Hermosos y benditos

El Palacio de los Deportes olía a Nenuco y Chanel. Ambiente light y buena entrada para un concierto en el que La Unión confirmó su condición de grupo tan serio, elegante y pretencioso como insulso. Después de 10 años de trabajo vive el mejor momento, y lo demostró ayudado por la tecnología y por músicos de lujo.Pasaban 20 minutos de las diez de la noche y el peligro de tortícolis se ceñía sobre el público, pendiente con descaro de las evoluciones del cantante Miguel Bosé en el graderío del lado opuesto al escenario; por fortuna para las vértebras cervicales de los presentes, se apagaron las luces, se alzó el telón y dio comienzo el espectáculo: sonó Revolución, la primera de las 22 canciones interpretadas a lo largo de la velada por el trío madrileño, y las cartas se pusieron boca arriba. Sonido simplemente aceptable (algo grande en el Palacio), un juego de luces y efectos impresionante, buenos músicos y una colección lineal de canciones insustanciales. El éxito masivo de un grupo basado en la imagen y en las listas de ventas.