_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El decenio de Mitterrand

ESTA SEMANA, el día 10, se cumplen 10 años desde la entronización de François Mitterrand como presidente de la República Francesa. Viejo político forjado en las batallas de la IV República, ministro del Interior en los años en que algunos de sus futuros ministros hacían sus primeras experiencias de radicalización en las movilizaciones en favor de la independencia de Argelia, opositor encarnizado al régimen de la V República -el golpe de Estado permanente, según una opinión que luego habría de rectificar-, candidato fracasado contra el general De Gaulle y más tarde frente a Giscard, Mitterrand llegó al Elíseo en 1981, tras unas elecciones que fueron presentadas como aquellas en que los franceses tendrían ocasión de optar entre dos modelos de sociedad alternativos: el capitalista y el socialista, nada menos.Desde entonces, su presidencia ha dado cobertura a políticas que van del ruptunismo anticapitalista del pnimer momento, con nacionalizaciones y alianza con los comunistas, hasta el moderantismo de su primer ministro, Rocard, y la cohabitación con la derecha; del apoyo al despliegue de los euromisiles en Alemania, a la aceptación a regañadientes de la unidad alemana y del neogaullismo implícito de su política de defensa a la aceptación de que tropas francesas combatieran a las órdenes del mando norteamericano en el golfo Pérsico.

También en las relaciones franco-españolas cabe hablar de giro espectacular a lo largo de la década. Su primer Gobierno concedía asilo político a los activistas de ETA, denegaba las extradiciones y la colaboración policial antiterrorista, practicaba el obstruccionismo al ingreso de España en la CE y apenas escondía una despectiva reticencia ante la dernocracia española. Todo ello era el reflejo de ciertos prejuicios muy arraigados en sectores de la izquierda francesa, pero también de algunos errados pronósticos del propio Mitterrand sobre el futuro de la monarquía y el papel de Santiago Carrillo y del partido comunista. Luego, en cambio, España ha encontrado en Mitterrand su mejor valedor dentro de la CE, un colaborador escrupuloso y eficaz en la lucha contra el terrorismo y el impulsor de una de las más fructíferas etapas de cooperación política y diplomática.

El último tramo de la era de Mitterrand, que tiene como tope máximo el año 1995, en que termina su segundo e improrrogable septenlo, viene lastrado por algunos fracasos inocultables. En ellos sejuega el propio legado histórico del mitterrandismo, cosa especialmente delicada para un hombre preocupado por las huellas de su paso por la historia, tal como refleja la brillante política monumental y arquitectónica fomentada desde la presidencia de la República. En estos años, el Partido Socialista se encuentra en uno de sus peores momentos de cohesión interna y de despiste ideológico. Sus principales dirigentes se hallan enfrentados en el combate por la sucesión. La moral pública de la clase política, y especialmente de la gobernante, la socialista, está por los suelos tras los escándalos relacionados con la financiación de los partidos y las sospechas de interferencias del Gobierno en la acción de la justicia. Y algunos problemas corno el paro, el malestar suburbial o la xenofobia se han instalado como males endémicos.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Ciertamente, la economía ha superado el bac.he en que la hundió el doctrinarismo y ha conseguido frenar la inflación sin merma del crecimiento, acercándose a los niveles de competitividad de sus eternos rivales alemanes. Los sentimientos y complejos antietiropeos, tan arraigados a derecha e izquierda, han quedado cada vez más neutralizados, gracias precisamente a la tenacidad de Mitterrand, uno de los políticos más comprometidos con la idea de una Europa unida. Y sobre todo, 23 años después de aquel mayo parisino de todas las ilusiones y a 20 años de distancia de la recomposición del Partido Socialista, la sociedad francesa está hoy mejor preparada para abordar su futuro que aquel otro mayo de hace un decenio. Y algo tiene que ver en ello el ya anciano y siempre polémico político que preside sus destinos desde entonces.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_