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EE UU ya trata con dos Yugoslavias

Estados Unidos ha cambiado radicalmente su actitud hacia Yugoslavia y sus repúblicas al anunciar el levantamiento de las sanciones que afectan al Gobierno federal al tiempo que refuerza el bloqueo económico a la república serbia. Por primera vez desde el reconocimiento del Estado yugoslavo tras la II Guerra Mundial, Washington ha dejado de considerar a Yugoslavia como una unidad económica y política.Otros Estados europeos, ante todo Austria, ya vienen desde hace meses haciendo una política individualizada y selectiva hacia las diversas repúblicas yugoslavas. La decisión de la Administración norteamericana, sin embargo, supone el final de una política que permitía a Serbia hacer corresponsables de sus actos a otras repúblicas.

Washington y la Comunidad Europea insisten en la necesidad de que Yugoslavia sobreviva si no como Estado unitario al menos como una superestructura unificadora de los Estados emergentes. El temor a la creación de varios Estados pequeños y enfrentados entre ellos en una región tan crítica como son los Balcanes es generalizado. Ahora, sin embargo, Occidente cambia su actitud frente a los grandes protagonistas de la crisis yugoslava y su estrategia para salvar algún tipo de estructura supranacional en Yugoslavia.

Si hasta ahora observaba con malestar la política secesionista de Croacia y Eslovenia, el bloqueo realizado por Serbia a la rotación presidencial yugoslava ha hecho imponerse el criterio de que es la dirección serbia la máxima amenaza para la supervivencia de algún tipo de comunidad yugoslava. Washington y algunos países europeos no han dudado ya en intervenir sin que les plantee escrúpulos la posibilidad de ser acusados de injerencia en los asuntos internos de Yugoslavia.

El miedo a una libanización de Yugoslavia ha llevado incluso a algunas voces de tanta influencia como el Financial Times a saludar como "positiva" para la estabilidad de la región una posible intervención del Ejército yugoslavo que restablezca un marco de orden público adecuado para la aplicación de reformas hacia la economía de mercado dirigidas por el primer ministro federal, Ante Markovic.

Los adeptos de este golpe blando confían en que el Ejército apoye a Markovic, ignorando tanto el carácter ideológico del mando militar yugoslavo como el hecho de que una hipotética intervención pronto se vería obligada a dejar de ser blanda para romper las resistencias que con toda seguridad provocaría en Eslovenia y Croacia y con mucha probabilidad en Macedonia y Bosnia-Herzegovina. Además, es seguro que no bastaría el control de los oficiales serbios para impedir que la tropa se fraccionara también en etnias.

La federación yugoslava tal como existe hoy no podría sobrevivir más que bajo una dictadura que forzosamente estaría bajo mando serbio y comunista. El alto mando militar yugoslavo está formado en su inmensa mayoría por ex partisanos tan adversarios de la economía de mercado como de los conflictos étnicos en marcha.

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Los partidarios de la solución autoritaria suponen que tras una primera fase de reestablecimiento del orden, el Ejército volvería a los cuarteles y la evolución hacia una democracia y un sistema de mercado entraría en un cauce sin los traumas y las amenazas que hoy existen.

Como señala Milovan Djilas, el Ejército no tiene fuerza para controlar la situación, y por tanto la posibilidad de un golpe parece ya remota. Markovic, por su parte, no tiene ninguna fuerza para imponerse sin una base mínima de consenso con las principales repúblicas, Serbia y Croacia.

La posibilidad de tal acuerdo es remota. Markovic se enfrenta ya a una moción de censura serbia. En Croacia, el intento de Markovic de llenar el vacío del poder creado por la ruptura de la presidencia han incrementado los recelos de Zagreb hacia el primer ministro. La reforma económica seguirá amordazada mientras no haya un acuerdo sobre el nuevo marco de relaciones entre las repúblicas.

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