Delincuencia
No voy a incurrir en la queja fácil o en la manida indignación ante las autoridades municipales, ahora que vienen las elecciones. El asunto es demasiado serio para eso. Voy a limitarme tan sólo a relatar algo que se repite con más frecuencia de la que quisiéramos en las calles de Madrid. Es el sábado 6 de abril, a las diez de la noche. La Puerta del Sol hierve de ladrones y delincuentes, no es difícil notarlo, y cuando menos se espera salta la liebre. Allá donde comienza la. calle de Alcalá, junto a una caja de ahorros, un matrimonio de edad mediana es asaltado y molido a golpes por dos indeseables que quieren sus pertenencias. La escena es de una violencia insoportable, similar a una tortura, ante la ausencia total de policía en toda la plaza. La entrada a la calle de Alcalá, con callejón lateral incluido, es un lugar idóneo para el atraco, un punto negro privilegiado, como tantos otros del centro de la capital, donde hay un callejón al que echar mano. Me conformaría con que la presente carta sirviera, al menos, para que uno de mis conciudadanos, sólo uno, o de los visitantes de paso, no volviera a caer en la trampa.-
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