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Picadores en el hule

Couto / Jiménez, Martínez, GonzálezCuatro novillos de Couto de Fornilhos, muy desiguales de presencia, 3º chico 5º grande y con poder; en general encastados y nobles. Dos de Alcurrucén, serios y con trapío; 4º noble; 6º, sobrero (en sustitución de otro del mismo hierro devuelto por inválido), poderoso y manso, que finalmente dio juego. Mariano Jiménez: dos pinchazos y estocada trasera baja (silencio); estocada corta trasera contraria y descabello (silencio). Ángel Martínez: estocada corta delantera baja a un tiempo y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada caída (silencio). Cristo González: pinchazo, estocada corta caída y rueda de peones (silencio); dos pinchazos, media estocada baja, descabello -aviso con más de un minuto de retraso- y descabello.Fueron atendidos en la enfermería los picadores Luis Llorente, de contusión en un muslo, y Juan García Pepinillo, de traumatismo en región dorso-lumbar, ambos de pronóstico reservado. Plaza de Las Ventas, 3 de mayo. Tercera corrida de la Miniferia de la Comunidad. Dos tercios de entrada.

JOAQUÍN VIDAL

Tarde aciaga para los picadores. Dos fueron derribados, ellos y sus cabalgaduras, por sendos novillos, y los dos acabaron en el hule. Lo del hule se dice en sentido metafórico y no con intención peyorativa. Antiguamente ni tenía sentido metafórico, pues era absolutamente real. Los sanitarios de las enfermerías protegían con hule las camas, camastros o camillas, para que no se empaparan de sangre y fármacos cuando curaban a los toreros heridos.

Ahora hay otros materiales, otros adelantos, otra asepsia, y el hule perdura como referencia metafórica y voz algo arcaica de la jerga taurina. O sea, que allá, al hule, llevaron a los dos picadores. José Luis Llorente, derribado por el quinto novillo, con gestos de intenso dolor pues le cayó el caballo encima de una pierna, y si no resultó quebrada, hubo de ser porque los picadores tienen una encarnadura y una osamenta hechas de pedernal con inscrustaciones de lapislázuli. Pepinillo, derribado por el sexto, sin gesto alguno, ya que el brutal derrote fulminó al caballo, el jinete no tuvo tiempo de reaccionar y se estrelló contra el suelo, donde quedó sin sentido.

Tantas corridas sin que los toros sean capaces de mover, cuánto menos derribar, a los picadores -en muchas ferias, incluso largas y postineras, ni uno- e, inopinadamente, llega una novillada cualquiera en Madrid, derriban dos, y otros tantos picadores se van al hule. Extrañas cosas pasan en la fiesta. Los que se devanan los sesos (o eso dicen) a fin de averiguar por qué se caen los toros, por qué no aguantan ni un leve puyazo, por qué embisten ovejunos, ahorrarían cacumen si emprendieran la investigación por el lado opuesto. Es decir, intentando conocer por qué derribaron los dos novillos mencionados; por qué seguían embistiendo a pesar de los tres o cuatro puyazos -feroces, traseros, sangrantes hasta la pezuña- que les recetaron las correspondientes acorazadas de picar, puestas en orden de combate por qué tenían la embestida propia del genuino toro de lidia.

Otra particularidad extraña de la actual fiesta es que muchos toreros no saben torear. Esto no pasaba antes. Antiguamente, los toreros se atrevían o no se atrevían a ceñirse con los toros, pero torear, sabían todos. Y lo demostraban cuando -rara vez- les salía un torito pastueño, seguramente menos pastueño (y más agresivo) que los de la novillada rara y aciaga para picadores. Es cierto que hubo viento, lo cual no facilitaba las exquisiteces toreras, mas al lado del temporal de jornadas anteriores, parecía delicada brisa; es cierto que hizo frío, mas al lado de la congelación de jornadas anteriores, parecía confortable balneario. De manera que los espadas tienen poca excusa. Mariano Jiménez, desigual en banderillas, no le encontró el temple al extraodinario ejemplar que abrió plaza, y al cuarto le muleteó nervioso, atropellado y con excesivas aceleraciones para que el novillo pudiera encelarse en la muleta. Mariano Jiménez toreó muy vulgar a pesar de sus voluntariosas porfías. Cristo González, a un encastado y pequeñajo novillete que el público bautizó "la ratita", le componía posturas para citar, mientras al remate de los pases rectificaba terrenos precipitadamente.

La fuerza y la mansedumbre del sexto no inquietaron a Cristo González, en cambio. Supo ver las buenas condiciones del toro, le sacó a los medios dando estatuarlos, ligó algunos buenos derechazos y ensayó el natural con menos fortuna. Eso ya se parecía más al toreo. Pero no fue suficiente, desde luego. Se quita el poder de los dos novillos que mandaron sendos picadores al hule, y la novillada no habría tenido el menor relieve. únicamente las indirectas que se cruzaban los del tendido siete con sus an ipo as o as graciosas ocurrencias de un aficionado del ocho dirigidas al presidente -que aguantaba marea-, entretenían algo la tarde. Lo cual, bien se puede entender, no compensaba el frío que se pasó. Para ese frío, la afición está mejor en la sierra, esquiando.

Moruchada en Jerez

Por otra parte, la tercera corrida de la Feria del Caballo, de Jerez de la Frontera (Cádiz), se hundió a causa de una moruchada de Javier Camuñas -ganadería de procedecia Jandilla-, informa Efe. Los cinco toros de este h lerro y uno de Luisa Lara Yotti, que se lidiaron, estuvieron mal presentados, fueron mansos de solemnidad y embestían a oleadas, con la cara alta. José Luis Parada tuvo silencio y algunos pitos; Víctor Mendes, ovación y palmas, y Juan Pedro Galán, ovación y palmas. Hubo menos de media entrada.

En la jornada taurina del viernes, se celebraron también los siguientes festejos:

Motril (Granada). Casi lleno. Toros de Andrés Matías Sánchez, descastados; el sexto desarrolló peligro. El Soro, aplausos y oreja. Rafi Camino, silencio y vuelta al ruedo. Celso Ortega, aplausos y silencio.

Granada. Un cuarto de entrada. Novillos de Joaquín Núñez, mal presentados, flojos, con poco juego. José Antonio Rodríguez El Torero, vuelta en el cuarto. El primero se desnucó al rematar en tablas tras el tercio de banderillas. Joaquín Díaz, palmas y oreja. Paco Aguilera, petición y vuelta; aviso y palmas.

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