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Chile, un año de democracia

El poder fáctico de Pinochet y del Ejército pende sobre el modelo de transición del Gobierno de centro-izquierda de Aylwin

ENVIADO ESPECIAL, La transición chilena hacia la democracia, cuando se cumple el primer año del fin de la dictadura, podría considerarse como modelo ideal por el éxito del programa económico y la paz social que reina en el país, pero todavía pende sobre el Gobierno democrático, como una espada de Damocles, el poder fáctico del ex presidente Augusto Pinochet y de un Ejército que parece unido en torno a su comandante en jefe.

El mes de febrero, los precios subieron en Chile un 0,1%, el índice más bajo desde julio de 1988. En enero, la subida había sido del 0,4%, porcentajes que parecen más propios de un país de la Comunidad Europea que de una América Latina devorada por la hiperinflación. La inflación acumulada en los últimos 12 meses en Chile fue del 24,5%. Si los chilenos miran por encima de la cordillera pueden comprobar que en la vecina Argentina la inflación del pasado febrero fue más que la de Chile en todo un ano. La inflación del gigante de Suramérica, Brasil, casi alcanzó, también en febrero, la de todo un año en Chile.A pesar de los éxitos económicos del Gobierno democrático, el ministro de Hacienda, el democristiano Alejandro Foxley, no quiere cantar victoria. Hace días, Foxley consideró "excesivamente optimista" el cálculo de la Cámara de Comercio de Santiago de que la inflación podría ser sólo un 10% este año. En su despacho, en el piso 12 del Ministerio de Hacienda, desde donde se contempla el palacio de La Moneda, Foxley comenta con modestia a este periódico: "Aquí nos ganamos el sueldo todos los días. Cualquier cosa te puede echar abajo los cálculos más optimistas. Ahora tenemos la preocupación de la sequía, que puede causar mucho daño".

Como casi todos los interlocutores consultados sobre el balance del primer año de Gobierno democrático, Foxley destaca la importancia de no haber caído en la tentación del populismo. La experiencia de otros países de América Latina que salieron de una dictadura y acabaron en desastres económicos por haberse sometido a una disciplina a la hora de responder a las demandas populares ha servido de vacuna a Chile. El Gobierno de centro-izquierda, que forma la coalición que heredó el poder de los militares, parece decidido a mantener con firmeza esa línea de actuación. "No ha habido populismo, una de las grandes tragedias de las transiciones a la democracia", afirma Genaro Arriagada, vicepresidente de la Democracia Cristiana.

Un buen año

A escasos metros de la plaza de La Moneda, el presidente de la Bolsa de Santiago, Pablo Yrarrazábal, reconoce que las cosas en este primer año de Gobierno democrático "han salido mejor de lo que se esperaba. Se temía sin duda una reforma tributarla más fuerte y las presiones políticas para no continuar la economía social de mercado y pasar a una mixta, pero hubo una gran seriedad en el manejo de la inflación. No se cedió a la presión populista y no se cayó en el recurso a la maquinita de hacer billetes. El punto más negro fue el alza de un 5% en septiembre, pero se logró dominar la situación". A la pregunta de si esta situación beneficia también a los trabajadores, Yrarrazábal dice: "Si hubiera habido tantas inconformidades, la gente estaría en la calle protestando. Pienso que se ha producido una concienciación de la gente y no hay disconformidad. Estamos en la senda de transformarnos en un País desarrollado".Quizá una de las claves que explican esta evolución positiva de la transición chilena a la democracia se encuentra. en unas palabras del dirigente sindical Moisés Labraña a este periódico en la sede de la Confederación Minera de Chile, un sindicato agrupado en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). En una modesta vivienda de una calleja del centro de Santiago, que cobija a la Confederación Minera, Labraña, militante comunista, afirma: "Sí no se respetan nuestros derechos vamos a pelear, pero eso no significa que vayamos a poner en jaque a la democracia. Aprendimos la lección. Los 17 años fueron duritos. Vamos a pelear, pero no para tirar la democracia al suelo".

No se conforma el sindicalista con lo conseguido en este primer año de democracia. Tampoco en lo económico se han cubierto las expectativas, según Labraña, que explica: "Queríamos un salario base mínimo de 44.000 pesos [unas 12.500 pesetas], pero el Gobierno dijo que sólo 26.500 pesos [unas 7.500 pesetas]. Estamos muy por debajo de las condiciones dignas".

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Para el analista político Raúl Sohr, el tema del Ejército y la jefatura de Pinochet es la "asignatura pendiente" de la transición chilena. Considera Sohr que, un año después de dejar el poder, el Ejército chileno continúa siendo una organización monolítica, sin corrientes internas, que adora a Pinochet y lo consideran como una parte de sus símbolos, una especie de patrimonio intocable. A pesar de los escándalos de la financiera ilegal en la que estaban implicados muchos militares de alto rango y de los cheques pagados de forma poco clara a un hijo de Pinochet, considera Sohr que la posición de Pinochet se mantiene firme en las filas del Ejército. La Constitución aprobada durante el régimen militar, y que el actual Gobierno se ha comprometido a respetar, garantiza a Pinochet una inamovilidad en su puesto al frente del Ejército durante este Gobierno y el venidero. Si no renuncia y vive, Pinochet podría seguir siete años más como comandante en jefe del Ejército.

El vicepresidente democristiano Arriagada asegura: "Esta es la transición más difícil que yo haya visto". Basa Arriagada su afirmación en tres factores:

1. "No tenemos un Ejército destruido, como en Alemania, Grecia o Argentina, tras la guerra de las Malvinas".

2. El Ejército no ha sido derrotado del todo políticamente en el plebiscito y las primeras elecciones de Aylwin. "La derrota no fue aplastante. A diferencia de España, aquí la transición se negoció con las Fuerzas Armadas, no con el franquismo político. Aquí no hay un Arias Navarro, sino un Pinochet".

3. "Éste es el último Ejército prusiano del mundo, jerárquico, disciplinado, y el comandante en jefe es una especie de faraón".

Expone Arriagada cómo el Ejército se ha reservado enclaves autoritarios en el Estado, y "además este Ejército no está aislado socialmente, como en otros países de América Latina. Tiene respaldo, una relación simbiótica con la derecha, el empresariado y las clases conservadoras. La derecha siempre ha sido muy fuerte en Chile. Lo de atado y bien atado en España fue un chiste, pero aquí no".

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