Pintadas
Sean buenas o cretinas, las pintadas son arte, literatura, sindicalismo, fiscalidad y justicia de masas.Si son un destrozo de piedras ilustres o muros más dignos de respeto, si engendran baños de tizón o brochazos de cobalto, si incordian a los ciudadanos dominicales -orgullosísimos de todas sus resignaciones con el poder, no con el pueblo- no es por la inteligencia o la estupidez de los rótulos, sino por venir de las masas, es decir, de cualquiera. Las pintadas no están autorizadas por el comercio, el Estado, la provincia o el municipio. Ése es todo su mal. Lo que las pintadas digan no importa. Siempre puede haber alguien a favor de lo pintado, y en democracia eso es suficiente.
Apropiarse del común y desgarrarlo es lo que hacen también los historiadores, antropólogos, escritores de libros de viaje, de guías, de diccionarios populares o selectos, de retablos, de enciclopedias regionales, de libros de la ciudad o de las villas.
A la gente que se queja de las pintadas, y hasta de los buenos grafitos, no le importa, en cambio, regalar todas las bibliotecas, todos los colegios y universidades, y periódicos, y emisoras, a ese montón de listos que con el cuento de la investigación, del arte o de la cultura en general, ora dejan el recuerdo de sus entrañas como los perritos en lo alto de un pedrusquín, ora graban sus ideas y su firma en la corteza del árbol de las generaciones.
Diferencias de clase, meramente.-
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