Tri Pictures. Estados Unidos, 1991. Intérpretes: Kevin Costner, Mary Elizabeth Mastrantonio, Morgan Freeman, Christian Slatter, Alan Rickman, Michael Wincott, Sean Connery. Estreno en Madrid, cines Cid Campeador, Novedades, Coliseumn, Aluche, Amaya, California (en v.o), Minicines Majadahonda, Parquesur, Juan de Austria.

Tradiciones

En cambio, Reynolds, un abogado que empezó su carrera profesional escribiendo discursos para el gobernador de Texas, plantea las cosas desde el puro goce espectacular, en una película sin duda mucho más costosa que su homóloga. No quiere decir esto que no se vislumbren a lo largo y ancho del relato ecos de otras tradiciones, y muy especialmente de Shakespeare: como en Macbeth, por ejemplo, el peso de una profecía negativa anunciada por una bruja se convierte en referencia ineludible.Pero no es menos cierto que el guión, más inteligente y rico que en el caso de Irvin -y que incluye una peculiar relación fraterno-destructiva de Robin con su hermanastro, así como la sombra de una relación paterno-filial truncada por las disputas y los remordimientos-, prescinde de la verosimilitud histórica, desdeña al Sin Tierra y su corte, convoca a Corazón de León -ausente en Irvin- y sitúa su comienzo en Jerusalén y entre los sarracenos, sólo para justificar la inclusión de un árabe improbable que será el contrapeso intelectual del héroe y de paso propiciará situaciones jocosas, además de una discreta mención contemporánea a la tolerancia entre culturas.

Por lo demás, esta larga (140 minutos), detallada y a ratos excitante aventura se basa en demasía en un tratamiento espectacular que termina ocupando toda la atención del director -hay mucho dinero en juego- y lastra un guión que en manos de alguien más competente hubiera dado lugar sin dudas a un hito contemporáneo del género.

El gusto de Reynolds por la distorsión hace que la puesta en escena se convierta a veces en una especie de ejercicio a lo Monthy Pyton -los normandos parecen más bien concurrentes asiduos a conciertos de heavy metal; la bruja y el sheriff de Notthingham son malas caricaturas de tebeo; el director no se resiste a espetar la sorpresita final en el combate contra el malvado-; en otros, un montaje muy mal resuelto y el uso de angulares deformantes se dan de tortas con el aire grave, adusto, que Costner imprime habitualmente a sus personajes.

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