El médico muerto de un tiro en la nuca había sido amenazado por el familiar de un enfermo
Eugenio Rivero Sánchez, de 56 años, falleció a las 10 de la noche del domingo, doce horas después de que un desconocido le disparara en la nuca. El médico especialista en urología se dirigía a las 10 de la mañana a comprar unos churros y la prensa cuando, en la confluencia de la calle de Castelló con Diego de León, fue tiroteado casi a quemaropa. Según algunos familiares, Rivero había recibido amenazas de muerte "de algún familiar de un enfermo" a las que nunca dio demasiada importancia.
Funcionarios del Grupo de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial se encontraban ayer revisando los papeles que había en la consulta del doctor, situada en la calle del Príncipe de Vergara, tratando de encontrar alguna pista esclarecedora. Especialistas en balística están examinando la bala, del nueve corto, por si fuera similar a la utilizada por el grupo terrorista GRAPO. La policía rehusó ayer apostar por alguna de las líneas de investigación abiertas. La hipótesis del atraco sólo tendría sentido, según los medios consultados, si el agresor hubiera huido asustado después de disparar. El médico no sufrió robo alguno.
Rivero Sánchez vivía con su hija de 16 años y, desde que murió su mujer, hace ocho meses, también compartía su vivienda de la calle de Maldonado con su madre. "Era un hombre amable que cuando sabía que había algún enfermo corría en su ayuda", según una vecina. El médico trabajaba desde hace 18 años en la clínica San Camilo, a la que fue trasladado con un disparo con trayectoria de entrada y salida.
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Pierde fuerza la posible autoría de los GRAPO
Viene de la página 1Respecto a la carta con amenazas de muerte que el urólogo recibió, un familiar declaró ayer que la policía estaba investigando su procedencia. La carta, repleta de faltas de ortografía, tenía que ver con alguna actuación médica. En el expediente en Poder del Colegio de Médicos no hay constancia de denuncia o reclamación ante la Comisión Deontológica. El hecho de que Rivero trabajase en el Hospital Penitenciario de Madrid hace 20 años y la constatación de que abandonó el Gregorio Marañón hace menos de un año, coincidiendo con la huelga de hambre en ese centro de varios presos de los GRAPO, indujeron a la policía a pensar que pudiera tratarse de una venganza de esta banda terrorista. Esta hipótesis comenzó a perder fuerza cuando la policía comprobó que no había atendido a ninguno de los grapos, según fuentes de Instituciones Penitenciarias.
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