La Telefónica, ET y yo
Esta noche, de nuevo, he soñado que yo era ET. Por supuesto, me he despertado con un horrible sudor frío y con espasmos nerviosos, porque ET sería muy tierno y todo lo que usted quiera, pero, de feo, no me negará que era un adefesio de marca mayor. Como para que no te den temblores si sueñas que tú te has convertido en el bicharraco ese. Y la culpa de mis pesadillas, amigo mío, es de Telefónica (Dios la bendiga).Hace cinco meses que cambié de domicilio: a unos escasos 50 metros del antiguo, donde, por cierto, después de tres años de espera, había conseguido un teléfono que en la casa ocupaba el centro de un altar, con sus velas y sus santos, que yo había dispuesto, emocionada, sólo para el aparato. Pues bien, a cinco meses del cambio de casa, la Telefónica (Dios la bendiga) todavía no me ha podido trasladar el teléfono de mi corazón; al parecer, esos 50 metros significan tanto para su tecnología punta como comunicar Saturno con Aldebarán.
Me he buscado toda clase de enchufes en la Telefónica (Dios la bendiga, sea lo que sea), pero todos me han desilusionado: va para años, no hay presupuesto, me dicen, para mi teléfono; nunca lo ha habido, y ahora, además, se va todo para Argentina, Chile y demás, y los de aquí, que se fastidien, me dicen, como siempre. Yo, en mi desesperación, he pensado hasta en secuestrar al presidente de la compañía y exigir de rescate un teléfono que funcione, aunque tenga las tarifas por las nubes; me he plarteado incluso el irme a vivir a Chile, y hasta un suicidio público para llamar la atención sobre el problema; pero soy cobarde y débil, y me limito a,soñar que soy ET y fabrico teléfonos con cuatro cacharros. Entonces me despierto sudada, porque mire usted que era horroroso el pobre ET, por muchas habilidades que tuviera-
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