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La Comunidad teme perder el Este

Impotencia europea ante el nacionalismo y el estancamiento en el ex bloque socialista

El desafío del Este obligó a la Comunidad Europea (CE) a un enfoque global sobre su futuro. "La ostpolitik comunitaria ha sido un catalizador de la política exterior común, la base del proyecto de unión política", afirma un alto responsable de la Comisión Europea. Pero ahora la CE se enfrenta a la crisis que viven la URSS y sus antiguos aliados con una sensación de impotencia. Los Doce asisten al estallido de las nacionalidades, al estancamiento de los procesos de reformas, a las dificultades económicas crecientes, con la impresión de que son incapaces de manejar esos problemas.

Yugoslavia, a juicio de los responsables de la política exterior de la CE, es el problema más serio. Por eso, el mensaje oficial enviado es que la unión federal yugoslava debe mantenerse. Yugoslavia es un país de tránsito entre Grecia y el resto de la Comunidad. Las imágenes de la televisión que muestran a los albaneses hacinados bajo trozos de plástico en las calles de Brindisi no reflejan la impotencia de Italia sino la de toda Europa occidental para hacerse cargo de un proceso de cambios en el Este del que no se sabe cuál será el resultado final. El miedo a la avalancha de refugiados, especialmente a los millones que pueden provenir de la URSS, invade Europa.En medio de la euforia por la caída del muro de Berlín, la Comunidad lanzó el año pasado una OPA amistosa a los países del Este. Si se unían al sistema democrático y de economía liberal tendrían ayudas suficientes y desarrollo. La oferta de "la gran Europa del Atlántico a los Urales" se extendió a la URSS y el 15 de diciembre los jefes de Estado y de Gobierno de la CE acordaron una ayuda alimentaria de 100.000 millones de pesetas a la URSS, además de otros 72.000 millones de pesetas, a desembolsar en dos años, en asistencia técnica.

Frente a los políticos más optimistas, el presidente de la Comisión Europea , Jacques Delors, advirtió en julio pasado que construir la gran Europa era un rompecabezas y cualquier diseño estaba destinado al fracaso si antes no se disponían de todas las piezas.

La primera pieza que cambió de forma y de color fue la perestroika de Gorbachov. La represión en las repúblicas bálticas impulsó a los Doce a bloquear la ayuda a la URSS. Finalmente, el pasado 4 de marzo, los ministros de Exteriores de la CE dieron luz verde, porque ¿qué otra cosa hacer ante el caos? Como explicó ese día un ministro, "decidimos dar el paso adelante para no dar la espalda a la historia y que nadie nos acuse en el futuro de haber permanecido pasivos ante un riesgo enorme". La ayuda comunitaria a la URSS, como días antes había hecho EE UU, se decidió para "mantenerla próxima a nosotros en el conflicto contra Irak", explica un alto responsable comunitario.

Cunde el pesimismo

Hoy, en la Comisión Europea, el pesimismo cunde tras haber comprobado en las recientes visitas de altos funcionarios a Moscú "la desaparición total de los reformistas que antes rodeaban a Gorbachov". Los reformistas soviéticos eran los partidarios de la CE, pero hoy tinos han regresado a la Academia de Ciencias y otros se han ido a asesorar a Borís Yeltsin, presidente de Rusia y enemigo número uno del padre de la perestroika. La vieja guardia es partidaria de ignorar la CE y establecer relaciones bilaterales con cada país miembro.

Los datos sobre la economía soviética de que dispone la Comunidad superan las previsiones más pesimistas. La caída del PIB este año puede ser del 16%, una cifra que lo explica lodo cuando un descenso del 2% en Polonia ha tenido un efecto dramático. La CE ha puesto gran esperanza en la Carta de la Energía para establecer una cooperación intensa en este sector, pero "no encontramos interlocutores".

La gran Europa no puede construirse de espaldas a la URSS o con ésta como enemigo, pero, al margen de este proceso de acercamiento, restan las relaciones con los otros países de Europa Central y del Este. "Las reformas emprendidas en estos países ya se han comido su pan blanco y ahora vendrá lo más duro", afirma Pablo Benavides, director de la CE para el Este. El optimismo se difumina, sobre todo si se tiene en cuenta que los proyectos de canalizar inversión privada hacia estos países sufrirán como mínimo un retraso de dos años a causa de la guerra del Golfo y de las tareas de reconstrucción en esa región.

La Comunidad se ve envuelta en dificultades presupuestarias para hacer frente a las necesidades crecientes de estos países. Cada sesión del Consejo de Ministros de Exteriores es un ejercicio de resistencia ante la inevitabilidad de dar más dinero. La falta de cohesión interna y de mecanismos de respuesta rápida impide atajar los problemas.

El análisis que hacen los expertos no ayuda a despejar las dudas. En Checoslovaquia las cosas van despacio porque han optado por el gradualismo frente a la terapia de choque. Acaso en Hungría, por haber comenzado las reformas hace 10 años, es donde existen más posibilidades de despegue.

Simpatías polacas

Polonia es el país que, por su régimen ultraliberal, despierta más simpatías. De ahí que los acreedores del Club de París hayan aceptado rebajarle a la mitad los 33.000 millones de dólares de su deuda externa. Sin embargo, tiene problemas de inflación muy serios. No hay arranque de la producción ni de la oferta, cuenta con 1,2 millones de parados sin red de seguridad social y posee una capacidad agrícola inquietante para los intereses de los Doce.

Tres billones de pesetas para la Operación Faro

La Operación Faro, firíanciada por el grupo de los 24 países occidentales (los 12 de la CE, los 6 de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y, simbólicamente, Turquía), ha concedido o garantizado tres billones de pesetas en créditos y ayudas públicas para estabilizar balanzas de pagos, impulsar las reformas o construir infraestructuras.

Jacques Attali, el presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo de Europa Central y del Este -un organismo creado para financiar proyectos privados con capital recogido en el mercado que tiene previsto ponerse en rriarcha el próximo 15 de abril-, piensa que será necesario multiplicar por siete esa cantidad si se quiere alcanzar el punto crítico para que comiéncen a llegar inversiones privadas a esa parte de Europa.

El hundimiento del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y los efectos sobre la crisis del petróleo no han hecho sino avivar las consecuencias de los conflictos en el Este. Se disparan la inflación, los precios y la falta de competitividad, mientras las reformas legales necesarias tardan más de lo previsto. Incluso, en el plano político, preocupan la pasividad reflejada en las últimas elecciones en Hungría o las rupturas del Frente Democrático en Checoslovaquia o de Solidaridad en Polonia.

Estos tres países son la punta de lanza del acercamiento de la CE. La Comisión Europea tiene el objetivo de cerrar con ellos antes de fin de año los nuevos acuerdos de asociación que establecerán una cooperación más intensa, un trato comercial más favorable y servirán a la vez de marco para la cooperación política internacional. El estrechamiento de lazos con Bulgaria y Rumania tendrá que esperar.

El pasado 18 de febrero, una delegación oficial albartesa visitó Bruselas para solicitar un actierdo. Pidieron también ayuda económica urgente y entrar como beneficiarios en la Operación Faro. Las autoridades de la CE prometieron estudiar el caso, pero tuvieron primero que ponerse en contacto con las del Reino Unido, país que aún no ha firmado la paz con Albania. Cuando Londres dio el permiso para iniciar los contactos ya se había producido el estallido y miles de refugiados se agolpaban en el puerto de Brindisi.

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