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LA MAESTRANZA

Novilleros sin ambición

La novillería es un estadio de aprendizaje, de formación. A los novilleros les puede faltar técnica, les puede faltar oficio, pero lo que no les puede faltar es la ilusión, la ambición de triunfo. Tampoco, en la fase de aprendizaje, es bueno que asuman deleznables manas para eludir el riesgo. Eso se practica cuando ya se tienen cortijos, y ni aún así se prodigan en la Maestranza, sino en los pueblos.También debe tener el novillero el sentido de la oportunidad, y aprovecharla a la menor ocasión que se presente. El novillero, en la historia de la tauromaquia estuvo siempre tocado de esa bendita locura que es; la afición, y tenía claro que sólo había dos caminos: o el de la salida a hombros o el de la enfermería. Luego, a lo mejor no se producía ninguno de los dos supuestos, pero no era porque el novillero no hubiera puesto a contribución todo lo posible para una de esas dos gloriosas disyuntivas. No han sido nunca la mesura, la prudencia, el conformismo, atributos peculiares de ese estadio de la profesión.

Torrealta / Caballero, González, Sánchez Mejías

Novillos de Torrealta bien presentados aunque cómodos de cabeza, bravos y nobles, 3º y 4º mansurrones. Manuel Caballero: dos pinchazos y estocada ligeramente caída (ovación y saludos); pinchazo y estocada (silencio). Cristo González: estocada caída (petición y vuelta): estocada (ovación). Marcos Sánchez Mejías: pinchazo y estocada atravesada (silencio), estocada (palmas). Plaza de la Real Maestranza, 12 de mayo. Dos tercios de entrada.

La terna, de esta novillada careció de ilusión, de ambición, le faltó el sentido de la oportunidad, pues la desaprovechó olímpicamente. Si en pleno abono sevillano y con una novillada de los llamados hierros comerciales, dejaron escapar la oportunidad para mejor ocasión, está claro que querrán ser figuras por la periferia, no por los centros neurálgicos de la tauromaquia.

Manuel Caballero tuvo un primer novillo que se fue incomprensiblemente con las orejas al desolladero. Flubo en su faena, a un novillo bravo y franco, más preciosismo que hondura, más variedad que entrega. Y como el público sevillano no es tonto, pues se dio cuenta que, en definitiva, con tan buenas formas el albaceteño no estaba dispuesto a arriesgar un alamar. El cuarto, mansurrón, también tenía su faena, pero Caballero si no estuvo dispuesto a embraguetarse con el primero, menos lo iba a estar con el cuarto, que se le paraba a veces en mitad del viaje.

Cristo González no desaprovechó una oportunidad sino dos. Tuvo el mejor lote. Más fácil de torear su primero, que se comía la muleta, y al que le hizo una aceptable faena, desde luego por debajo de las bondades del enemigo. El quinto fue más codicioso, y había que rematarle rnuy bien cada muletazo para darle el siguiente. Intentó con la izquierda y desistió a la primera dificultad que advirtió.

Marcos Sánchez Mejías también desaprovechó la oportunidad que le brindó el sexto, el último que lidiaba tras tres domingos consecutivos de actuaciones en Sevilla. No se centró con el novillo y le dio varias series con escaso ajuste y carentes de limpieza. Su primero fue el novillo menos claro del encierro, pues buscaba y se quedaba en el embroque. No podía haber nada descollante.

Mal futuro le auguramos a la fiesta, como se generalice en la novillería la falta de ambición de la terna del domingo.

Triunfo de Galloso

Por otra parte, José Luis Galioso salió a hombros en la corrida que se celebró el domingo en El Puerto de Santa María (Cádiz), informa Efe.

Se lidiaron cinco toros de Bernardino Píriz, justos de presencia, flojos, que desarrollaron sentido, y uno -cuarto- de Jandilla, con trapío y bravo. José Luis Galloso, palmas y dos orejas. Emilio Mufioz, palmas y ovación. Julio Aparicio, silencio y algunas palmas.

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