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Paz y reconciliación

Una vez finalizada la guerra del golfo Pérsico, se halla en marcha la búsqueda de la paz entre árabes e israelíes, que comienza su andadura ante los obstáculos familiares del odio y la intransigencia.Es hora de que miremos las cosas desde un nuevo punto de vista que es tan antiguo como el propio Oriente Próximo: la reconciliación a través de la religión, porque no puede haber paz entre las naciones de Oriente Próximo sin que exista una paz religiosa.

Las naciones implicadas en el conflicto de Oriente Próximo representan a las tres grandes religiones monoteístas del mundo: la cristiandad, el judaísmo y el islam. Estas tres religiones tienen mucho en común. Todas tienen unos orígenes semíticos orientales. Todas tienen carácter profético (una creencia en la creación y en una redención final), y todas ellas pretenden tener a Abraham como su ancestro.

Si se mirasen en estos orígenes, podrían efectuar una contribución enormemente importante a la paz mundial. Estas religiones proféticas, el islam, el judaísmo y el cristianismo, creen en el único y mismo Dios, el Dios de Abraham. Creen en el Dios único que no tolera otros dioses, poderes, gobernantes e ídolos; que no es sólo el Dios de un pueblo, sino de todos los pueblos; que no es un Dios nacional, sino el Señor del orbe, y que desea el bienestar de todos los pueblos.

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De este modo, podemos comprobar la existencia de una base real para un ecumenismo de las tres religiones, que podrían formar juntas un movimiento mundial monoteísta, con un enfoque ético. Esta relación se podría denominar un movimiento ecuménico abrahamístico. No puedo imaginar cómo, tras tantos intentos fallidos, podría conseguirse la paz en Oriente Próximo gracias a la resolución de la cuestión palestina, a menos que pudiera hacerse de este movimiento ecuménico abrabamístico un factor eficaz en la política mundial. ¿Cómo, de otro modo, podríamos protegernos de los fanáticos religiosos de todos los campos, que impiden la reconciliación?

Pero el problema más difícil consiste en hallar una solución para la ciudad de Jerusalén, una ciudad que ha conocido muchos señores durante el transcurso de su historia de 3.000 años; una ciudad sagrada para judíos, musulmanes y cristianos.

El destino de Jerusalén, a lo largo de toda la historia mundial, ha sido ser sagrada para las tres religiones abrahámicas a la vez. Además, existe una serie de vínculos sagrados con Jerusalén que son específicos de cada religión: para los judíos, es la ciudad de David; para los cristianos, la ciudad de Jesucristo, y para los musulmanes, la ciudad del profeta Mahoma.

De ese modo, Jerusalén no es solamente un pedazo de tierra. Es un símbolo religioso, y los símbolos religiosos no tienen por qué ser políticamente exclusivos.

Hay quien ha abogado por la "internacionalización de Jerusalén. Tel Aviv, dicen, podría ser la capital de Israel, y Ramallah podría convertirse en la capital de un Estado palestino.

Pero tal vez haya otra solución. El pueblo palestino busca su identidad política. Quieren la autodeterminación y su propia bandera. ¿Por qué, en una nueva era, no podría darse una coexistencia pacífica, de forma que ambas banderas, la judía con la estrella de David y la palestina con su media luna, ondeen sobre Jerusalén?

¿Sería un hecho histórico tan raro una ciudad con dos banderas? ¿No ondean sobre Roma, igualmente disputada, los pabellones de Italia y del Vaticano?

¿Por qué no podría convertirse esta vieja y simbólica ciudad en la capital del Estado de Israel y del Estado palestino, dado que una nueva división carecería de sentido, desde el punto de vista económico, político, social y religioso?

Este podría ser el primer elemento de una política general, y una solución religiosa para Jerusalén. Un segundo elemento vendría dado por la diferenciación entre capital y sede del Gobierno, cosas que no tienen que ir necesariamente juntas.

Al igual que ha sucedido en Alemania, con las discusiones sobre Bonn y Berlín, la ciudad vieja de Jerusalén podría ser la capital neutral de Israel y de Palestina. El centro gubernamental israelí seguiría estando en la nueva parte judía de Jerusalén, mientras que podría constituirse un centro gubernamental palestino en la parte nueva (oriental) del Jerusalén árabe. Cada centro de gobierno estaría situado en su propio territorio, pero no estaría separado de la vieja ciudad.

Podrían negociarse unas condiciones específicas. Cuando se da un deseo ético de paz, suele haber, por lo general, una forma política de llevarlo a cabo. Pero, ¿cómo se podría incorporar a una solución pacífica la cuestión del emplazamiento del viejo templo, el Haram el Sherif, en el centro de Israel? Éste sería el tercer elemento para una solución global política y religiosa para Jerusalén.

Las tres religiones abrahámicas necesitan un símbolo religioso, un lugar sagrado común, como una gran señal de que las tres rinden culto al Dios único de Abraham, y que, por tanto, comparten algo fundamental, que podría superar todas sus divisiones y enemistades. La paz, fundada en un credo común, podría estar simbolizada por un lugar sagrado común.

El hecho es que ya existe un santuario dedicado al Dios único de Abraham: la Cúpula de la Roca, un lugar sagrado único situado en el emplazamiento del antiguo templo de Jerusalén, que a menudo se denomina, erróneamente, la mezquita de Omar, aunque de hecho no sea una mezquita.

Según la tradición judía y musulmana, la Cúpula de la Roca conmemora no solamente la ceguera del hijo de Abraham, Isaac, sino también la creación de Adán, y será además el escenario del juicio final.

¿Resulta tan absurdo pensar que, tras el establecimiento de la paz religiosa y política entre israelíes y palestinos, puedan orar en este lugar sagrado al Dios único de Abraham judíos, musulmanes y cristianos? De este modo, la Cúpula de la Roca se convertiría en una cúpula de reconciliación para las tres religiones que se derivan de Abraham.

¿Es todo esto una ilusión? Tras la guerra, se ha vuelto a barajar las cartas, y ganar la paz será mucho más difícil que ganar la guerra. Se ha dado rienda suelta a emociones violentas y agresivas, casi como sucedió en la II Guerra Mundial. Pero en ambos bandos seguirá un periodo de moderación, como sucedió después de dicha guerra.

es catedrático de Teología en la Universidad de Tubinga. Copyright 1991, New Perspectives Quarterly. Distribuido por Los Angeles Times Syndicate.

Traducción: I. Méndez y E. Rincón.

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