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El estallido del CDS

El partido de Adolfo Suárez ha perdido como media el 60% de los votos de 1987, pero parece significativo que los cuatro par lamentos autonómicos en los que el CDS mantiene representación estén entre los cinco en los que había obtenido entonces una mayor votación (situada entre el 19,5% y el 12,3% de los votos): Canarias, Castilla y León, Asturias y Extremadura. La excepción es Madrid, donde pierde cuatro quintas partes del 16,7% de los votos que obtuvo hace cuatro años. El hecho de que, en general, el voto centrista haya permanecido fiel en mayor medida allí donde el CDS tenía más influencia, podría indicar que tanto la fidelidad como la fuga hacia otros partidos han estado motivadas más por un voto útil que por una identificación ideológica o de partido.En conjunto, los votos recogidos por el CDS eran socialmente más heterogéneos, territorialmente más dispersos y, consiguientemente, más volátiles que los de ningún otro partido. Por lo que se observa ahora, en algunas comunidades, como Madrid, Comunidad Valenciana, Baleares, Navarra, La Rioja y tal vez Castilla-La Mancha, una gran parte han ido a parar al PP, principal beneficiario del declive centrista, pero en otras, en las que ha retenido -una mayor proporción de su apoyo electoral, como Canarias, Castilla y León, Asturias y Extremadura, así como en Cantabria, Murcia y Aragón, los votos centristas perdidos parecen haber ido a parar en buena medida al PSOE.

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Dadas estas variadas orientaciones centrífugas de sus votantes, los errores de estrategia del CDS han tenido efectos mucho más devastadores que los que podrían haber ocasionado en una fuerza electoral más cohesionada. El primer y principal error se produjo en las anteriores elecciones municipales de 1987, cuando la dirección centrista se negó a usar el poder de negociación que proporcionaban a sus diputados y concejales los votos obtenidos y sus múltiples posibilidades de pactos, y permitió la formación generalizada de gobiernos en minoría, poco representativos e inestables.

Como partido centrista minoritario, la mejor estrategia, tanto en beneficio propio como de la representatividad y estabilidad, era pactar en cada caso con la lista más votada, pero el no hacerlo incentivó el transfuguismo de concejales y diputados a los que no se les permitía disfrutar la cuota de poder que les podía haber correspondido. Los pactos de 1989 con el PP, destinados a formar gobiernos mayoritarios, quisieron enmendar este error, pero lo agravaron aún más porque donde se consumaron (Madrid, Jaén e Ibiza) quitaron la alcaldía al cabeza de la lista más votada en detrimento de la representatividad de los ediles y alejaron a algunos votantes hacia el PSOE.

La enmienda de la enmienda, el apoyo preferente al PSOE, fue anunciada a principios de 1991, pero seguramente alejó a otros muchos votantes hacia el PP. Finalmente, la retirada del alcalde de Madrid, que ha impedido aprovechar siquiera la ventaja que los cargos salientes suelen obtener de su gestión, ha acabado de dispersar al electorado centrista madrileño, sobre todo hacia la derecha y también a la abstención. Los errores del CDS son, pues, la clave principal del éxito del PP en las pasadas elecciones municipales y autonómicas.

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