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FERIA DE SAN ISIDRO

El año del cometa Ortega

Este es el año de Ortega Cano y, si dura, puede ser también un año histórico, un año que dejará huella, un año que rememorarán generaciones venideras. Como las precedentes recordaron el año del cometa, aquel cometa Halley que decían traía desgracias o venturas, según se hubiera levantado con el pie izquierdo o con el derecho quien hacía la profecía, y ahora ya no se sabe si, efectivamente, pasó por los espacios siderales para bien, o pasó para mal, o daba igual que hubiera pasado o no pues la Humanidad siguió su curso, metiendo la pata, según costumbre. Pero eso era en este valle de lágrimas que llamamos mundo, mientras la fiesta de los toros es planeta, y figura en los atlas gracias al trascendental descubrimiento del maestro Cañabate.Precisamente en el planeta de los toros, que ha sido pasto de desmanes diversos, hacían falta buenos augurios pues estaba que se caía, el pobre. Estaba tan de capa caída que, siendo planeta de los toros, ya ni había toros, ya ni se toreaba, e iba tirando con una ficción de toro y de toreo que le llevaba a la ruina. Sin embargo, en esta feria de San Isidro se está demostrando que toros hay y toreo también. En esta feria de San Isidro han salido toros, se ha producido el toreo, y esa es una inmensa fortuna para la fiesta, porque con toros y toreo garantizados, no desaparecerá jamás.

Garzón / Manzanares, Ortega, Litri

Toros de Juan Andrés Garzón, muy desiguales de presencia y juego; cuatro rebasaron con mucho los 600 kilos pero con trapío discutible varios de ellos; 1º y 2º aborregados; 3º inválido y pastueño; 4º manso; 5º bravo; 6º sin trapío pero con casta. José Mari Manzanares: tres pinchazos y estocada pescuecera (silencio); pinchazo hondo caído y tres descabellos (bronca). Ortega Cano: dos pinchazos y estocada corta trasera (vuelta); pinchazo hondo, dos descabellos -aviso con retraso- y descabello (vuelta con algunas protestas). Litri, que confirmó la alternativa: media pescuecera atravesada y dos descabellos (silencio); pinchazo hondo bajo y bajonazo escandaloso (protestas). Se guardó un minuto de silencio en memoria de Joselito, en el 71º aniversario de su muerte. Plaza de Las Ventas, 16 de mayo. Séptima corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

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Del toreo que se ha visto en la feria, Ortega Cano ofreció la versión más plena. Es su año, o por lo menos es su lo-que-va-de-año. Ya dio repiques de gloria con sendas actuaciones inspiradas en Valencia y en Sevilla, y ayer, en Madrid, ha echado las campanas al vuelo. Ahora se puede discutir sobre cuál de las tres faenas -Madrid-Sevilla-Valencia- fue mejor, y quizá sea una cuestión bizantina, pero hay un aspecto fundamental para medir el mérito de cada una de ellas, y es el toro. En Sevilla Ortega Cano estuvo finísimo, sí, pero allí no había toro; en Valencia estuvo magistral, y lo que había fue medio toro; en Madrid, en cambio, ha estado cumbre toreando un toro entero y verdadero.

La faena de Ortega Cano al quinto toro, un poderoso ejemplar de casta brava, tuvo un planteamiento técnico acabado. Podría decirse que fue una faena de tecnología punta. La faena de Ortega Cano al quinto toro fue también emotiva y arrebatadora. La quintaesencia del arte de torear desplegó Ortega Cano en esa faena, desde el gran ayudado rodilla en tierra con que le puso prólogo, hasta los suaves redondos del epílogo. Y entre una y otra rúbricas, construyó toda una teoría del toreo, en cuyo desarrollo tuvieron parte fundamental el valor para aguantar estoicamente la bronca embestida cuando citó al natural; la precisión, el mando y el temple para convertir en cálida armonía la vivaz embestida por el pitón derecho; la ligazón perfecta de las suertes, que sometía al toro y lo llevaba prendido de los vuelos de la muleta sin solución de continuidad; los hermosísimos pases de pecho, trincherillas y cambios de mano con que abrochó las series.

Al tercero también le había hecho Ortega Cano una preciosa faena, mas era toro inválido y pastueño; es decir, un medio toro al estilo de los que sirvieron para augurar el acontecimiento trascendental que había de venir.

Los toros de Garzón aparecieron mastodónticos en su mayoría, y no por eso tenían más trapío de toros que la minoría. Antes al contrario, los toros mastodónticos parecían ternerones cebados con destino a la industria cárnica. Quizá lo eran. Manzanares tuvo uno aborregado al que dio algunos pases con sus alivios de siempre y otro violento al que manteó por la cara sin ningún recurso propio de diestro veterano y enterado. Litri toreó mal al mastodóntico toro de la alternativa, y peor al que cerró plaza. El público no acertaba a entender cómo puede ser figura un torero tan espantadizo y desastrado, y seguramente se asombraría si supiera que faenas igualitas a esas se las aclaman a Litri en otras plazas. Pero el planeta de los toros está así. O estaba, hasta que llegó el cometa Ortega, le dio una fulgurante pasada y puso la fraudulenta ficción de toros y toreros en vergonzosa descubierta. Si esto dura, puede dejar huella.

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