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FERIA DE SEVILLA

La dignidad torera de un veterano

Moura / Parada, Vázquez, LozanoToros de Joâo Moura, (1º sobrero, tan inválido como el tullido al que sustituyó), bonitos de estampa, serios y bien armados, con genio, flojo: en general, excepto 5º manso poderoso. José Luis Parada: bajonazo (aplausos y saludos); pinchazo hondo bajo atravesado y descabello (algunas palmas). Pepe Luis Vázquez: pinchazo, media atravesada y descabello (silencio); pinchazo, estocada corta y rueda insistente de peones (silencio), Fernando Lozano: pinchazo perdiendo la muleta, y bajonazo (silencio); dos pinchazos y bajonazo (silencio). Plaza de la Maestranza, 8 de abril, Segunda corrida de feria. Cerca de tres cuartos de entrada.

JOAQUíN VIDAL

El único toreo en la tarde lo hizo José Luis Parada, un veterano. La veteranía es un grado. Hay corridas de nadas y ningunos que se salvan sólo porque está allí un veterano que se siente espoleado en su dignidad torera, e intenta faenas, ensaya lances, interviene en quites. Muchas veces es la falta de contratos lo que espolea las dignidades toreras -y tal podría ser el caso- pero no es menos cierto que si esa dignidad torera no se lleva en el corazón, si no existe, no la espolea ni el mismísimo Cid Campeador que se subiera encima a caballo.

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Los otros espadas, bastante más jóvenes, ni sintieron que les espoleaba la dignidad torera, ni aprendieron la lección, ni se sabía muy bien qué pretendían hacer al lado del torero veterano y espoleado. De los otros espadas, uno, Pepe Luis Vázquez, no tenía la tarde para ruidos, y el otro, Fernando Lozano, únicamente sintió espoleado su pegapasismo, que es cuestión bien distinta al arte de torear.

Podría reseñarse, por tanto, que José Luis Parada actuó en solitario y suyos fueron los lances a la verónica cargando la suerte en diversos pasajes de la lidia (muy mecidos y ovacionados los de saludo al cuarto toro), o las tandas en redondo y naturales, ejecutadas con el ángel (dígase áhe) que alumbra el sol de Sanlúcar a los toreros de por allá abajo. Tandas de redondos y naturales que tendrían su racioncita de pico y su falta de continuidad, mas eran defectos irrelevantes, pecados pequeñitos, atribuibles a los márgenes de seguridad que se reservaba el veterano torero en su espoleo y a la condición de los toros. Uno fue un inválido, que se desmoronaba si le obligaban a humillar, otro convertía su nobleza en inquietante albur, pues de improviso le rebullían, de consuno, la casta brava y el recuerdo del cantazo que le pegó traidora mano en la dehesa, y dejaba caer un tornillazo vengativo.

El quinto toro, manso y poderoso, tomó la primera vara con violencia, desmontó al picador, corrió al caballo a pitonazo limpio, y Pepe Luis Vázquez contemplaba la escena a distancia, como si el picador no fuera de su cuadrilla, ni le correspondiera el toro, y él mismo estuviese puesto allí por el Ayuntamiento. Unicamente José Luis Parada, vergüenza torera en acelerado espoleo, acudió al quite y tomó al caballo de la brida para distanciarlo del agresor.

Lo malo de José Luis Parada es que se sabe cuándo empieza las faenas, pero no cuándo las termina. A José Luis Parada le ponen una muleta en la mano, y le pueden dar las uvas. Es un mal propio de la época, que padecen veteranos y novicios por igual. Por ejemplo, a Fernando Lozano le ocurría lo mismo, y en su faena al tercer toro ya cansaba a la afición con tanto derechazo, y tanto natural, y vuelta a empezar, y dale que te pego, y un aficionado se preguntaba en alta voz si Fernando Lozano sabría que la gente tiene la costumbre de cenar.

La corrida tenía trazas de no acabar jamás, y si acabó fue gracias a Pepe Luis Vázquez, quien el tiempo que perdían José Luis Parada y Fernando Lozano pegando cientos de derechazos, lo recuperaba él, no pegando ni uno. El Señor le bendiga, sólo por eso. Pepe Luis Vázquez, lidiador en su primer toro, inhibido de la lidia en el otro, con la. muleta probó las respectivas embestidas, vio que no concertaban con su personal concepto de lo que deben ser embestidas buenas, y abrevió.

Fernando Lozano no abrevió. Fernando Lozano molió a pases al tercero -toro guapo de casta-sin que ninguno le saliera medianamente artístico, ni siquiera estético, sufrió achuchones y quedó harto desairado. El sexto se aplomó, acentuó Lozano su aplomamiento ahogándole la embestida, y hubo- razones fundadas para pensar quetenía pocas ganas de torear, pues con el capote no se lo pasó por delante ni una sola vez. En cambio, José Luis Parada compareció en quites y dibujó dos verónicas y olé.

Si no llega a serpor la dignidad del veterano diestro, aquello habría parecido la feria de ganado de Betanzos.

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