La vieja clase política regresa a Brasilia
El presidente brasileño Collor incorpora a su Gobierno a funcionarios de la época de Sarney
La destitución de la ministra de Economía, Zelia Cardoso de Mello, el pasado jueves 9 de mayo, seguida de la dimisión de todo su equipo, ha obligado al presidente de Brasil, Fernando Collor -que se halla desde el miércoles en España-, a recurrir a políticos de la época de su antecesor, José Sarney, a quien durante la campaña electoral no cesó de cubrir con toda clase de improperios. El nuevo equipo económico asegura que no cambiará la línea económica y sólo variará el estilo. La prensa, en cambio, habla de una sarneyzación del Gobierno de Collor.
Uno de los múltiples columnistas que proliferan en la prensa brasileña recordaba estos días que, al final de su mandato, Sarney pidió un pasaporte diplomático para cuando dejase la presidencia, y un celoso funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores se lo negó. Resulta difícil comprobar si el dato de la columna, que suele estar plagada de chismes y rumores con frecuencia interesados, es exacto; pero revela la crueldad de la pérdida del poder, sobre todo en un mundo tan cerrado y asfixiante como el de esa especie de cápsula espacial engendrada por una mente orwelliana que se llama Brasilia, la capital del país.En 14 meses de Gobierno, el presidente Collor, que irrumpió con ímpetu renovador e iconoclasta, ha tenido que doblegarse ante ese mundo de intereses y normas no escritas que regula la trama del poder. Tras haber cubierto de oprobios a los viejos políticos y asegurar que no entraría ninguno de ellos en su Gobierno, Collor tuvo que dar marcha atrás. Primero fue el pasado octubre con la sustitución del ministro de Justicia, Bernardo Cabral, tras el escándalo desatado por su relación amorosa con la ministra Zella Cardoso. Collor recurrió para sustituir a Cabral a Jarbas Passarinho, ex coronel y ministro de varios Gobiernos de la dictadura militar. Casi todos coinciden en reconocer el talento político de Passarinho, que se ha convertido en un hombre indispensable en la lidia cotidiana con un Congreso en el que Collor no dispone de una mayoría clara.
La crisis desencadenada por la caída de la ministra de Economía adquirió unas dimensiones superiores a las previstas por Collor y quienes urdieron toda la trama para acabar con la poderosa zarina de la economía. En solidaridad con Zelia Cardoso dimitieron casi 50 altos cargos. Para sustituir a la ministra, Collor tuvo que recurrir al embajador en Washington, Marcilio Marques Moreira -a quien la prensa llama ya 3M-, que había sido designado para el puesto por el Gobierno de Sarney, quien no tardó en alabar la elección del nuevo ministro de Economía.
Con los nombramientos del nuevo equipo económico para cubrir las vacantes dejadas por el equipo de Zelia Cardoso, la vuelta a los políticos tradicionales ha sido completa. "Marcilio forma parte de un equipo de burócratas profesionales", tituló el periódico Jornal do Brasil. "Hombres de Sarney vuelven al Gobierno con Marcilio", era la primera plana del jueves en Folha de Sao Paulo. "Nuevo equipo indica sarneyzación", titulaba a toda página la sección de economía de O Globo.
El nuevo equipo jura y perjura que la línea económica no variará, pero no faltan los que hablan de una derechización del Gobierno de Collor, aunque de hecho más bien se trate de un cambio de estilo. Los economistas del grupo de la ministra respondían a un perfil de izquierdista de los setenta reconvertido en yuppy en los ochenta. Durante 14 meses, Zelia Cardoso y los suyos actuaron con esa impunidad que les concede el haber sido de izquierdas y actuado contra la dictadura para aplicar ahora, sin escrúpulos, una política económica que condena al hambre y la miseria a centenares de miles de brasileños. El estilo iconoclasta de la ministra, su prepotencia y sensación de omnipotencia la llevaron a desencaüenar al mismo tiempo una, guerra en todos los frentes.
Zelia Cardoso se enfrentó a los deudores exteriores de Brasil, a los empresarios, a los parlamentarios y, por supuesto, a los sindicalistas, que vieron reducida a menos de la mitad la capacidad adquisitiva de los salarios de los trabajadores y el aumento incesante de los desempleados. La revista Veja de esta semana relata un incidente revelador del último viaje de la ministra a Estados Unidos junto con el ex presidente del Banco Central Ibrahim Eris. Tanto exasperó la ministra al subsecretario del Tesoro de EE UU, David Mulford, que en un momento de la entrevista se volvió hacita Eris para decirle: "¿Sabe lo que le va a dar el mundo a Brasil con esa actitud?". Al mismo tierripo, Mulford efectuó el gesto del corte de mangas.
La irresistible ascensión de Zelia Cardoso llegó hasta el momento en que la ministra empezó a tocar los intereses de la llamada república de Alagoas. La existencia de este grupúsculo enquistado en el entorno de Collor resulta tambicin expresivo de hasta qué punto el joven presidente ha caído en los vicios de la vieja política. Se mueven alrededor de Collor, en los bastidores del poder, una docena de personas que parecen intocables, como demuestra lacaída de la todopoderosa ministra.
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