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GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

Niebla y bombas en Bagdad durante el día del histórico anuncio

, Sadam Husein anuncia a la nación -con la voz plana, sin matices, llena de los mismos ecos metálicos de las ondas de radio distorsionadas de sus últimos discursos- que sus tropas se están retirando de Kuwait. No son aún las 11.30, pero la oscuridad de una densa niebla lluviosa, mezclada con los residuos hollinosos de los incendios causados día y noche por los bombardeos ininterrumpidos, hace necesario ya la utilización del alumbrado por pilas. Un tiempo malo e inusual para una inusual jornada.El eco de la voz de Sadam se multiplica en la plaza que precede al hotel Al Rashid a través de las radios de los coches que todos los periodistas comparten. Llega entre las palmeras del jardín, se insinúa tras la curva de la famosa fuente de Aladino -sin agua desde hace semanas- y choca contra el muro del lujoso Palacio del Congreso, destruido por un misil hace 10 dias. Es uno de esos momentos de inmovilidad, en el que todo parece estar en suspenso. Los periodistas se han reagrupado alrededor de la radio o dentro de los coches, dispuestos a salir del recinto.

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En lo alto de la escalera de la entrada del hotel, el director general del Ministerio de Información, Naji al Haditi, encerrado en su abrigo y rodeado de sus hombres, mueve sólo la mano con la que desgrana las cuentas de su rosario de ámbar.

Todo parece vacío, silencioso; la ciudad, inmóvil, como el país entero, excepto por esa voz que está anunciado la clausura de un capítulo entero de la historia de Irak y del mundo: "La retirada está en curso, pero la guerra continuará si los aliados lo quieren", dice Sadam, quien pide a sus soldados que continúen alerta. En las incomprensibles frases en árabe se escuchan claramente las palabras claves de esta crisis: Kuwait y Alá.

"Alá es grande"

Todavía un instante de silencio sigue a la invocación final: "Alá es grande". Después todo parece volver a ponerse en movimiento al mismo tiempo. Disparos al aire de fusiles y metralletas que festejan el anuncio y rompen el silencio de la ciudad; el sonido de una sirena antiaérea que anuncia un nuevo bombardeo, el sexto de esta brevísima mañana.

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Con un leve movimiento, Haditi comunica a sus hombres que todos los periodistas deben permanecer en el hotel, y un violento temporal rompe la niebla, envolviendo la capital con un rumor que se confunde con el estallido de las bombas.

El anuncio de la retirada, y sobre todo el modo en que ha llegado, indica una confusión, un nerviosismo, una falta de coordinación fácil de percibir en este pequeño universo, autosuficiente y aislado que es el hotel Al Rachid, desde el que Irak sigue comunicándose con el mundo

La Repubblica / EL PAÍS.

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