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FERIA DE SEVILLA

Pésima miurada

Miura / Ruiz Miguel, Manili, VázquezToros de Eduardo Miura, grandes, tres con más de 600 kilos de peso, inválidos y descastados. 5º devuelto por inválido. Sobrero del conde de la Maza, cuajado y de preciosa lámina, manso y con sentido. Ruiz Miguel: pinchazo, estocada corta atravesada, rueda de peones y descabello (ovación y saludos); estocada saliendo revolcado y cinco descabellos (ovación y salida al tercio). Manili: estocada ovación y salida a los medios); tres pinchazos y estocada (silencio). Pepe Luis Vázquez: media y dos descabellos (aplausos y también pitos cuando saluda); pinchazo hondo escandalosamente bajo a paso banderillas (protestas). Plaza de la Maestranza, 21 de abril. 171 corrida de feria. Lleno.

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JOAQUÍN VIDAL

La miurada salió pésima. La miurada fue un fracaso ganadero, porque resultó absolutamente inválida y descastada. Peligrosa, desde luego, lo cual nadie quiere; pero hay veces que una corrida peligrosa salva el honor de su divisa por la casta que exhibe en los sucesivos tercios de la lidia; o, si se quiere, incluso por su poder. Sin embargo, esa miurada que con tanta esperanza se recibió, pues se con5aba en que daría un ejemplo de trapío y bravura a todas las ganaderias cuyas reses provocaron la indignación de los aficionados en gran parte de la feria, fue, quizá la peor. Mucha fachada, pero por dentro no tenían nada; quiere decirse, nada que recordara al genuíno toro de lidia. A esos torazos inválidos, descastados y peligrosos les llegan a cambiar el legendario hierro por el del Tío Petete, y a estas horas estarían diciendo los celosos custodios de los valores eternos de la Maestranza, que meter la tullida bueyada del Tío Petete en el templo de la tauromaquia es un sacrilegio, al que corresponde pena de excomunión.

Primero y sexto eran impresionantes por su longitud de cabeza a rabo, por su altura de cruz a pezuña. En cambio, los pitones, no los tenían impresionantes; ni esos ni ninguno, porque todos aparecieron astigordos o escobillados. Después, trastabillaban, sólo soportaban una vara o vara y media, acababan sin arrancada y menos mal si no buscaban el bulto, como hicieron casi todos.

Allá para el quinto toro el público ya estaba cansado de miuras descastados e inválidos y consiguió que la presidencia lo devolviera al corral. Le sustituyó un sobrero del conde de la Maza, que si llega a llevar elhierro legendario titular, la gente habría exclamado ¡oh!. No sólo ¡oh!: ¡oooh!. Pues se trataba de un magnífico torazo castaño albardado, hondo e írreprochablemente puesto de cornamenta. Ese sí era astifino. Y además tenía casta. Casta, dentro de la variedad negativa del manso, estilo bravucón; o sea, que tomaba violento las varas -tres tomó; también es un dato- y luego huía. A ese torazo le prendió Pedro Mariscal dos soberanos pares de banderillas, premiados con la ovación más larga y cerrada de la tarde. Acabó el manso-bravucón tirándose al bulto, y Manili, después de intentarle pundonorosamente derechazos, lo macheteó.

A los miuras tampoco podía hacérseles otra cosa que machetearles. Ruiz Miguel en los dos suyos y Manill en el segundo aún hicieron má: pasarselos por delante las tres o cuatro veces que embistieron, y Pepe Luis Vázquez lo mismo, en sendas faenas muy breves, muy relajadas, a pesar de los miurazas que tenía delante. Y eso es lo malo -para su negocio- porque los públicos quieren la obviedad, que el torero demuestre fehacientermente su voluntad de trabajar, y si suda, mejor. De todos modos Pepe Luis Vázquez lidió muy bien a sus dos toros, y en el primero, además de saludarle por verórticas cargando la suerte, le hizo un quite juntas las zapatillas que fue una preciosidad. Remató con media, se retiró andandito y marchoso, e iba dejando detrás un aroma de torería ... Algo hubo-pues, en la miurada mala e insufrible.

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