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Reportaje:

Iberia, en el torbellino

Huelgas, pérdidas y privilegios corporativistas crean una sensación de caos en la compañía

En cualquier empresa, lo peor que puede suceder es que se extienda la sensación de caos. Iberia y su presidente, Miguel Aguiló, luchan desde hace un año contra esa sensación. A las elevadas pérdidas y las huelgas se añade la resistencia de los sectores más corporativistas a perder sus privilegios. Aquéllos no han aceptado ni al presidente ni sus fórmulas. Pero Aguiló no se da por vencido, y mantiene que la compañía no está en peor situación que sus rivales. No obstante, el presidente se ha visto forzado a pedir árnica al Estado y al INI para seguir con sus planes de expansión.

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Una expansión en entredicho

El ministro de Industria, Claudio Aranzadi, recibió hace pocos días una carta urgente del presidente de Iberia, Miguel Aguiló, en la que éste solicitaba la concesión de 30.000 millones de pesetas. Aguiló justificaba la petición por el impacto de la guerra del Golfo en la cuenta de resultados de la compañía, y se escudaba en que la CE ha dado manga ancha a las ayudas para hacer frente a las consecuencias de aquella guerra. Sin embargo, la Comisión Delegada para Asuntos Económicos del Gobierno, que preside el titular de Economía, Carlos Solchaga, ni siquiera lo ha contemplado. Muy probablemente, Iberia se quedará sin esa aportación estatal.De forma paralela, Aguiló se dirigió a su accionista, el INI, para que ampliara los recursos propios. Iberia ha pedido una inyección de capital para reforzar sus planes de expansión y tapar los números rojos, que pueden superar los 50.000 millones de pesetas en 1991. En los primeros cuatro meses de este ejercicio, había acumulado unas pérdidas de 40.000 millones, y únicamente una buena temporada turística podrá amortiguarlas.

En la situación de Iberia -nadie lo niega- han tenido una fuerte repercusión la guerra del Golfo y la caída del turismo. La propia Asociación de Aerolíneas Europea (AEA) ha emitido un comunicado en el que destaca que, "aunque la guerra ha acabado, la crisis sigue afectando a las compañías".

El comunicado de la AEA es un consuelo para Iberia, ya que no es la única compañía que atraviesa una crisis. Sin embargo, no todos comparten el punto de vista del equipo de Aguiló, y subrayan que también se debe a su gestión. La guerra del Golfo ha sido en este caso la llave de la caja de Pandora. Aunque varias voces se han levantado contra la dirección de Iberia -en el INI y en la compañía-, el principal abanderado ha sido el diputado conservador Blas Camacho. Camacho, que pidió la dimisión de Aguiló, asegura que la división en unidades abordada por el presidente ha supuesto una mayor generación de costes "por dificultades de operatividad".

Mejor o peor, la cuestión es que el nuevo esquema directivo, diseñado por Aguiló, con compartimientos estancos que facilitan el examen de pérdidas y ganancias por separado, ha molestado a un buen número de cargos intermedios, partidarios de las cuentas globales, de los viejos modos y poseídos, en general, por un fuerte espíritu corporativo.

Salvar la tempestad

Los más molestos, según se afirma en la compañía, han puesto más ahínco en torpedear la gestión de Aguiló que en arrimar el hombro para salvar la tempestad. Asimismo, en Iberia, ha corrido como la pólvora la información, que nadie ha podido demostrar, de que hay directivos que cobran más de 22 millones de pesetas al año.Pero el espíritu de cuerpo y la lucha por los privilegios no son exclusivos de los directivos. En una empresa como Iberia, con más de dos docenas de organizaciones sindicales que aseguran representar a los más de 24.500 trabajadores que forman la plantilla, los intereses son tan variados como el talante con el que se afrontan las reivindicaciones.

Uno de los colectivos que más se han destacado en los últimos años, tanto en las reivindicaciones como en la dureza de planteamientos, ha sido el sindicato del poderoso colectivo de pilotos, el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA). Los 1.500 pilotos que integran el colectivo son uno de los centros fundamentales de crítica por parte del resto de las organizaciones sindicales, y especialmente, por parte de UGT y CC OO.

Si los pilotos callan, el resto de organizaciones interpretan que han conseguido prebendas al margen del convenio, que jamás aparecerán por escrito, de acuerdo con una práctica que, según un dirigente de UGT, "ha sido tradicional en la empresa". Entre los privilegios de los pilotos, según fuentes sindicales, se encuentra el de poder decidir las contrataciones. "El SEPLA examina a los pilotos y el SEPLA decide quién cubre las bajas que se producen", aseguran fuentes de CC OO y UGT. Pagar, por supuesto, paga la empresa.

La difícil situación de Iberia fue una de las causas que determinaron el espeso silencio de la dirección cuando se inició la negociación del convenio colectivo. Ante la petición inicial de las centrales, por encima del 8%, la respuesta de Aguiló fue el silencio y la vinculación de cualquier incremento a mejoras en la productividad. Al final, la firma del convenio, con subida del 7%, ha dejado en 1.500 millones las pérdidas por huelgas. En el apartado laboral, la compensación parcial a la subida vendrá de la mano del plan de reducción de plantilla no traumático que limará 2.500 empleos.

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