González desea que la dedicación de Kohl a la ex RDA no le aleje de la Europa del sur
Siete meses después de la unificación alemana, los recelos que, aunque en menor medida que en otros países europeos, suscitó en España este proceso se han desvanecido. A pesar de que la nueva Alemania está de lleno volcada en levantar la economía de sus cinco provincias orientales, el presidente Felipe González pretende que apoye las ideas que baraja el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, para ayudar a los pobres de Europa a resistir el impacto de la unión económica y monetaria.
Acompañado por sus ministros de Asuntos Exteriores, Economía y del portavoz y dos secretarios de Estado, González celebrará a partir del miércoles en Lanzarote la primera cumbre con el canciller Helmut Kohl desde que se produjo la unificación. Ambos mandatarios llegarán, sin embargo, a la isla mañana, martes, con 18 horas de adelanto sobre sus delegaciones, para pasar unas horas juntos, a solas con un intérprete.La carencia de contenciosos bilaterales centrará la cumbre en los asuntos comunitarios. Kohl, que ha dado sobradas pruebas en los últimos tiempos de su fe europea, es partidario como González de impulsar las conferencias sobre unión política y monetaria. La única pequeña disputa entre ambos es la rivalidad entre Madrid y Múnich por atraer la sede de la futura oficina de marcas de la Comunidad Europea (CE).
El anfitrión español aprovechará la ocasión para sondear a su huésped sobre su disponibilidad a aceptar la creación de una especie de fondo interestatal de compensación, que se añada a los actuales fondos estructurales, para, a medida que se ahonde la unión económica y monetaria de los Doce, ayudar a los pobres de la CE a mejorar, por ejemplo, sus infraestructuras.
También intentará averiguar González si Kohl comparte la idea barajada por el presidente del Bundesbank (banco central alemán), Otto Pöhl, de que sólo los países con economías lo suficientemente saneadas, entre los que no se encuentra España, accedan a la segunda fase de la unión monetaria, creando así, de hecho, esa "Europa de dos velocidades" que tanto preocupa al presidente español.
En Madrid se es proclive a que sean todos los países integrados en el Sistema Monetario Europeo, es decir, los Doce con la excepción de Portugal y Grecia, los que entren simultáneamente en la segunda fase, que conlleva la puesta en pie de un sistema de bancos centrales europeos. La unificación ha acercado los porcentajes alemanes de inflación y déficit público y los tipos de interés a los españoles. De ahí que el sector económico del Gobierno estime poder dar junto con Alemania, en 1994 o mejor aún en 1996, el salto hacia esa segunda etapa.
Auge de la exportaciones
La unificación de Alemania primer proveedor de España y segundo cliente de sus exportaciones, y su consiguiente reactivación económica (4,5% de crecimiento en 1990) han supuesto un incremento de sus compras de productos made in Spain que el año pasado fue del 21%, hasta alcanzar los 756.000 millones de pesetas. El aumento de las importaciones españolas de la RFA fue tres veces inferior (7,7%), aunque su volumen global ascendió a 1,46 billones de pesetas, casi el doble de las exportaciones.A pesar de su creciente penetración en la antigua RDA y en el Este del Viejo Continente, las empresas alemanas batieron también en 1990 su récord de inversión en España, donde colocaron 123.102 millones de pesetas. En sentido inverso también se rebasó un techo al superar la inversión española en la RFA los 20.000 millones.
El embajador alemán en Madrid, Guido Brunner, se esfuerza incluso en animar a los hombres de negocios españoles a adquirir parte de las 7.000 empresas de la ex RDA que el organismo encargado de su privatización (Treuhand) pone a la venta a precio de saldo. Pero hasta ahora sólo dos constructoras (Ferrovial e Hispanoalemana) y una conservera se han atrevido a dar el paso.
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