España, al borde de la eliminación ante EE UU
ENVIADO ESPECIAL Estados Unidos aventaja a España por 2-0 en la eliminatoria de cuartos de final de la Copa Davis, que se disputa en Newport (Rhode Island). El equipo de Manuel Orantes está, por tanto, al borde de la eliminación. Emilio Sánchez, número uno del equipo español, sucumbió rotundamente ante Brad Gilbert, número dos estadounidense y 17 mundial, por 6-4, 6-4 y 6-2, mientras que Tomás Carbonell fue igualmente ajusticiado por el mejor jugador rival, John McEnroe, que le dedicó un marcador de 6-3, 6-2 y 6-1.
No le faltó razón al irónico comentarista local que recibió al equipo español con un gracioso pero corrosivo comentario: "En España, la hierba está para pastar, no para jugar a tenis". Cierto, por más que Manuel Orantes, en un arranque de optimismo, hubiera advertido pocos días antes que sus hombres "ni eran corderitos, ni iban al matadero". No fue, efectivamente, un matadero la pista central del International Tennis Hall of Fame, pues la selecta sociedad de Nueva Inglaterra no lo permitiría, pero tan hermoso escenario bien pronto ofreció su más cruel y despiadada mejilla para los tenistas españoles. No hubo opción al triunfo. Pocos esperaban el milagro, pero el guantazo, por inapelable, dolió como pocos.Jamás había podido derrotar Brad Gilbert a Emilio Sánchez, pero sabido es que el estadounidense carga las pilas como nadie para la Copa Davis. Gilbert no es, ni mucho menos, una especialista sobre hierba -su mejor actuación sobre ella fue alcanzar los cuartos de Final de Wimbledon-, pero maneja con más solvencia que el español los imperativos de esta superficie. El control del espacio, por ejemplo, o lo arriesgado del golpe, su fuerza. Gilbert estuvo en el sitio preciso en cada intercambio, supo ver los huecos en las titubeantes subidas a la red del español y golpeó plano y duro. La hierba no permite la estrategia reposada, ni el peloteo, ni la táctica conservadora. O se apuesta la vida en cada golpe, o mejor quedarse en casa.
"No he sabido ganar los puntos. En esta superficie, si no estás convencido es muy difícil ganar el partido. A veces, por el instinto de jugar en tierra, me he quedado atrás", comentó el español. En dos horas y tres minutos, Gilbert disolvió unas de las escasas esperanzas españolas. El primer set fue claramente suyo. Rompió el servicio de Sánchez en el primer juego y aprovechó esta ventaja para lograr un parcial de 64. La segunda manga vivió un cierto estiramiento del español, que con un hermoso abanico de globos logró algún punto de mérito, aunque insuficiente. Muy blando, Sánchez sólo consiguió romper el servicio de su rival en dos ocasión -Gilbert lo logró en seis- y acumuló hasta siete dobles faltas. Tras el 6-4 del segundo set, Emilio abandonó mentalmente el encuentro. En la tercera manga, totalmente superado en la red por un contrario más versátil, redujo su último esfuerzo en salvar dos puntos de partido antes del 6-2 definitivo.
Con la pista aún caliente, John McEnroe dedicó a Tomás Carbonell un monólogo tenístico de una hora y 49 minutos de duración. El estadounidense suma 32 años de edad, pero parece conservar en formol todos su golpes. El suyo es un espectáculo multiescénico. Discute, bromea, vuelve a discutir, tira la raqueta, discute de nuevo, escupe y, entretanto, despliega el más completo muestrario de golpes para desesperación de su rival. Carbonell, tal vez el mejor español sobre hierba, tuvo un arranque orgulloso. Ganó el primer juego con su servicio y se colocó con 0-40 en el segundo. Impensable. Sin embargo, no supo resolver y, como mucho, desvió cinco puntos de break de que dispuso su rival en el tercer juego.
Carbonell y la leyenda
Debutar en Copa Davis contra McEnroe, en hierba y ante 4.000 patrióticos aficionados es como para pensárselo. Y si no, que se lo pregunten a Carbonell. El catalán perdió su servicio en el quinto juego y en el noveno, para ceder el primer parcial por 6-3. A partir de ahí, poco más pudo hacer. McEnroe sacó como quiso, restó como los ángeles y con su revés dibujó, una y otra vez, el túnel que el español dejaba en sus meritorias pero estériles subidas a la red.
El tenista español mantuvo un tono digno durante el primer set. Su falta de adaptación a la hierba quedó suplida por una concentración estimable. Durante los primeros juegos, se vio que sus posibilidades eran mínimas, pero también se apreciaba el deseo por complicar las cosas a Mc Enroe, un hombre dispuesto a ver problemas en cualquier lado. Si no los hay, los busca, como en algunas pelotas que rozaron la línea de fondo. Mc Enroe se peleó con los jueces y con el que hiciera falta. Al legendario jugador norteamericano le animan estas cosas. En el más complicado de los mundos, Mc Enroe es feliz y se siente más decidido a ganar. Cuando Carbonell tiró la toalla, Mc Enroe buscó cualquier motivo para acrecentar su instinto depredador.
En la segunda manga sólo aguantó 33 minutos, antes de encajar un severo 6-2, y en la tercera mordió definitivamente el polvo. McEnroe, en su explosión definitiva, llegó a consumar un punto con un salto impresionante por encima de Orantes quien, atónito, sólo pudo esbozar una sonrisa. Eso fue antes de que el estadounidense sacara de la pista en otro punto al español o lo fusilara con un raquetazo que tumbó a Carbonell en la hierba. La grada se puso patas arriba y los bronceados aficionados de Newport exhibieron el particular sentimiento patriótico que colorea este país.
El martillazo final fue un contundente 6-1, broche a un encuentro en el que John McEnroe debió sentirse como en sus mejores años como rey de Wimbledon. Sentado en su casa, frente al televisor, Sergi Bruguera debió pensar en el mal trago del que se había librado.
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