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Bush dice que hay razones para ser opitimista sobre la paz en Oriente Próximo

El presidente norteamericano, George Bush, declaró ayer que hay "múltiples razones para el optimismo" en Oriente Próximo, tras ser informado ayer en Washington por el secretario de Estado norteamericano, James Baker, sobre los resultados de su cuarto viaje en los dos últimos meses a esa región. Baker dijo, poco antes de entrevistarse con su jefe, que se mostraba "optimista", a pesar de reconocer que los problemas que impiden una conferencia de paz entre israelíes y árabes siguen sin resolverse. La guerra del Golfo no parece haber allanado el camino.

El presidente de Estados Unidos, tras dos horas de reunión, subrayó que "seguiremos trabajando y si hay razón para que [Baker] vuelva [a Oriente Próximo] los hará [los viajes]". El secretario de Estado dijo, que "no estoy desilusionado porque creo que estamos progresando. Hay muchas más áreas en las que se ha alcanzado un acuerdo sobre este proceso por parte de Israel y los Gobiernos árabes que áreas donde no se ha adelantado".El secretario de Estado reconoció que la propuesta norteamericana de que la ONU arbitre la conferencia de paz ha fallado -Israel se opone- y que ahora debe ser Bush quien señale "los pasos que EE UU debe dar en el futuro". El cuarto viaje de Baker a Oriente Próximo ha dejado al descubierto la prisa de EE UU por lograr un acuerdo de paz y la lentitud con que árabes e israelíes abordan el proyecto.

"No estoy aquí para hablar de historia, sino de futuro", dijo Baker hace nueve meses en una de sus visitas a Israel cuando un funcionario de este país le intenté contar el origen de sus desaveniencias con sus vecinos árabes. La situación no parece haber cambiado en estos nueve meses.

El peso del pasado

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Funcionarios del Departamento de Estado han declarado a su regreso de Oriente Próximo que israelíes y árabes continúan justificando su intransigencia basándose en lo que ocurrió en el pasado. Sin ir más lejos, Israel acusó ayer a Siria de atentar contra el Estado judío, al hacerse público el proyecto de tratado sobre la especial relación con Líbano.

El fracaso de este nuevo viaje de: Baker permite suponer que la guerra del Golfo, donde sirios, egipcios y saudíes lucharon contra Sadam Husein en el mismo bando que Israel, no ha cambiado el planteamiento de Tel Aviv ni el de los Gobiernos árabes. La guerra no ha cambiado el prisma político de Isaac Shamir, el primer ministro israelí, ni el del presidente sirio Hafez el Assad.

La presencia de Baker en Israel y su retorno a casa con las manos vacías hace suponer también que EE UU sigue sin tener claras las filosofías políticas de los países de Oriente Próximo. Bush y Baker estaban convencidos de que la guerra habría cambiado las cosas, pero todo parece indicar que se equivocaron.

Otro de los problemas con los que se ha enfrentado Baker es el del tiempo. El secretario de Estado tiene demasiada prisa. EE UU quiere que el problema palestino se resuelva lo antes posible para seguir de cerca la evolución política de la Unión Soviética y China -los dos problemas que más preocupan a Bush-, pero israelíes y árabes no tienen prisa.

Los norteamericanos están dispuestos a seguir ejerciendo su papel de líderes. Bush y Baker, que ayer se reunieron en el salón oval de la Casa Blanca para almorzar juntos, no se rendirán. Baker está convencido de que sus viajes han servido para algo y de que israelíes y árabes están de acilerdo en lo esencial: que se alcance un acuerdo global para discutir el futuro y que los palestinos estén presentes en la hipotética conferencia, representados por un delegado jordano.

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