Menos lobos y más logros
Miguel Ruiz, repartidor, ve con escepticismo las promesas electorales sobre el tráfico
Los repartidores son, con los taxistas y autobuseros, los conductores más denostados por los madrileños. Sin embargo, ellos se consideran dobles sufridores del caos. Pagan con su sueldo el tiempo perdido en atascos, encajan multas y aguantan chaparrones de improperios cuando paran Junto a la acera. Quizá por este estoicismo profesional les resbala la grandilocuente redacción de las promesas electorales sobre tráfico, "Déjenmos aparcar 10 minutos sin sanciones y hagan gratuito el transporte público para quitar los coches que sobran", replican.
"¡Qué morro! ¡Llega el último y besa el santo!". Miguel Ángel Ruiz, repartidor de la empresa de mensajería N-I, pone cara de circunstancias, baja de la furgoneta en doble fila, entrega el sobre y, regresa entre un concierto de cláxones ajenos. "Hay que buscarse la vida", explica.Ser repartidor en Madrid representa un vía crucis comparable al trasnochado "Soltera y madre en la vida" de los cincuenta. Que se lo pegunten a Ruiz. Aquí se baten antirrécords. Tardar una hora desde la plaza de Lima a la calle de José Abascal es hazaña perfectamente "mejorable" si uno elige la llamada ruta de los puentes -Joaquín Costa-Reina Victoria- en hora punta.
Asesor sin despacho
Miguel Ángel Ruiz podría ser asesor del Centro de Pantallas del Ayuntamiento, desde donde se controla el tráfico rodado. Este profesional tiene en su reloj el termostato de las subidas o bajadas que experimenta su salarlo por los altibajos de ese concepto estadístico llamado IMD (intensidad media diaria) que mide el mayor o menor grado (le tapón en Madrid.
Mala solución tiene el asunto si, como sostiene el ex concejal socialista de Circulación, Eugenio Morales, "el atasco es un problema irresoluble", o, como reconoce el PP, "no hay varitas mágicas en el tráfico". Para solucionar la incoherencia de mantener estas máximas y presentarse dignamente a las municipales en Madrid, todos los partidos que optan a colocar a sus candidatos en el Salón de Plenos dicen haberse devanado los sesos.
Todos, también sin excepción, apuestan por el transporte público frente al privado, pero lo cierto es que, mientras que unos echan un órdago a la grande para defenderlo, sin ahorrar invectivas al abuso de los vehículos privados, otros se debaten en un forzado farol para no esquivar el voto de los acérrimos del coche-para-todo.
"Fomentaremos el transporte público sin tener que recurrir a medidas represivas que afectan a la reducción de la movilidad urbana", promete el programa del Centro Democrático y Social en un alarde de virtuosismo en la táctica de nadar entre dos aguas.
Del mismo estilo son las propuestas del PSOE -"pretendemos que la utilización del coche privado sea una opción y no una necesidad"- y del PP (ofrece una política eficaz de transporte público que haga innecesaria "la prohibición y persecución del vehículo privado"). Enfrente, Los Verdes e IU se muestran tajantes: cerramiento del centro al tráfico privado y restricciones a coches particulares en la M-30.
Semáforos independientes para transporte público (PSOE e IU); bordillo-bus en calles con más de 60 autobuses a la hora (IU y Los Verdes); paralización (IU y Los Verdes) o reactivación ( PP y CDS) de los pasos subterráneos; microbuses y trolebuses para el centro (IU, CDS y PP). Aparte de estas promesas, las propuestas de los partidos alcanzan la unanimidad más absoluta en ofrecer la llegada del metro a la periferia y la proliferación de aparcamientos disuasorios en los accesos. Otros (PP y PSOE) prometen también sistemas inteligentes para informar sobre el estado del tráfico o de las plazas libres de aparcamiento.
"Déjense de tanta literatura y no permitan la especulación, obliguen a hacer aparcamientos a las constructoras y subvencionen totalmente el transporte público. Evitarán las dobles y triples filas y la presencia de miles de coches en la calle", sentencia Ruiz, el repartidor.
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