Ganar la guerra
"Podemos ganar esta guerra contra las dunas vivas, no tenemos otro remedio, pero venceremos cuando los países ricos quieran porque no tenemos medios para enfrentarnos nosotros solos" , afirma Abdi Ould Waghef.En Mauritania se han reforestado ya 11.000 hectáreas de terreno y se han plantado 6,6 millones de árboles. "Los programas de lucha contra el desierto han dado a la gente una esperanza de vida", dice Mohamed Ould Sid Ahmed Lekhel. Reconoce que la desertificación es una bomba de efecto retardado para el país, con dramáticas implicaciones socioeconómicas.
"Hace 20 años el desierto no era así", recuerda Chelbany Ould Abdeina, un anciano que siempre ha vivido en el oasis de Toungad. "La arena avanza cada año y ha cambiado la vida de la gente, que siente pánico viendo su existencia amenazada, y ha acogido el proyecto Oasis con mucho interés", dice. Del exterior llega la Financiación para materiales y para pagar a los expertos (35 mauritanos y dos extranjeros) mientras que la población local pone las ramas de palmera y la mano de obra.
La pluviometría en esta región era de 150 milímetros al año de media a Finales de los años 60 y ha descendido a 50-60 milímetros. (En comparación, en Madrid es de aproximadamente 500 milímetros al año.) "Recuerdo que antes encontrábamos agua a 4 metros, hoy tenemos que excavar pozos a 30 metros y la gente tiene que trabajar mas para vivir peor", continúa Abdeina. Dos ,terceras partes de la población del oasis se han ido ya.
Limpiarlas calles
Los nómadas se han instalado en las afueras de Nuakchott, pero tampoco la capital está a salvo de las dunas vivas. Sólo en limpiar las calles de las ciudades, retirar la arena que se amontona día a día, cuesta 250 millones de ouguiyas anuales (unos 200 millones de pesetas), según datos del Banco Mundial. Muchas calzadas están invadidas por las dunas y la arena se concentra en los edificios hasta la altura de las ventanas a pesar de que en el perímetro noreste de Nuakchott 300 personas trabajan en la Fijación de dunas, construyendo barreras, que deberían extenderse hasta 50 kilómetros de distancia para controlar la situación.
No todos los pueblos pueden permitirse el lujo de este trabajo. El 70% de la antigua ciudad de Chiguitti, construida en el siglo XI, está ya bajo el desierto. Fue una ciudad oasis, centro del tráfico de caravanas de camellos que llegaban hasta Argelia, Marruecos, Senegal, Nigeria, Irak y China comerciando con pieles, lana, sal, animales, té y cereales. La población se ha reducido de 10.000 a 7.000 habitantes en 10 años y los que quedan caminan sobre los tejados de las casas, porque la arena ha elevado varios metros el nivel de las calles. -Si no se toman medidas enérgicas, en 30-40 años la ciudad desaparecerá totalmente", afirma Mohamed Bamine, prefecto de Chingulitti. Los proyectos de la Unesco de salvar este centro cultural del Islam se abandonaron hace unos años.
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