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La segunda ruptura industrial

Considera el autor del artículo que las políticas de tipo territorial sólo conseguirán su nivel óptimo de eficacia y rentabilidad si se desarrollan en un contexto de cooperación entre las distintas administraciones públicas. Una cooperación que, en su opinión, puede aprovechar la proximidad geográfica de un conjunto de pequeñas y medianas empresas, lo que les permite compartir servicios de todo tipo, incluso los más sofisticados, sólo accesibles a la gran empresa.

La política de fomento de los distritos industriales trata de reproducir las condiciones que se produjeron en los orígenes de la revolución industrial europea -tan queridas de los clásicos de la economía y especialmente de Alfred Marshall- para dar lugar a los distritos fabriles, en los que nació la moderna industria manufacturera.Los distritos manufactureros del Lankashire o de Yorkshire tienen resonancias rníticas para los que se han asomado a la génesis inglesa de nuestra era industrial. El asunto no tendría más que un interés arqueológico, si no fuera porque la reacción ante la crisis económica de los setenta ha dado origen a una nueva floración de este tipo de conglomerados industriales de corte local, que explican el éxito, por ejemplo, de la nueva agresividad competitiva de la industria manufacturera ligera italiana: Emilia-Romagna, Módena , o lo que se ha llamado la tercera Italia son ya casos tópicos de esa vía de regeneración del tejido industrial.

Pero el hecho dista mucho de ser un caso excepcional: Ayonnax en Francia, Jutlandia en Dinamarca, Baden Würtemberg en Alemania, Smäland en Suecia, Silicon Valley en California, o las áreas de Barcelona y algunas zonas de la Comunidad Autónoma de Valencia, e incluso el País Vasco, constituyen ejemplos internacionalmente estudiados como casos para el estudio de lo que Michael Plore y Charles Sabel han denominado la segunda ruptura industrial.

Ampliar políticas

No sabemos muy bien cómo puede reproducirse este tipo de experiencias, pero estamos convencidos de que merece la pena explorar los instrumentos y poner en marcha experliencias que favorezcan la aparición de sinergias locales de esta naturaleza, ya que éste es el mejor instrumento conocido para hacer aparecer economías que, siendo externas a cada una de las empresas, resultan internas al distrito industrial.

Para ello será conveniente ampliar hacia la esfera territorial -y sobre todo local- las políticas de cooperación que hasta ahora han tenido fundamentalmente una dimensión sectorial. Una cooperación que puede desplegarse apoyándose en la gran facilidad que la proxinildad geográfica de un conjunto de pequeñas y rnedianas empresas puede proporcionar para compartir servicios de todo tipo, incluso los más sofisticados, que habitualmente sólo son accesibles a la gran empresa.

Servicios de abastecimiento, diseño, mercadotecnia, publicidad y otros intangibles pueden ser compartidos por un conjunto de empresas, tan sólo conectadas por su proximidad local y por su voluntad de hacer frente al reto de la competitividad creciente de los mercados asumiendo la necesidad de la especialización productiva.

Por no hablar de estrategias de distritos industriales centradas en el objetivo de dominar un nicho específico del mercado con gran variedad de productos y servicios, lo que hace a estos mercados especialmente aptos para ser abastecidos por una multiplicidad de empresas con gran flexibilidad de adaptación a los cambios de la demanda.

Algunas de las políticas que ya se vienen aplicando son especialmente idóneas para asentar esta política de catalización de los distritos industriales.

Pienso especialmente en los programas de cooperación empresarial, que han sido objeto de una regulación creciente; en la red de contactos tejida con motivo de la aplicación del Plan de Intangibles, y en la tupida red de colaboración ya articulada por el IMPI y por las sociedades de garantía recíproca, que abarca a más de 35.000 pyme, aunque en este último caso la cooperación se lleva a cabo para la obtención de servicios financieros, mientras que la característica de los distritos industriales es la colaboración en la utilización de servicios reales.

Pero una de las ventajas más sustanciosas que obtienen las empresas que participan en un distrito industrial es su reconocimiento dejacto como sujetos de interlocución unitaria en múltiples áreas, en las que las pequeñas y medianas empresas encuentran desventaja comparativa en relación con las grandes empresas.

Una de estas áreas -no la menos relevante, por cierto- es la de la interlocución con las distintas administraciones públicas. Si éstas desean favorecer la constitución de distritos industriales deben fomentar la relación privilegiada con este tipo de estructuras de cooperación industrial a nivel local.

Este criterio para priorizar el diálogo con las pyme es de aplicaclón a la hora de diseñar nuevos programas de política industrial -como los de fomento de la seguridad y de la calidad industriales-, a la hora de apoyar el establecimiento de institutos tecnológicos o de laboratorios de homologación, y, en general, como orientación gencral de todas las políticas industriales con una concreción territorial, sean éstas de Fomento, de fortalecimiento o de difusión y de modernización tecnológica.

Pero no se crea que este criterio político es válido sólo en el ámbito de la Administración industrial.

La cooperación local en materia de política de mercado de trabajo, tratando de articular aquella interlocución de las pyine con el Instituto Nacional de Empleo (INEM) para garantizar una mejor coordinación de la programación de la formación ocupacional con las necesidades industriales, es una posibilidad real impulsada por el Gobierno, lo que puede coadyuvar a hacer aflorar una de las principales sinergias que se esperan de los distritos industriales, cual es la de la formación de mercados de trabajo más eficientes y flexibles, que favorecen la movilidad y desencadenan procesos de emulación entre los distintos agentes del mercado, lo que contribuye a su mayor dinamismo.

El ámbito de la Administración educativa es otro en el que la cooperación a escala local puede resultar mutuamente beneficiosa, ya que una y otra pueden sacar partido del establecimiento de una interlocución creativa para la implantación y la planificación del nuevo sistema de formación profesional derivado de la LOGSE.

Al máximo nivel educativo, por su parte, resultan paradigmáticos los círculos virtuosos establecidos entre los parques industriales o tecnológicos y las universidades y los centros de investigación. No me extenderé más en algo que resulta evidente.

Política territorial

Naturalmente que todo este tipo de pollíticas territoriales sólo conseguirán un máximo nivel de eficacia si se llevan a cabo en un contexto de cooperación entre las distintas administraciones públicas: la Administración Central, las cornunidades autónomas y los ayuntamientos.

Es más, puede decirse que en la mayoría de los distritos industriales que han conseguido alcanzar un cierto éxito la actuación protagonista principal la han astinildo las instancias locales, apoyando sobre todo el establecimiento de los centros de servicios.

La política concomitante de los diferentes poderes públicos regionales y del Gobierno central, y la buena coordinación entre unos y otros, es también un condicionante del buen fin de un proceso de concertación industrial a nivel local, que resulta siempre frágil y quebradizo, pero que donde triunfa ofrece resultados óptimos.

es secretarlo de Estado de Industria.

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