Encontrar el paso idóneo
Estos días se reunen en Madrid expertos europeos para discutir el Libro Verde sobre el Medio Ambiente Urbano, texto elaborado por la CE. Con este motivo, el articulista analiza en este texto la extrategia española sobre este problema.
Dos tercios de la población española vivimos en núcleos urbanos. Al contrario de hasta hace unos años, la vida en las ciudades, y en especial en las más grandes, ha dejado de ser la opción indudablemente mejor de las posibles. Junto a las evidentes posibilidades y ventajas de evolución personal, profesional, económica, cultural, etcétera, que las urbes siguen ofreciendo a sus habitantes, es obligado reseñar también el transporte, el tráfico, la especulación urbanística, inseguridad, contaminación, marginación, etcétera, como problemas que conforman su propia cotidianeidad. En este contexto, los 12 países miembros de la Comunidad Europea (CE) tomamos reciente consideración del llamado Libro Verde sobre el Medio Ambiente Urbano, texto de análisis y debate cuya reflexión a nivel europeo sobre su contenido va a tener lugar en Madrid los próximos días 29 y 30, con la presencia y participación de expertos, profesionales, responsables políticos y altas personalidades.El trabajo de la Comisión Europea hace una fotografía de la situación medioambiental delconjunto de las ciudades europeas y sus áreas metropolitanas tomadas como un todo, con un positivado final preocupante, en el que los aspectos negativos que impregnan la planificación urbanística, la cohesión social, el transporte, la protección del patrimonio histórico y el entorno natural, y la gestión de aguas y residuos denuncian bien a las claras que el vigente modelo de ciudad ha entrado en crisis. Sin embargo, tanto para los redactores materiales del libro como para los gestores públicos que hemos dado nuestro respaldo está claro que "aún estamos a tiempo de salvar la ciudad europea". Y más todavía, que las ciudades seguirán determinando el desarrollo económico y social de Europa, pese a que la evolución tecnológica parece indicar lo contrario".
En el reciente debate a nivel nacional que sobre el Libro Verde se celebró en Sevilla quedó pergeñada la que podríamos denominar "nuestra estrategia medioambiental urbana", en ningún caso entendida como contrapropuesta a la que en el ámbito comunitario pueda adoptarse, pero sí atendiendo a la suma de los tres principios que el texto reconoce como básicos para avanzar en la aplicación de soluciones. Estos principios son el de subsidiariedad, integración y diferenciación, lo que implica co participación en los costes, visión global de los problemas y aceptación de que se parte de realidades diferenciadas.
No existe duda alguna de que la cultura urbana española está plenamente integrada en la europea, a cuya definición ha contribuido. De la misma forma, en España, la revolución industrial y su corolario, la revolución de los transportes y las comunicaciones, supusieron en su momento una violenta ruptura entre un pasado en el que era posible ir introduciendo progresivamente las sucesivas innovaciones urbanísticas sin traumas sociales ni culturales y el presente posindustrial donde la transformacion y el crecimiento urbano han sido tan repentinos y vertiginosos que han impedido una asimilación racional de los cambios, generando problemas de gigantismo urbano, despersonalización y masificación social, que han germinado un rosario de problemas, entre los que destacan los relacionados con las condiciones ecológicas del hábitat ciudadano y la pérdida generalizada de calldad ambiental de vida para las colectividades que los pueblan.
Matices importantes
Cuando se examina al detalle no sólo las estructuras, tipologías y morfologías, sino también los efectos que el antes referido desarrollo ha tenido sobre las ciudades españolas en comparación con las del centro y norte de Europa, los matices se hacen especialmente importantes. En España, la urbanización contemporánea es un proceso que se desencadena de forma más tardía y menos intensa que en los países de la Europa más desarrollada Estas características diferenciadoras, sin embargo, y en contra de lo que pudiera pensarse, no han actuado como factores positivos. El retraso de la urbaniza ción española no ha servido para aprender de la experiencia ajena y evitar incurrir en los mismos errores, sino para reproducirlos de forma ampliada.La fase álgida del proceso die crecimiento español, y en conse cuencia de su estructura urbana , contextualizó dentro de las duras consecuencias de una posguerra y en la coyuntura sociopolítica autoritaria y sin controles democráticos a la que estuvo sometido el país hace algo menos de dós décadas. Así las cosas, la acuciante escasez de vivienda, la carencia de servicios sociales y equipamientos colectivos, se aliaron con unas autoridades cuando menos laxas en su visión de los intereses comunes y unos sistemas productivos salvajemente capitalistas, hasta configurar unos paisajes urbanos donde la especulación campaba por sus respetos.
A buen ritmo, aunque quizá no al óptimo, por fortuna la situación se está paliando. Y por fortuna también, en este caso el camino no nos toca hacerlo descompasados de nuestros vecinos. La clave está en encontrar nuestro paso idóneo. El reconocimiento de nuestra realidad deficitaria no debe llevarnos a actitudes derrotistas. Por un lado, la conciencia ambiental de la sociedad y sus instituciones crece día a día, y en especial en las ciudades, y por otro, el propio proceso de desarrollo ha configurado un urbanismo especialmente apelmazado al contexto físico de las propias urbes, y que en compensación todavía no ha repercutido demasiado en los ámbitos rurales. Expresado simplistamente, se puede decir que a nuestro campo le quedan aún más características de campo que al de la mayoría de nuestros colegas de la CE. No por nada todavía disponemos del mayor patrimonio natural de Europa, de una flora y una fauna evaluadas en más de 8.000 especies de plantas, 340 de aves, 95 de mamíferos y 80 de peces, que para sí quisieran nuestros vecinos. De ahí que a las generalizadas, insistentes e incluso podríamos decir obvias medidas que el Libro Verde plantea para mejorar las condiciones de habitabilidad y ambientales de las ciudades, como planificación urbanística, revitalización de zonas degradadas, primar el transporte público, diseño de programas integrales anticontaminantes, etcétera, en nuestro caso habría que ir a un proceso que ciñera al máximo las actuaciones dentro del marco físico ya afectado y minimizara lo más posible la incidencia en el medio rural. Estas pautas selectivas frente a las más sencillas políticas que puedan diseñarse en otros ámbitos nacionales del centro y norte de Europa conllevarían unos costes económicos lógicamente superiores. En este mundo, el referido principio de subsidiariedad financiera comunitaria debería responder en consecuencia, y en la medida en que los beneficios finales no serían sólo patrimonio de los españoles, sino de todos los europeos.
Internalizar la variable medioambiental en el planteamiento urbanístico, impregnando las distintas decisiones sectoriales tanto en el ámbito de la vivienda, el transporte, las dotaciones sociales o la ubicación de la industria lo que posiblemente nos conduciría a un gran pacto ecológico suscrito por fuerzas sociales y políticas-, es algo que debemos asumir desde ahora mismo a la hora de hacer o transformar ciudades. Es algo que nos debemos a nosotros mismos, pero irrenunciablemente a las generaciones futuras.
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