Sadam, una firmeza que se troca en crueldad
Volví de Bagdad la noche del 13 de febrero, adonde había sido enviado por Mijaíl Gorbachov para entrevistarme con Sadam Husein e intentar una vez más, ahora con la guerra en curso, conducirle hacia un arreglo político. El camino que llevaba a Bagdad no era fácil. La ciudad estaba siendo bombardeada intensamente por la fuerza aérea de EE UU y de otros miembros de la coalición internacional.Tampoco fue fácil mi conversación con Sadam y, aun así, tuvimos buenas razones para resumirla de este modo, en un cable a Moscú: "Hay ciertos indicios prometedores". Después de nuestra conversación, en la noche del 12 de febrero, el ministro de Asuntos Exteriores, Tarek Aziz, me comunicó la decisión del mando iraquí de enviarle a Moscú para proseguir los contactos. Tres día más tarde, la víspera de la llegada de Aziz a Moscú, el Consejo, de Mando de la Revolución de Irak emitió un comunicado sensacional en que reconocía por vez primera su disposición de retirar las tropas iraquíes de Kuwait.
Sin duda, los ojos del mundo entero confluían en Moscú el pasado lunes 18 de febrero, cuando el presidente Gorbachov mantuvo un encuentro de varias horas con Aziz, al que asistieron el viceprimer ministro iraqu,í, Saadun Hammadi, y el ministro de Asuntos Exteriores Alexsandr Besmertnij, y yo mismo.
Solución política
El presidente Gorbachov planteó un plan específico para llegar a una solución política de la crisis. Sugirió una fórmula que recogía la retirada de las tropas iraquíes de Kuwait sin condiciones previas y sin una continuación de la guerra. En esta ocasión no estuvo presente la habitual retórica de Aziz; se tomó la propuesta con calma, casi como un hombre de negocios, sin mostrar asomo alguno de disgusto. Aziz regresó a Bagdad para despachar con Sadam. Tres días después, el jueves 21 de febrero, Aziz voló de nuevo a Moscú con una respuesta. Tras un nuevo encuentro entre él y Gorbachov, la URSS formulaba una nueva propuesta que atrajo inmediatamente la atención del mundo. El plan de Gorbachov, que incorpora una retirada completa e incondicional de las tropas iraquíes de Kuwait, era aceptado por Bagdad.
Me doy perfecta cuenta de que los dirigentes de Irak tienen la culpa de esta guerra; pero, aun con todo, creo que podría haberse evitado.
La forma intensiva en que el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó 12 resoluciones en tres meses en relación con la invasión de Kuwait por Irak tenía una justificación emocional. Pero incluso entonces parecía claro que el proceso estaba arrojando pocos resultados. Por el contrario, asistíamos a una escalada de acciones violentas lo mismo contra Kuwait que contra los representantes de otros Estados. Quizá esto fuera en gran medida el resultado de la peculiar psicología de Sadam. Puede que pensara que disponía de mucho tiempo para maniobrar y quería partir de posiciones lo más duras posibles.
Las estrictas sanciones económicas y el impresionante despliegue de potencial militar, aunque pueda resultar paradójico, crearon un espacio para intentar encontrar por vía diplomática una salida pacífica a la situación de estancamiento que Sadam había creado. El primer punto del esfuerzo mediador se caracterizó por el deseo de encontrar una solución dentro de un contexto árabe. Una aproximación al problema era, y sigue siendo, la de vincular la retirada de Kuwait a la solución del problema palestino. Sadam enfatizó esta idea en su discurso del 12 de agosto, cuando anunció su disposición de discutir inmediatamente todos los problemas: Kuwait, la retirada de fuerzas israelíes de los territorios ocupados y la de los sirios del Líbano.
Su oferta tenía como objeto la obtención de ventajas propagandísticas en el mundo árabe, donde aumentaba la simpatía por Irak, como único defensor real de la solución al problema palestino. Hay, que decir sin ambages que entre las masas árabes la ocupación de Kuwait podría llegar a justificarse como un precio a pagar por resolver ese problema palestino. Esto es algo que parece haber escapado a la atención de Washington y de otros líderes occidentales, donde se subestima el amplio apoyo del pueblo árabe a Sadam.
Problema palestino
Las posibilidades de adoptar la fórmula de Sadam para llegar a un arreglo político en la crisis de Kuwait eran prácticamente nulas. Aun así, una opción bicéfala permanecía abierta: ¿por qué no aprovechar el interés de los árabes en el problema palestino para forzar a Irak a abandonar Kuwait? Y, al mismo tiempo, ¿por qué no utilizar una salida política a la crisis como primer impulso para llegar a la solución de otro asunto fundamental en la seguridad de la región: el problema árabe-israelí?.
Cuando George Bush invitó a Gorbachov a reunirse con él en Helsinki el 9 de septiembre, la opinión predominante en Moscú era que la cosa no iba a terminar en una guerra. Se pensaba que tendría algún resultado el uso del arsenal de sanciones políticas y económicas y una demostración de fuerza militar.
En la víspera de su encuentro con Bush, Gorbachos, habló con sus consejeros hasta pasada la medianoche. Una vez más lo enfocó en aunar esfuerzos para resolver el problema palestino, al objeto de que Irak saliese de Kuwait. En otras palabras, debíamos asegurarnos de que la salida de Sadam fuera incondicional, pero también hacer constar definitivamente que estasalida abriría el camino hacia una búsqueda más activa de una solución del conflicto árabe-israelí. No se trataba de adoptar el plan de Sadam del 12 de agosto, en el que específicamente unía una salida de Israel de los territorios ocupados al abandono por Irak de Kuwait. Por otra parte, si EE UU hubiera aprobado nuestra aproximación al problema y hubiera estado dispuesto a hablar con Israel para aceptarlo, Sadam no habría podido jugar la carta palestina.
Durante su conversación, Gorbachov y Bush enfatizaron que había que evitar un enfrentamiento armado en el golfo Pérsico. Esta posibilidad no podía excluirse por completo, ya que en gran parte -algunos pensaban que todo- dependía de Sadam. Pero Gorbachov me dijo después que había llegado a la conclusión de que el presidente de EE UU intentaba solucionar el problema de Kuwait con medios políticos.
En un esfuerzo por reforzár la intención de Bush, Gorbachov le dijo que el despliegue de las fuerzas armadas en el golfo y la activa política del Consejo de Seguridad ya habían resuelto ciertos objetivos estratégicos: la acción armada no se había extendido a otros países de la península arábiga y se había alejado una crisis del petróleo, que amenazaba la economía mundial como resultado de la suspensión de exportaciones de crudo tanto de Irak como de Kuwait.
Mi vieja familiaridad con Sadam no era un secreto. Le vi por primera vez en 1969 cuando trabajaba como corr¿sponsal del Pravda en Oriente Medio. Entonces no era todavía presidente, pero ya se había convertido en uno de lo miembros más influyentes del liderazgo iraquí.
Tiempos inestables
Eran tiempos inestables. El ala del partido Baaz a la que pertenecían Sadam y Aziz acababa de llegar al poder. En las oficinas había metralletas. En este periodo, muchos rasgos del carácter de Sadam eran evidentes, rasgos qe se mantuvieron y desarrollaron cuando se convirtió en el líder de Irak. Tenía una firmeza que a veces se convertía en crueldad, una voluntad fuerte próxima a la terquedad implacable, una prontitud a lanzarse hacia su objetivo, insensible a los obstáculos.y al precio, y una anticuada comprensión de conceptos como honor y dignidad. Sadam era bastante racional, pero tenía predilección por dar giros inesperados. Me reuní con Sadam muchas veces, cuando visitó Moscú y durante mis misiones en Bagdad. Nuestra relación se desarrollaba de tal modo que podía hablar con él sin las sutilezas diplomáticas.
Gorbachov tuvo en cuenta mis lazos con Sadam cuando me mandó a comienzos de octubre a Bagdad como su representante personal para ayudar a resolver la crisis. Teníamos dos objetivos: conseguir un acuerdo que pemitiera salir de Irak a nuestros 7.830 especialistas militares e industriales, y mostrar a Sadam la total inutilidad de su rechazo a aceptar las peticiones del Consejo de Seguridad. También queriamos buscar una vía para conseguir el abandono de las fuerzas iraquíes de Kuwait por medios diplomáticos.
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